Con la exquisitez que le caracteriza, Shangrila publica un par de libros colectivos que, de uno u otro modo, nos acercan diferentes aspectos de los crímenes, la violencia y su representación, entre otras en el campo de la estética. Ambientes realmente oscuros, cuya sombra es alargada tanto en lo que hace a sus huellas sobre quienes han padecido la represión, como para quienes han conocido las atrocidades cometidas, y las sombras de sus representaciones, tanto por sus ejecutores como por sus apólogos. Vamos por partes.
Escenarios de lo abominable
Hay libros que se leen de corrido sin que el lector se sienta alcanzado en su sensibilidad, no es el caso de los que traigo a este artículo. Refiriéndome al primero de ellos, a lo largo de su lectura, desde el inicio, lo descrito nos toca, nos alcanza en lo más íntimo, hasta el punto de provocar desasosiego y hasta malestar, al ver lo que algunos hombres han hecho a otros, al parecer sin inmutarse…ya sea porque el deber se lo exigía, según decían, y/o por ser seres de una sensibilidad nula; no diré inhumana ya que el hombre, ese extraño animal, es capaz de lo mejor y de lo peor (se lee en Antígona de Sófocles: «Muchas cosas asombrosas existen, y con todo, nada más asombroso que el hombre»). Es de subrayar, de cara a reafirmar lo que digo, que dos de los primeros testimonios de la locura geométrica de los lager, una de las experiencias más brutales de la producción de cadáveres, mencionaban en su título a los humanos: Si esto es un hombre de Primo Levi y La especie humana de Robert Antelme; quedaba destacado así que quienes cometían las salvajadas no eran monstruos, sino que eran humanos…demasiado humanos, al igual que sus víctimas.
Vienen estas líneas provocadas, en especial, por una obra de explícito título: «Crimen, huella y representación. Espacios de violencia en el imaginario cultrural», libro coordinado por Anacleto Ferrer Mas y Jaume Peris Blanes, que recoge los trabajos de diez autores, incluidos los dos nombrados. Somos transportados a diferentes geografías y momentos en los que se puso en marcha la máquina de triturar seres humanos, y más en concreto a los lugares en los que se marcaban los cuerpos (como En la columna penitenciaria kafkiana) y las mentes, cometiéndose torturas, sometiendo a los detenidos a palizas, a malos tratos, programando procesos de despersonalización y muertes; en lugares de diferentes países: la Alemania del Tercer Reich, la España franquista y dos dictaduras latinoamericanas: Argentina y Chile.
Es a través de diferentes documentos, diarios, narraciones, testimonios fotográficos, o proyectos cinematográficos, como se dan a conocer los hechos, escenas de violencia, los lugares (guetos, campos de concentración, cárceles, espacios de trabajo forzado o reeducación moral y centros clandestinos de detención y tortura, sin obviar los cementerios) y las visiones sobre ellos, tanto de víctimas como de victimarios, según los casos. Las miradas son enfocadas hacia las subjetividades lo que hace que se entre en el terreno de lo simbólico-emocional; hablaba Ernst Cassirer de las formas simbólicas y por las páginas del libro planean dichas formas.
Tras una ubicadora introducción de los coordinadores de la obra, entramos en la primera sección dedicada al III Reich. Cuatro ensayos son dedicados al asunto. El primero debido a Vicente Sánchez-Biosca, ofrece imágenes, que acompañaban a las leyes racistas que se iban promulgando en el país, en las que se ve a los judíos como seres diabólicos, presentándose igualmente escenas de alguna película propagandística en la que se ven escenas de muerte en el gueto, y la inquietud que se palpaba en los vivos ante la maginitud de la tragedia impuesta. Anacleto Ferrer nos traslada a lo lager de Sobibor y Buchenwald, presentando una colección de fotos de algunos de los jerifaltes del lugar en estudiadas poses, al tiempo que se facilita el conocimiento de los lugares y de los personajes perpetradores de las tropelías al por mayor, aficionados por otra parte, a elaborar álbumes de su estancia en aquellos lugares de exterminio. Joan B. Linares, acompaña a Jorge Semprún en sus avatares en Buchenwald-Weimar, y en sus visitas posteriores al escenario concentracionario. Recurre para ello a los textos del escritor y se detiene en la descripción e historia del campo nombrado, y el uso de él, tras la derrota del nacionalsocialismo, por parte de los soviéticos. Concluyendo esta primera sección, hay una intervención de Ana R. Calero Valera sobre los cementerios en una novela de Thomas Harlan, en la que se da cuenta, por otra parte, del apararto institucional sobre los campo santos de guerra, además de la visita a un cementerio concreto que alberga los restos de algún jerifalte nazi, muerto en extrañas circunstancias.
En las páginas dedicadas al franquismo, se recogen tres artículos: en el de Cristina Somolinos Molina, ésta recurre a varias narraciones que recogen los testimonios de mujeres en las cárceles franquistas, ampliando su mirada a otros escritos de mujeres más reientes. Sobre el Valle de los Caídos, y la estrecha ha relación entre arquitectura y poder, y su significación e historia se da cumplida cuenta en el ensayor de Zira Box. Sobre el carácter represor del Patronato de Protección a la Mujer, cuya presidenta fue Carmen Polo de Franco, y de sus funciones de control y rehabilitación de las mujeres desviadas de los debidos principios se ofrecen sobradas muestras, que son acompañadas de significativas fotografías.
Tres artículos acerca de los centros represivos en dos dictaduras latinoamericanas del Cono Sur cierran el volumen. Teresa Basile ofrece informaciones pormenorizadas sobre la Escuela Mecánica de la Armada, que fue uno de los centros más emblemátiucos de detendión, tortura y exterminio de Argentina, dirigiendo la mirada a las descripciones aportadas en una novela de Miguel Bonasso, Recuerdo de la muerte (1984), en la que confluyen los aspectos infernales del lugar y las subjetividades políticas, hurgando en las causas de la derrota de los Montoneros. Los otros dos artículos se centrar en los aparatos represivos de la dictadura chilena: el primero de Jaume Peris Blanes que nos conduce por la historia de la Villa Grimaldi, convertida en Cuartel Terranova durante la dictadura, acercándonos al antes, al durante y al después del lugar… y los diferentes usos y significaciones. Por último, José Santos Herceg expone la resistencia, que convivía con los salvajes malos tratos, en los Centros de Detención y Tortura de Chile…convitiéndonos en testigos de fugas, y de diversas muestras de creatividad de los detenidos.
La sombra en la estética
Bajo la coordinación de Marcos Jiménez Gonzáles y Jaime Romero Leo, los ensayos de trece especialistas, los dos nombrados incluidos, son presentados en «El totalitarismo en las artes. Diálogos estéticos entre Europa y Asia Oriental», cuyo centro de gravedad es la huella y relación de los regímenes totalitarios con el arte, la arquitectura, etc. y la sombra alargada que todavía perdura en diferentes terrenos del pensamiento, la pintura, la moda y de la cultura del entretenimiento.
El libro se divide en dos bloques dedicados a Europa y Asia Oriental, sin dejar de lado Estados Unidos; no obstante, el Viejo Continente es el centro de presencia y difusión de los modos y maneras que emplearon los regímenes a los que se refiere la obra. Así, el primer bloque se abre con un ensayo de Marcos Jiménez González, en el que tomando como base la mirada de Susan Sontag sobre la Estética fascista, que suponía la estilización y estetización del nazismo y el fascismo, busca en producciones del presente en el campo de la cinematografía hoolywodense la presencia de tales rasgos. El paso siguiente, centra su mirada en la manera en que los signos y personajes totalitarios son representados en la narrativa y en el séptimo arte. María Marcos Ramos y Javier Sánchez Zapatero, centrándose en tres películas, dejan constancia de que los victimarios son presentados en éstas sin ninguna profundidad histórica, llamando las cintas más a la emoción que a la razón; proponen por su parte, que es necesario que se de una visión de tal tipo de personajes, no como seres singulares con sus fobias y manías, sino que sus actuaciones correspondían a un regimen bien engrasado, el franquista. Hablan de la creatividad mancillada, expresión tomada de Rafael Argullol, Jorge Latorre y Oleksadr Pronkevych, presente en varias películas del cine soviético, buscando aires de familia con el quehacer de alguna cineasta germana, y la posterior huella que tales producciones han dejado en obras posteriores, en que, en cierta manera, sigue funcionando la misma tendencia iconográfica. Otras experiencias audiovisuales son visitadas, como los videojuegos, que separa en mayor grado al creador del espectador; en ese orden de cosas, Alejandro Lozano analiza algunas obras, destacando de manera especial, Paper, please, al sacar a relucir con mayor claridad las características del juego en la difusión de la figura del funcionario anónimo al servicio de un Estado totalitario, derivando hacia las cuestiones relacionadas con el disfute que producen dichos juegos, lo que le lleva a referirse a la banalidad del mal arendtiana. A modo de puente entre este bloque y el siguiente se mueve el ensayo de Mariano Urraco Solanilla y Mario Ramos Vera que toman la adaptación al formato teleseries la novela ucrónica de P.K.Dick: El hombre en el castillo. Recurren en primer lugar a una labor de contextualización en los aspectos teóricos y visuales compartidos por el fascismo y el nazismo, para posteriormente poner el foco en los aspectos relacionados con el sistema educativo que se impuso el el Este de los USA, tras la victoria de las fuerzas del Eje, y los valores que se difundían en el medio escolar.
El segundo bloque se inicia con un desplazamiento a Japón y los valores de su Imperio, copia en cierto sentido a los empleados en los países europeos. Jaime Romero toma como punto de partida las afirmaciones de Otsuka Eiji sobre “el origen fascista de la cultura otaku”, buscando el humus, la Guerra de los quince años-1931-1945-, en el que se fueron desarrollando las propuesta estéticas que darían lugar al manga y al anime. Tras tal conflicto bélico enmarca su trabajo Lucía Hornedo en seguir la pista al escritor japonés Skaguchi Angoi, cuyas obras alcanzaron gran impacto en el tiempo pos-imperial y en las posteriores movilizaciones estudiantiles y otras, superando el autor, a pesar del ambiente militarista en que surgieron sus análisis, tales pagos ideológicos y abriendo las puertas a posturas más temperadas; acompañando a tales levantamiento con los traumas provocados por diferentes desastres naturales y provocados. Somos llevados por Teresa I. Tejada, a la violencia cultural en tiempos de la Revolución Cultural Proletaria, analizando los estrechos lazos entre propaganda y expresión artística en el arte: cartelería, literatura y proclamas revolucionarias. Toma como ventana para el análisis la novela en dos volúmenes de Yu Huan, Brothers (2005), en los que se da cuenta de la deriva que se produjo en tal movilización promovida por el Gran Timonel. El cine japonés, desde la posguerra a la actualidad, es presentado por Daniel Villa, quien tras una precisa contextualización histórica e ideológica, pone el foco en algunas muestras de producciones propiamente militaristas y an algunas otras que se opusieron a tales posicionamientos…presta atención a los filmes nipones premiados el el festival de Cannes, señalando que la presencia de las posturas militaristas han ido debilitándose, manteniendo, no obstante, su presencia. Concluye el bloque asiático, con un trabajo de Joseba Bonaut, sobre los destacados contenidos propagandísticos que dominan en los filmes de acción de gran éxito…y se detiene, en los casos de los videos del ISIS y en alguna producción de Corea del Norte, subrayando las características estéticas puestas al servicio de la propaganda.
N.B.: No hace falta ni decir que el libro va acompañado de imágenes de personalidades varias, escenas fílmicas, carteles de propaganda y fotos de monumentos y esculturas significativas…Mas eso es marca de la casa en todas los ensayos publicados por la editorial Shangrila.