La vida entre otras cosas… y sentir.
Cada relato te toca con dedos imantados. Te sumerge entre olas; de vez en cuando emerges a respirar y te vuelve a atrapar el agua salada, la que limpia los ojos.
En cada historia encuentras un sabor: dulce, amargo, picante, salado, ácido… y se te pasa la hora de comer.
En cada relato la luz cambia iluminando rincones diferentes de tu alma, esos lugares poco frecuentados hasta por ti. (Ana Mareny)
Suicidas frustrados, amantes en diferentes grados de enajenación, parricidas víctimas de un horror superior, escépticos irredentos y crédulos famélicos, funcionarios filósofos, diminutas existencias dispuestas a inmolarse en su afán de hacerse visibles y ser aceptadas por otras existencias diminutas, absurdos inadvertidos de tan cotidianos que conforman la gran locura social, vidas como daños colaterales de otras vidas o de las propias, sensibilidades empotradas en barras americanas como mariposas disecadas, seres a la deriva que, huyendo de sí mismos a confines remotos, se encuentran simultánea, inapelablemente, con lo que son, han sido y serán…
Los personajes que pueblan los relatos contenidos en este libro componen un mosaico sorprendente, penetrante, perturbador y bienhumorado, de una concisión implacable, escrito con la auténtica maestría que solo da la inmunidad a concesiones, convenciones, pretensiones y demás imposturas.
Usando la pluma como vara de zahorí, el autor capta con precisión geológica las aguas profundas que, ya sean hilo sutil, torrente bravo o caudaloso río, laten bajo la corriente superficial que a todos nos arrastra.
Y, de propina, una visión intimista y cáustica del Hollywood dorado y un cuento infantil no tan infantil.
Un libro que respira y envuelve con su aliento al lector.
MIGUEL ÁNGEL MONTES BELTRÁN.
Valencia, 1958. Escribió en Cartelera Turia, Contracampo y otras publicaciones.
Desertó del servicio militar, lo que le brindó la oportunidad de conocer por dentro una muestra representativa de las prisiones españolas, hasta ocho, en dos estancias interrumpidas por otras tantas fugas.
Perdió la inocencia de tanto mirar por el ojo de cerradura de tanta cámara de cine y vídeo, ya en la posición relativamente resguardada del operador (Cada ver es… [Ángel García del Val, 1980-81], La muerte de nadie (El enigma Heinz Ches) [Joan Dolç, 2003], La bicicleta [Sigfrid Monleón, 2005], Huella latente [José Ángel Montiel, 2006], Operación Kobra [Carles Palau, 2008], El artificio [José Enrique March, 2009], La caída [Joan Dolç, 2012], En el umbral de la consciencia [Carlos Pastor, 1991-2012] y un largo etcétera), ya en la más expuesta del director: Hibakusha (1985), Chapao: crónica de un reto (1996), Survivir (Retazos centroamericanos) (1998), …y la tierra era fértil y el aire sano (1999-2000, presentada fuera de concurso en el International Documentary Film Festival Amsterdam), El fin de la algarabía (2002, Premio Tirant lo Blanch), Escenas de la lucha de clases (2003), L’edat daurada (2004, Premio Tirant lo Blanch)…
El catálogo del II Mundial Cinema Film Fest se refiere a él como “cineasta de insólita y majestuosa trayectoria”.
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