Botonera

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18.10.23

III. "CRIMEN, HUELLA Y REPRESENTACIÓN. ESPACIOS DE VIOLENCIA EN EL IMAGINARIO CULTURAL", Anacleto Ferrer Mas y Jaume Peris Planes (coords.), Valencia: Shangrila, 2023


IMÁGENES DE PERPETRADOR EN TRANSITO.

RETRATO DEL ENEMIGO JUDÍO EN TRES MOVIMIENTOS Y UNA CODA (2)

[Fragmento inicial]

Vicente Sánchez-Biosca

(Universitat de València)


Keine wissenschaftliche Aufklärung. Propaganda ist Aktion
(Joseph Goebbels, entrada del 16.9.1939, in Fröhlich vol. 7, 106).


«Para resolver el problema judío solo hay dos posibilidades: regresar al gueto o a un Estado judío». (3) El autor de estas palabras es Walther Wüster, el gran imaginero de la magna exposición titulada Der ewige Jude (El judío eterno) inaugurada en Múnich el 7 de noviembre de 1937 con toda pompa y en presencia de los grandes dirigentes de la propaganda antisemita del Tercer Reich, encabezados por el ministro Joseph Goebbels y Julius Streicher, el director de la publicación-libelo rabiosamente antisemita Der Stürmer. La alternativa fue pronunciada, en realidad, tras la clausura de la exitosa muestra que recorrería las más importantes ciudades alemanas en el curso de los meses siguientes. Solo en Múnich, la llamada «capital del movimiento» nazi (Hauptstadt der Bewegung) se computaron 412.300 visitantes y recibió escolares como parte de su proceso de formación, reconocimiento e identificación del semita hostil a su patria. Una tal focalización del enemigo no era, desde luego, cosa nueva, sino una cristalización visual lograda de la contrafigura de la raza alemana, contemplada en perspectiva histórica, como invasora, asimilada por su mimetismo consustancial y controlador durante siglos de los resortes del poder. En el terreno de las exposiciones concebidas como estrategia popular de divulgación, Der ewige Jude había sido precedida de otras dedicadas al arte: la del Entartete Kunst (Arte Degenerado), que se contrapuso a la Gran Exposición del Arte Alemán (Große Deutsche Ausstellung); (4) y no menos de otras cuyo acento estaba puesto en el combate contra el comunismo bolchevique (una muda de lo judío, según la mirada nazi, que le era tan consustancial con la del capitalismo). (5) Sin embargo, Der ewige Jude tenía la ventaja sobre las demás de su enorme ambición: apuntar las vertientes (in)humanas del semita, trazar, por chapucera y esquemática que fuera, su trayectoria histórica, presentar una suerte de base gráfica pseudocientífica, sin por ello dejar de apelar a la emoción y al patetismo en el más genuino estilo nacionalsocialista cuando el régimen se dirigía –como fue su vocación fundamental– a la masa.

2. El presente texto ha sido concebido en el marco del proyecto «De espacios de perpetración a lugares de memoria. Formas de representación» (PROMETEO/2020/059), Generalitat Valenciana. Por otra parte, el autor se benefició de una beca Salvador de Madariaga Sénior para la realización de su investigación, entre mayo y julio de 2022, en el Zentrum für Antisemitismusforschung, de la Technische Universität Berlin, a la que agradece las facilidades dadas para el acceso a su imponente documentación. Particular gratitud se debe a la directora del ZfA, Stefanie Schüler-Springorum. En el contexto de dicha investigación, el autor agradece las facilidades dadas por el ZfA para la consulta del material disponible en la colección ALAVA (Arthur Langerman Archive for the Study of Visual Antisemitism), depositada en dicha institución. La eficacia, generosidad y profundo conocimiento de la colección de Carl-Eric Linsler han sido excepcionales. De este material, reproducimos algunas de las imágenes que acompañan este texto, con la preceptiva indicación de inventario de referencia.

3. Völkische Beobachter de febrero de1938 (en Benz 2010, 88).

4. Entre el 19 de julio 1937 y el 30 noviembre de 1937 en Múnich (en el Hofgarten-Arkaden) y también itinerante. La segunda se inauguraba el 18 de julio de 1937 en la misma ciudad.

5. Por solo citar algunas, Die Große antibolschewistische Schau (inaugurada el 7 de noviembre de 1936) en la Biblioteca del Deutsches Museum de Múnich.

Mas ¿cómo se representaba ese judío que, desde los inicios del nacionalsocialismo y siguiendo una tradición, primero religiosa, luego biológico-racial, protagonizaba esta exposición dos años después de la promulgación de las leyes de Núremberg? (6) O, por ser más preciso, ¿con qué imágenes, figuras y rasgos visuales tomaba forma esta Judenfrage? El cartel que publicitaba el evento y que, a inmensa escala, presidía la entrada de la exposición y era reproducido en anuncios, tarjetas postales y otros soportes, mostraba la silueta estereotipada de un judío sobre fondo amarillo (ese color que marcaba en época medieval las zonas de cuarentena y la prostitución). Proseguían el retrato su luenga barba, los ojos rasgados y cerrados en alusión orientalista, un caftán negro cubriéndolo, así como una kipá del mismo color. La escala de la figura estaba tomada a la altura de las rodillas (lo que en terminología cinematográfica se conoce como plano americano): en su mano derecha extendida figuraban unas monedas color oro depositadas entre sus dedos agrandados. Ello sugería (y no deja de ser paradójico) una actitud mendicante que contrastaba con su riqueza. Combinando ambos elementos en forma de oxímoron se infería un rasgo psicológico de la personalidad: el cinismo y la hipocresía. Por su parte, en la mano derecha, la figura sostenía una fusta amenazante destinada a azotar; (7) y bajo ese mismo brazo, el derecho, portaba un mapa de Rusia sobre el que destacaba, en un rojo hiriente, una hoz y un martillo que rimaban visualmente con el título, en rojo profundo y en caracteres que simulaban la escritura hebrea, que figuraba al pie del cartel (Fig. 1-2). Toda esa abigarrada y a la vez contradictoria síntesis entre bolchevismo y capitalismo, entre el feroz comunismo destructor de la civilización occidental y la despiadada banca internacional que controlaba el orbe entero excediendo fronteras (y sentimientos) nacionales, entre el monstruo asiático y el usurero judío que recordaba a aquellos judíos enriquecidos que prestaban su ayuda a las monarquías del pasado, todo, decimos, convergía en esta figura del judío errante que inspiraba el cuadro: Ashaverus, ese judío que, según la leyenda, se negó a permitir reposar brevemente a Jesucristo en el camino de la cruz y que, por ello, fue condenado por este a vagar sin descanso durante toda su vida (Fig. 3).

6. Dichas leyes antisemitas habían sido aprobadas en septiembre de 1935 durante el séptimo congreso anual del NSDAP. 

7. «Azote del mundo» (Geißel der Welt) fue precisamente uno de los términos más repetidos por el Ministerio de Propaganda de Goebbels aplicados al comunismo, y, de hecho, así fue titulado un film finalmente abortado por decisión personal de Hitler sobre la guerra civil española como escenario de batalla anticomunista que debía haber visto la luz a principios de 1937.


Figuras 1 y 2. Tarjeta postal, anverso y reverso sellado, que reproduce el cartel de la exposición inaugurada en el Deutsches Museum de Múnich en noviembre de 1938. ALAVA–TUBerlin, número de inventario 05995_01 y 02, respectivamente.



Figura 3. Tarjeta postal de promoción turística de la ciudad de Viena que aparece sellada en correos con la recomendación de visitar la exposición Der ewige Jude, de paso por la capital austríaca. Esto demuestra la centralidad que en la
propaganda cotidiana tuvo dicha muestra.
ALAVA–TUBerlin, número de inventario 05973_1.

La exposición de 1937 no ha podido ser reconstruida al detalle, mas ha sido objeto de ingente bibliografía y un minucioso estudio monográfico (Benz 2010). Se abría sintomáticamente con fragmentos a gran escala de rasgos faciales atribuidos al estereotipo judío (orejas, labios, ojos, narices) y se cerraba con una sala impresionante que daba protagonismo a su contrafigura, señal inequívoca de que el judío había sido derrotado por el y lo alemán: un muro entero de mármol reproducía las Leyes de Núremberg grabadas, culminación de la limpieza de la raza (Reinheit der Rasse), mientras a ambos lados colgaban sendas banderas nazis; frente a ellas, lucía un retrato de Hitler flanqueado por dos escuetas frases, una de las cuales parece ser el original que Wüster debió de tener en mente cuando escribió la cita que abre nuestro texto: «Solo hay dos alternativas: el triunfo de la raza aria o su aniquilación y el triunfo de los judíos; la otra, si la raza resiste, el bastardo se desmoronará» (Benz 2010, 95) (Fig. 4).


Figura 4. Panel de la exposición Der ewige Jude reproducido en tarjeta postal. ALAVA–TUBerlin, número de inventario 05955_01.


A este propósito global, consistente en hacer visible y desenmascarar al enemigo judío, fue incorporado un mediometraje hecho de fragmentos de films montados sin excesivo cuidado, que presentaba a actores judíos encarnando a criminales, pervertidos y otros sujetos de vicios, como expresión de una inclinación natural a tales perturbaciones por parte de la raza maldita. En el conjunto de las imágenes mostradas (fotografías, gráficos, carteles, films), hay algo que no ofrece duda: la exposición logró dar forma contundente y convertirse en el modelo más logrado hasta el momento de denuncia por parte del nacionalsocialismo, una vez conquistado el poder; es decir, que lo aquí escenificado mediante piezas artísticas, (pseudo)científicas, material gráfico y objetos, coronaba narrativa e iconográficamente tentativas anteriores. No es casual que esta fórmula se perpetuase, en sus nudos centrales, hasta el hundimiento del Tercer Reich. 

Sin embargo, si la continuidad y la persistencia son tan indiscutibles como las ideas fijas en materia ideológica del núcleo nazi, el texto que acompañó poco más tarde a la exposición con 265 fotografías confirma que algo necesitaba ser completado por medio de la palabra, a saber: la identidad entre la imagen estereotipada del judío aquí descrito y las figuras que los alemanes conocían en su experiencia diaria de dicha población, constituidas en general por judíos asimilados que apenas un par de años antes ejercían profesiones liberales, enseñanza, muchos de ellos desprendidos de las creencias religiosas y que, en buena medida, era  imposible distinguir a simple vista. Apenas unas cuantas fotografías del catálogo presentan esos tirabuzones, sombreros de hongo o barbas largas, o esas narices aguileñas que los hicieran identificables (Diebow 1938). (8) Goebbels sabía que esa deficiencia «verosímil» debía ser superada. 

8. Entre la inmensa cantidad de textos dedicados a estudiar cuestiones relacionadas con la fisionomía, es interesante destacar uno de ellos que desarrolla precisamente en clave histórica el rasgo quizá por excelencia de identificación del judío, y no solo por parte del nacionalsocialismo, sino por toda una tradición antisemita: la nariz aguileña (Erb 1985).

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