Introducción
Antonio Drove (Madrid, 1942 – París, 2005) fue un cineasta español. Estudió en la Escuela Oficial de Cinematografía durante su época dorada, a mediados de los años sesenta, y comenzó su carrera cinematográfica en los últimos años del franquismo. Siendo, sin lugar a dudas, una de las mayores promesas de su generación de directores, por distintos motivos –que analizaremos a lo largo de este volumen– nunca consiguió desarrollar una carrera estable. Si bien tiene trabajos de notable interés, tanto para el cine como para la televisión, e incluso contando en su haber con una de las prácticas de fin de carrera mejor valoradas y más recordadas de la historia de la EOC, alguna exitosa incursión en el cine comercial y una obra capital del cine de la Transición como lo es su adaptación de La verdad sobre el caso Savolta, Drove nunca consiguió alcanzar un estatus que le permitiese desarrollar su talento con la suficiente libertad. Por el contrario, su fama de director problemático y rebelde (que le granjeó el apelativo de “el Drove feroz”) le condenó definitivamente al consabido malditismo. Pese a ser un caso muy singular, su figura resulta a la vez un claro ejemplo de toda una generación (“bloqueada” y, a la postre, podríamos decir “perdida”, al igual que la conformada por sus admirados escritores norteamericanos de entreguerras) que encontró serios problemas a la hora de comenzar y desarrollar sus carreras cinematográficas durante el tardofranquismo. El presente estudio pretende dilucidar cuáles fueron dichos obstáculos en el caso concreto de Drove.
Por otra parte, entre distintos encargos y trabajos alimenticios, su obra alberga una serie de películas y guiones de marcado carácter personal, muchas de ellas poco conocidas o directamente ocultas para el público, al tratarse de prácticas de la Escuela, cortometrajes o trabajos para televisión (o, simplemente, por llevar años sin ser programadas en la gran o pequeña pantalla ni conocer edición doméstica por el momento). Un notable dominio de las herramientas de la narración cinematográfica (con predilección por ciertas fórmulas provenientes del cine clásico americano) y su fijación por algunos temas concretos (principalmente el funcionamiento de los mecanismos represivos del poder y la interiorización de la moral de los opresores por parte de los oprimidos; pero también la máscara y la representación –especialmente en el mundo teatral–) dotan a sus trabajos realizados con mayor libertad de evidentes conexiones, que, lejos de permitir la defensa entre nosotros de un “autor” –máxime tratándose de uno de los escasos ejemplos dentro del cine español con voluntad de convertirse en un artesano a la manera hollywoodiense–, sí revelan una fuerte identidad y su vocación de cineasta con estilo. Drove siempre reconoció su voluntad de trabajar como un director profesional capaz de bregar con todo tipo de géneros y encargos, siempre y cuando tuviese la opción de llevarlos mínimamente a su terreno o abordarlos desde su particular enfoque –con la mala fortuna (y, tal vez, algo de ingenuidad) de pretenderlo en una raquítica industria que raramente podía dar opción a ello–. Mediante el detenido análisis de sus películas, este trabajo intentará dar cuenta de las estrategias formales utilizadas por Drove para construir el sentido de sus films o para reconducir o doblegar el de los encargos en cuyos guiones no pudiera intervenir, según el caso.
El estudio de la trayectoria profesional y vital de Antonio Drove permite, además, abordar una serie de hechos de indudable interés en la historia del cine español, en el periodo que transcurre desde mediados de los años sesenta hasta principios de los años noventa: desde los agitados años de su promoción en la EOC hasta la época de las grandes producciones amparadas por la “ley Miró”, pasando por su participación en las convulsas Jornadas de Sitges; su implicación en el grupo conocido como la “Escuela de Argüelles”; el surgimiento y desarrollo del cortometraje independiente a finales de la década de los sesenta; la “generación bloqueada” que se vio obligada a comenzar su carrera profesional en la incipiente segunda cadena de Televisión Española; el proyecto de producción de José Luis Dibildos denominado “tercera vía” a mediados de los años setenta; los conflictos con la censura (tanto en cine como en TVE); la puesta en evidencia de la picaresca de la industria cinematográfica española; los cambios en la industria televisiva generados por el desembarco de las cadenas privadas, etc.
Que un cineasta con la sólida formación y el apreciable bagaje profesional de Antonio Drove fuese dejado de lado por el aparato cinematográfico español y relegado al olvido, viéndose forzado a un temprano refugio en la televisión, la publicidad, la docencia y la escritura desde finales de los años ochenta hasta su muerte, resulta francamente inquietante en el seno de una profesión que, en nuestro país, no ofrece precisamente un superávit de talento. Un trabajo de estas características, en consecuencia, parecía una necesidad dentro del panorama de la historiografía del cine español, tan dada a olvidar figuras clave del mismo como puede ser la de Drove, que pese a no haber conseguido levantar una carrera cinematográfica estable, o precisamente por este motivo, resulta de innegable interés para arrojar luz sobre los problemas que ha arrastrado nuestro cine desde tiempos inmemoriales.
Hasta la fecha, el único trabajo que se ha esforzado en levantar acta sobre la importancia de la figura de Antonio Drove es el libro publicado por el historiador (y colaborador del cineasta) Ferrán Alberich, al abrigo del homenaje que le dedicó la 32º Edición de ALCINE, Festival de Cine de Alcalá de Henares, en el año 2002. En el catálogo de dicha edición, Alberich decía: “Es la primera retrospectiva que se realiza a Antonio Drove. Conviene mantener fresca la memoria, ya que quedan pocos cineastas de su calibre. Él fue un personaje clave de su generación y de la difícil etapa de la transición. (…) Este es un libro más apasionado que racional; solo pretende ser una aproximación a su obra. Pero queda un trabajo por hacer, que es un repaso histórico y preciso”. Alberich entiende su publicación como “el comienzo de la reivindicación de un gran cineasta que no debe ser olvidado nunca. Porque él es mucho más que el responsable de obras tan cruciales como La caza de brujas y La verdad sobre el caso Savolta. Antonio debe figurar, por méritos propios, en un pedestal de oro por su decisiva contribución a la historia del cine español”.
Aun teniendo en cuenta que estas afirmaciones pertenecen a un amigo y compañero de trabajo de Antonio Drove, no falta razón en sus palabras: la de Drove es una figura clave para entender la larga y compleja etapa que nuestro cine atraviesa desde los últimos años del franquismo hasta la segunda década de la frágil democracia española. Así mismo, se presenta como personaje extremadamente singular y, no obstante, paradigmático de toda una generación de cineastas a la que le tocó lidiar con algunos de los momentos más difíciles, industrial y políticamente, de la historia de nuestro cine. Sin embargo, la complicada y algo errática deriva profesional de Drove le ha situado en una injusta zona de sombra, tanto en la memoria de muchos espectadores como en la propia historiografía del cine español. Este trabajo se propone recoger el guante lanzado por Ferrán Alberich, abordando la obra cinematográfica y televisiva de Antonio Drove en su contexto y tratando así de llevar a cabo ese “repaso histórico y preciso” que reclamaba Alberich.
La rigurosa investigación histórica, la detallada reconstrucción del contexto que rodeó a sus trabajos y la nueva mirada a una serie de cuestiones relevantes de la historia del cine español (para las que Drove nos sirve de privilegiado hilo conductor) se completan y complementan con el análisis fílmico de su obra, que pretende arrojar luz sobre sus métodos de trabajo y valorar sus resultados en su justa medida, para poder así colocar su aportación en el lugar que merece (ni más, ni menos).
De esta manera, el estudio que aquí comienza pretende contribuir, humildemente, a un proyecto mucho más amplio y enriquecedor: la construcción de una nueva historia del cine español, un largo camino al que algunos historiadores llevan dedicando ya unas décadas de ingentes esfuerzos y valiosos trabajos. Especialmente en los últimos veinticinco años (desde la aparición de esa piedra angular para la nueva historiografía de nuestro cine que es la Antología crítica del cine español coordinada por Julio Pérez Perucha), han aparecido numerosos estudios parciales sobre nombres y aspectos poco frecuentados (cineastas, productoras, guionistas, géneros, corrientes, aspectos industriales o jurídicos, etc.) que han venido a alumbrar un panorama que permanecía oscuro e inexplorado en muchos casos. Este es el marco en el que pretende inscribirse este trabajo.