Tercer volumen de una serie titulada Mis historias de cine, en la que trato de ajustar cuentas con obras cinematográficas que, de una u otra manera, han sido importantes a la hora de forjar mi peculiar manera de relacionarme con el cine. A estas alturas del recorrido me parece adecuado hacer un poco más explícita mi manera de entender el arte del cinematógrafo.
Como el asiduo lector, si existe, ya habrá percibido que para mí el cine está conformado, en último término, por las películas que lo componen. Al fin y al cabo el punto de encuentro real entre el llamado séptimo arte y el espectador se produce a través de aquellas. Lo que no quiere decir que, cada filme a su manera, no plantee toda una serie de problemas que sin dejar de ser fílmicos (para entendernos de forma rápida, estéticos) son, también, cinematográficos (sociales, en un sentido amplio). De ahí la estrategia de aproximación a las películas elegidas: cada obra cinematográfica en la que merece la pena detenerse (y no son tantas como cierta crítica nos vende todos los días) es un objeto singular que debe ser estudiado en su radical individualidad. Sin olvidar que esa individualidad refracta en su forma problemas generales de toda laya (sociales, económicos, políticos, culturales y, también, estilísticos) que ella inscribe y moldea a su manera.
Para controlar esa multiplicidad de niveles no se me ha ocurrido forma más sensata que aplicar una política de círculos concéntricos cada vez más estrechos y debidamente conectados entre sí para poder abordarla. O mejor expresado: destacar aquellos aspectos que sean relevantes para poder comprender en su real dimensión el filme de que se trate. Diré con claridad que esto tiene que ver con lo que denomino contexto pertinente, en la medida en que viene señalado directamente por el filme que se estudia mediante un conjunto de instrucciones inscritas en la materialidad estilística de la obra. El lector encontrará una variada muestra de ejercicios en torno a esta idea en todos y cada uno de los textos que componen el volumen que, quizás, ahora comienza a explorar. En la medida que siempre, en el mundo de las obras artísticas, todo empieza por el final.
Santos Zunzunegui
SANTOS ZUNZUNEGUI (Bilbao, 1947). Catedrático Emérito de Comunicación Audiovisual y Publicidad (Universidad del País Vasco). Semiólogo, analista e historiador cinematográfico. Ha sido profesor invitado en diversas universidades de Europa, EE. UU. y América del Sur. Desde el curso 2018-19 imparte docencia en la Escuela de Cine Elías Querejeta Zine Eskola de San Sebastián.
Entre sus principales libros se cuentan: Mirar la imagen (1984); El cine el País Vasco (1985); Pensar la imagen (1989); La mirada cercana. Microanálisis fílmico (1996; nueva edición revisada y ampliada, Shangrila, 2016), Robert Bresson (2001); Historias de España. De qué hablamos cuándo hablamos de cine español (2002; nueva edición revisada y ampliada, Shangrila, 2018), Metamorfosis de la mirada. Museo y semiótica (2003; versión italiana Metamorfosi dello sguardo, 2011); Orson Welles (2005); Las cosas de la vida. Lecciones de semiótica estructural (2005); La mirada plural (2008), ganadora del Premio Internacional de Ensayo “Francisco Ayala”. En 2013 ha publicado Lo viejo y lo nuevo (Cátedra) donde se recogen cinco años de su trabajo en Caimán. Cuadernos de Cine, revista de la que es miembro de su Consejo Editorial. En 2017 apareció Bajo el signo de la melancolía. Cine, desencanto y aflicción (2017). En 2021 se publicó el volumen inicial de Mis historias de cine y en 2022 el segundo, primera y segunda parte de una serie de textos en los que se resume su manera de vivir con el cine.
Algunas páginas de Derivas
Más información: