274 páginas - 16x23 cm. - Valencia: Shangrila, 2023
Se vuelve al lugar del crimen, al lugar donde se ha sido feliz, pero no al lugar del que se ha desertado. Se deserta solo, a la carrera, sin mapa ni plan. El cuerpo ya no aguanta más, la cabeza está prendida fuego. Por curiosidad o por cansancio, por desesperación o terror. Se cruza el umbral, se salta la línea, se abre el paracaídas que nunca se probó. Quién no ha querido desertar, alguna vez. Salirse de todas las partes, de todas las personas, incluso de sí mismo. Uno se va y basta. Y porque dice basta se va. Desertar: tarea de una vida, fisura en la institución, pánico en los sistemas.
Aquí desertamos con Katharine Hepburn, trepada a un avión. Y con Marilyn Monroe, exhausta, que ya no puede ni quiere treparse a nada. Katharine lleva una corona; Marilyn, una cicatriz. Desertamos con Montaigne, en la biblioteca de su torre; con Santa Teresa de Ávila, en éxtasis; con la Sirenita, que busca una forma humana; con los ojos volados de las chicas que pintó Modigliani. Desertamos de las academias con Cézanne y Francis Ponge, y al perímetro de un cuadrado con Bruce Nauman; desertamos con Coriolano ante toda Roma y con Nick Cave, frente a un hijo perdido. Seguimos la pista de la deserción en artes varias. Aquí el amor en Don Quijote es una deserción y Sissy Spacek comunica a su madre de ficción su decisión de desertar esta noche. Un sacerdote, un contador de cartas y un jardinero imaginados por Paul Schrader ejecutan una deserción en dos movimientos. Freud y Virginia Woolf desertan, entrelazados. Cuándo llegará tu hora. Cuándo sentirás que ha sido suficiente.
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