Botonera

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10.7.24

II. "TRAS LAS LÁGRIMAS DEL FRANQUISMO. CREACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA ESTÉTICA 'KITSCH' EN EL CINE ESPAÑOL", Alejandro Yarza, Valencia: Shangrila, 2024

 

PREFACIO


En la escena culminante de Blancanieves (Pablo Berger, 2012), Carmencita, la joven protagonista que sufre de amnesia, lidia a Satanás, un toro enorme y fiero. En una toma que replica la trágica cogida de su padre, el famoso matador Antonio Villalta, vemos a Satanás galopar furioso hacia ella. En ese preciso instante, Carmencita comienza a llorar mientras un montaje vertiginoso nos muestra destellos fugaces de sus recuerdos olvidados. Mientras llora, Satanás, que simboliza el pasado traumático español, se detiene en seco. Recordando el consejo de su padre de nunca “apartar la vista del toro”, Carmencita comienza a torear con gran maestría, lo que sugiere que solo lidiando el pasado con valentía se puede superar su traumático legado. 

Al terminar la genial faena, su malvada madrastra, Encarna, le ofrece una manzana envenenada como regalo. El personaje de Encarna, que se puede interpretar como la encarnación de las fuerzas represivas del pasado autoritario español, viste de luto por la muerte de su marido, al que en realidad ella misma asesinó, y para simular el duelo lleva una lágrima pintada bajo el ojo izquierdo [fig. P.1]. Después de un momento de vacilación, Carmencita muerde la manzana y entra en un estado de coma que alegoriza la amnesia oficial colectiva sufrida por el país durante la Transición política después del breve periodo inicial de recuperación de la memoria, sugerido por el flashback de Carmencita frente al toro. 


fig. P.1


Incapacitada para torear, su apoderado decide exhibirla en una barraca de feria. Por un módico precio, cualquier espectador puede besar a Carmencita-Blancanieves y ser testigo del milagro de su resurrección, la cual ocurre cuando el apoderado activa un resorte secreto. La última escena de la película muestra a Rafita, el enano que está enamorado de ella, cepillando afectuosa y pacientemente su cabello, aplicando carmín en sus labios y perfume en su cuerpo. Al terminar la tarea, apaga las luces del escenario y se acuesta a su lado en el ataúd transparente en el que está expuesta. Antes de echarse a dormir, Rafita se inclina sobre el cuerpo de ella y le da un beso de buenas noches. En ese momento, la cámara se acerca al ojo derecho de Carmencita y, después de un breve segundo, en el plano final de la película, vemos brotar una única lágrima que se desliza lentamente por su rostro [fig. P.2]. Reducida a un estado comatoso por su malvada madrastra, Carmencita, la representación alegórica de la España de la Transición, parece conmovida por la atención y el cuidado prodigados por su compañero. La lágrima de Carmencita representa la catarsis de la comunidad a través del reconocimiento de la acción solidaria del más pequeño y vulnerable de sus miembros. Generada por la emoción genuina del duelo, su única lágrima, que contrasta con la lágrima kitsch de Encarna, nos recuerda la importancia de no olvidar.


fig. P.2


Al trasladar el famoso cuento de los hermanos Grimm a la España de las primeras décadas del siglo xx, Blancanieves crea una poderosa alegoría sobre la memoria histórica y los peligros de olvidar el pasado. La lágrima de Carmencita ilustra que, aunque el pasado no se pueda cambiar, tampoco puede ser ignorado. Por ello, quiero empezar este libro llamando la atención sobre esta lágrima que vierte Carmencita en la última escena de Blancanieves, una película que a través de su alegoría taurina penetra de lleno en el corazón kitsch del nacionalcatolicismo franquista que es el foco de este estudio.