La editorial Shangrila acaba de publicar un breve y exquisito volumen que acoge tres textos de Queneau: Mi vida en cifras, Autobiografía amañada y El apartamento. Los acompaña un prefacio del escritor Pierre Bergounioux, un posfacio de Manuel Arranz —traductor, a su vez, de todo el libro— y unas sobrias ilustraciones de Claude Stassart-Springer.
En Homo numericus, el prefacio de Bergounioux, éste asegura que nada tan absurdo como introducir la exactitud numérica en la futilidad de la vida cotidiana, habida cuenta de que las matemáticas tienen su origen en la pura abstracción. Los grandes eventos son susceptibles de cálculos geométrico-algebraicos, pero la mediocre rutina de la vida individual se adapta mejor a una aprehensión intuitiva y meramente práctica. De este modo expone su admirativo desconcierto ante la inversión de procedimientos que emplea Queneau.
En su posfacio titulado El color de los cangrejos de rio, Manuel Arranz nos recuerda que en mayo de 1942, Queneau asistió en París a una interpretacion de El arte de la fuga de J.S Bach, con su amigo Michel Leiris, al que comentó que sería interesante hacer algo parecido en literatura. Ese fue el origen de componer 99 variaciones sobre un tema trivial, un pequeño incidente anodino en un autobús, del que surgió los mencionados, Ejercicios de estilo (1947), que está considerada su obra maestra. Aplicó pues de fórmulas músico-matemáticas a la escritura creativa.
En este orden de cosas, citemos un fragmento de Mi vida en cifras:
«Me presento, Prosper Rimbaut, un apellido de 7 letras precedido de un nombre de 7 letras. Si añado que mi otro nombre es Adhémar, a nadie le extrañará ya que mis señas de identidad oficiales formen un total de 21 letras, cosa que es tanto más curiosa puesto que yo nací el 21.2.1921, y lo que es más, soy uno de los 212.121 empleados del Crédito Interregional de Nitratos, sociedad anónima con personal y capital variables, capital que asciende a 2.121.212.121 francos con 93 céntimos […].
Vivo en la nº 19 de la rue Lemercier en la puerta 17, en el 5º piso en un apartamento de 1, sola habitación por la que pago 10. 030 francos al mes, los 30 francos son para los buenos amigos».
En cuanto al relato Autobiografia amañada, se puede leer:
«La niñita que seguía allí parecía aburrirse.
Me dijo:
— Puedo transformarte en lo que yo quiera.
No iba a entablar ninguna conversación con aquella niña y, como antes, me limité a sonreírle y seguir mi camino. Fue entonces cuando me tocó con la varita mientras pronunciaba estas palabras:
— Eres un coche.
Me paré de golpe y me sentí obligado a ponerme a cuatro patas».
Humor intelectual, excéntrico, irrecusablemente francés, con su gusto por los modelos lógico-formales y las restricciones en cuanto incentivos compositivos. Pero no es ésta una invención del todo nueva: las complejas demandas técnicas de un magistral soneto barroco —pongamos por caso— son otra forma de matemática clandestina.
En varios aspectos Raymond Queneau nos recuerda a nuestro Ramón Gómez de la Serna. Dentro de sus respectivos ámbitos, han sido paladines de un tipo de vanguardia lúdica. El gusto pues por las idées recués y la literatura convencional, no fueron su fuerte.