Introducción (completa)
La huella del totalitarismo en las artes:
hacia una reflexión actual
Jaime Romero Leo y Marcos Jiménez González
El estudio del totalitarismo genera todavía hoy ríos de tinta, estando de rabiosa actualidad tanto en lo político como en lo estético. Los libros, monografías, películas y documentales sobre el auge y caída de los principales totalitarismos del siglo XX gozan de gran éxito, provocando numerosas incógnitas, algunas de las cuales nos proponemos abordar en estas páginas. Para ello partimos de la idea de que esta etapa de la historia ha sido sustancial en los estudios sobre política y sociedad, desde la era de la posmodernidad hasta el presente.
Abordar este tema en las artes resulta complejo desde el principio, ya que el propio término “totalitarismo” suscita conflictos en cuanto a definición y alcance. Hemos decidido que el libro gire en torno a este concepto porque consideramos que engloba aquellas estéticas centrales del primer tercio del siglo XX, surgidas bajo regímenes dictatoriales y cuya influencia artística pervive en el presente. Al ser un trabajo que pretende establecer diálogos entre las artes de distintos lugares del mundo, no podíamos hablar simplemente de estética fascista o de estética nazi, pues reduciría el concepto generando en el lector un sesgo que lo conduciría no solo a un momento histórico determinado sino también a un lugar (Italia y Alemania). La estética totalitaria engloba tanto la fascista como la nazi, además de otras como la soviética, la japonesa o la china, que se abordan en este volumen y de las que se hacen distintos análisis comparativos.
La pretensión principal del libro es actualizar ese estudio desde una perspectiva estética, ya que entendemos que las huellas del periodo totalitario se observan en las manifestaciones de este tipo, al influir en las producciones artísticas del presente. Para ello lo hemos dividido en dos bloques dedicados a Europa y Asia Oriental, sin dejar de lado a Estados Unidos, en los que varios autores reflexionan alrededor de diversas artes, como el cine, las series, la pintura, la literatura, la animación y los videojuegos, entre otras. Europa supone el epicentro de este tipo de estéticas, ya que la propaganda difundida por los distintos regímenes conformó un estilo propio, siendo sustancial en el cine, por ejemplo, que encontró un desarrollo estilístico excepcional en el uso de la técnica y los recursos con los que se trasmitían ideas políticas. La potencia estética de este lenguaje hizo que algunos códigos visuales permanecieran. El capítulo con el que comienza el libro, “Lenguaje visual y estetización del fascismo, de Susan Sontag al Hollywood actual”, es un buen ejemplo de este fenómeno, ya que Marcos Jiménez González analiza la influencia de lo que la teórica de la fotografía, Susan Sontag, denomina “Estética fascista”, exponiendo que este tipo de estilo, a caballo entre la estilización y la estetización del fascismo y del nazismo, se mantiene en algunas producciones cinematográficas estadounidenses actuales. El autor plantea una reflexión sobre si dicha influencia es solamente estética o hay más elementos determinantes para su presencia en el cine comercial.
Cualquier documento sobre fascismo o nazismo muestra imágenes originales de aquel tiempo que se mantienen en el imaginario colectivo, por lo que es necesario, también, indagar sobre la manera en la que los signos y personajes totalitarios se representan en la narrativa y en la gran pantalla. Dicha labor es la que desarrollan María Marcos Ramos y Javier Sánchez Zapatero en “Algunas notas sobre la representación de los victimarios franquistas en el cine de la memoria”. Los autores sostienen que el modo de mostrar a los verdugos en las películas sobre la Guerra Civil española apela más a la emoción característica y necesaria en la narrativa cinematográfica que a una explicación completa del comportamiento de estas personas y del funcionamiento del régimen franquista. Centrándose en el análisis de tres películas −Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019), Los años bárbaros (Fernando Colomo, 1998) y La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999)−, los autores defienden que el cine de la memoria retrata a estos personajes mediante tres modos de representación, carentes de la profundidad histórica que requiere. En este sentido, Marcos Ramos y Sánchez Zapatero proponen una ardua tarea: mostrar a los victimarios franquistas en su complejidad para que, desde el cine, se entienda que los crímenes del franquismo fueron fruto de una dictadura orquestada y no ocurrencias puntuales de personajes histriónicos o ignorantes, tal y como parece entenderse en su representación tradicional.
En este punto del recorrido europeo se llega a “La creatividad mancillada por la propaganda: cine soviético ‘documental’ y totalitarismo”. La aportación de Jorge Latorre y Oleksandr Pronkevych muestra la gran complejidad de los totalitarismos y sus límites. Mediante un análisis del cine soviético y de películas como Sinfonía del Donbass-Entusiasmo (Entuziazm-Simfoniya Donbassa, Dziga Vértov, 1931) o Tres cantos a Lenin (Tri pesni o Lenine, Dziga Vértov, 1934, 1938, 1970), trasladan al arte soviético el concepto de “creatividad mancillada” propuesto por Rafael Argullol, a propósito del arte nazi y fascista, cuestionándose las fronteras entre la politización de la estética y la estetización de la política, en palabras de Walter Benjamin. Se trata de una propuesta atrevida que conduce a reflexiones cruciales: en qué medida puede diferenciarse en la actualidad la estética de películas como El triunfo de la voluntad (Triumph des Willens, Leni Riefenstahl, 1935), potenciadora de los valores del nazismo, de la de otras cintas, como Sinfonía del Donbass-Entusiasmo, por ejemplo, cuando ambas muestran unas imágenes muy similares, o la influencia que esta iconografía tiene en el cine actual, cuestión que los autores abordan desde el análisis de la película ucraniana Atlantis (Valentyn Vasyanovych, 2019).
En el ejercicio de encontrar la presencia de rasgos totalitarios en las artes hemos querido dialogar con otros medios audiovisuales, como los videojuegos, donde la ruptura posmoderna entre el creador y el espectador es mucho más notable que en el cine. En el capítulo “Seguir las reglas. El totalitarismo como sistema y experiencia de juego” Alejandro Lozano realiza un acercamiento a los totalitarismos a través de los elementos y la jugabilidad planteada en el videojuego Papers, please (2013). Si bien los videojuegos enmarcados en las experiencias del totalitarismo son numerosos, Papers, please plantea una propuesta original, al situarnos en el rol de un funcionario anónimo al servicio de un Estado totalitario. Dichas características singulares del juego permiten a Lozano traer a colación a filósofos de la talla de Schiller para incluirlos en su análisis (cuyo enfoque se enmarca en la estética de los videojuegos, que es su área de especialidad) y de Hannah Arendt (cuyas referencias a la banalidad del mal se imbrican con las preguntas sobre el “disfrute” que las experiencias desencadenadas por estos juegos de temática totalitaria aportan al jugador), entre otros.
Como vínculo entre la parte europea y la de Asia Oriental encontramos el capítulo “Adolescencias bajo el fascismo: imágenes y representaciones del sistema educativo en El hombre en el castillo”, en el que Mariano Urraco Solanilla y Mario Ramos Vera trabajan sobre la adaptación al formato teleseries de la novela ucrónica de P. K. Dick, tras hacer una contextualización de algunos de los elementos teóricos y visuales más importantes compartidos por el fascismo y por el nazismo. El texto busca indagar en uno de los aspectos menos estudiados de la literatura que se ha producido en torno a la popular serie: la representación del paso de la niñez a la edad adulta en los territorios ocupados por las potencias del Eje, las que han salido victoriosas en aquel mundo alternativo de la Segunda Guerra Mundial. En El hombre en el Castillo, la parte oriental de EEUU, por ejemplo, ha sido ocupada por la Alemania Nazi. Este capítulo sitúa su análisis en aquel territorio en concreto para plantear una reflexión sobre algunos de los elementos del sistema escolar y de los valores inculcados a los jóvenes estadounidenses desde Berlín.
Sin duda, el primer referente del totalitarismo (en su sentido contemporáneo) en Asia Oriental sería Japón y su idea de la Gran Asia, dirigida y encabezada por el Imperio nipón. Replicando, en muchas ocasiones, las dinámicas y discursos de la Europa colonial, Japón inició durante la primera mitad del siglo XX su expansión por Asia, desencadenando con ello la reacción política, armamentística e ideológica de sus vecinos más inmediatos. De este modo, los movimientos comunistas, que ganarían peso en China y Corea del Norte, se posicionaron como respuesta al avance del Imperio. En aquel caldo de cultivo entre diversas teorías y modelos sociales y políticos de corte totalitario, que obtuvieron protagonismo en aquella parte de Asia, se hallaban muchos de los ingredientes que operaron en aquellos mismos años en Europa. Por ello la segunda parte del libro se encarga de las obras artísticas caracterizadas por estos elementos.
Para empezar, Jaime Romero aborda las contundentes declaraciones de Ōtsuka Eiji sobre “el origen fascista de la cultura otaku”. Ōtsuka está considerado hoy en día como uno de los teóricos contemporáneos más importantes de la cultura popular japonesa, ostentando un puesto como investigador en el prestigioso Centro Internacional de Investigación de Estudios Japoneses [Nichibunken]. Dejando a un lado la valoración sobre el acierto o el desacierto de sus afirmaciones, Romero trata de contextualizar y desgranar los motivos y el origen de las propuestas que el autor japonés desarrolló en diversas obras y artículos en la primera década de los 2000. La reflexión central, desde la que Ōtsuka llevó a cabo sus análisis, parte del momento histórico en el que situó el origen de la estética que envolvería al manga y al anime contemporáneo: la Guerra de los quince años (1931-1945). En esta línea, Lucía Hornedo, en el capítulo “Sakaguchi Ango: paradigma literario de la oposición al totalitarismo”, presenta al escritor japonés Ango Sakaguchi, situando el impacto que algunos de sus ensayos tuvieron en la inmediata posguerra japonesa, como, por ejemplo, Sobre la decadencia (1946) o Más sobre la decadencia (1946), los cuales fueron traducidos por la propia doctora Hornedo para la editorial Satori, en 2020. El análisis de la autora busca conectar la literatura de Ango no solo con el contexto pos-imperial, sino también con las sucesivas crisis y levantamientos estudiantiles vividos por Japón desde entonces y hasta la actualidad. Pasando, así, por las protestas contra el Ampo (Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas entre Estados Unidos y Japón) y las revueltas del 68 japonés, hasta finales del siglo XX, con el terremoto de Hanshin-Awaji y el traumático atentado con gas sarín en el metro de Tokio, Hornedo presenta a un escritor cuya lectura, aun enmarcada en el contexto militarista, lo trasciende, sirviendo de bálsamo a un país marcado por las sucesivas crisis de su historia reciente.
Estableciendo un diálogo entre el lenguaje textual y el iconográfico, Teresa I. Tejeda, en “Violencia y discurso: la Revolución Cultural China en Brothers, de Yu Hua”, aborda el concepto de “violencia cultural” en el contexto de la Revolución Cultural China. Para ello, la autora plantea una serie de confluencias entre arte, cartelería, propaganda, literatura y proclamas revolucionarias que, en aquel momento de efervescencia desatada por Mao, el Gran Timonel, derivaron en olas de violencia inusitada contra todo aquel considerado enemigo de la revolución. Tejeda no se detiene en la revisión histórica, sino que la miríada de reflexiones planteadas por escritores, psicólogos e investigadores sirve de sustrato al análisis de Brothers, la novela en dos volúmenes escrita por Yu Hua en 2005, en la que su autor plasmó las oscuras derivas de la Revolución Cultural desde el humor, la ironía y la descripción descarnada de los violentos actos ocurridos.
El tejido constituido entre las distintas artes culmina con capítulos dedicados al cine, en los que se valora tanto el lenguaje visual como el contexto y el significado histórico de los filmes. En este viaje del texto hacia la gran pantalla, Daniel Villa presenta en su capítulo “La mirada crítica: el imperialismo en el cine japonés de postguerra” un marco histórico general en el que fija parte de la producción fílmica realizada en Japón desde la posguerra hasta nuestros días. Con el fin de rastrear los rasgos militaristas que han impregnado la producción cinematográfica japonesa desde 1945, el doctor Villa dedica la primera parte de su texto a una contextualización histórico-ideológica del inicio, consolidación y caída del imperialismo japonés para, seguidamente, desentrañar algunos de los títulos que, de manera directa o velada, criticaron la etapa totalitaria en la que se vio envuelto el país en la primera mitad del siglo XX. El autor presta especial atención al festival de Cannes, estableciendo un minucioso recorrido por las películas japonesas premiadas en las últimas décadas. Tras hacer un paralelismo entre la ideología de los filmes y su adecuación a los argumentos universales, propuestos por Jordi Balló y Xavier Pérez en su famosa obra La semilla inmortal (1995), muestra cómo las referencias a los traumas del militarismo, si bien han ido diluyéndose con el paso de los años, siempre han estado presentes de un modo u otro.
El recorrido por Asia Oriental termina, como no podía ser de otra manera, con un análisis comparativo de la influencia icónica entre continentes, de la mano de Joseba Bonaut, quien, en el capítulo titulado “Apropiación propagandística de los discursos narrativos y estéticos del Blockbuster estadounidense de acción: los casos de ISIS y Corea del Norte”, plantea un recorrido en torno al blockbuster norteamericano, llevando a cabo para ello una contextualización histórica y un análisis de algunas de sus características estéticas más determinantes. El objetivo del capítulo es vislumbrar por qué dichas cualidades han sido recibidas y usadas, precisamente, por los enemigos reconocidos de Estados Unidos. De este modo, tras presentar algunos ejemplos contemporáneos, como el caso del ISIS, el autor se detiene en la producción propagandística de Corea del Norte en los últimos años, en concreto, en el vídeo emitido por la KCTV el 25 de marzo de 2022 con motivo del lanzamiento del nuevo misil balístico intercontinental (ICBM). Bonaut examina, así, la manera en la que las características estéticas descritas al comienzo de su escrito son asimiladas y puestas al servicio de la propaganda militar norcoreana.
Todas estas aportaciones ayudarán al lector a establecer un mapa que lo acerque a la presencia de los elementos totalitarios en la narrativa y en las artes, cuestionándose el motivo de su atractivo estético y la relación que, como lectores o espectadores, tenemos con el totalitarismo; el cual, lejos de desaparecer, se torna omnipresente e interesante bajo el yugo de la representación, esperamos.