Pájaros para que nuestra cabeza, sujeta a la ley de gravedad, no pese tanto. Pájaros míticos y anónimos, majestuosos y menudos, vulnerables. Posados en las partituras de Messiaen y John Cage, en las palmas de Deleuze y Guattari, en los hombros de San Francisco de Asís, en los cables de los postes telegráficos. Batido de alas en el cine, plumas en la pintura, transmigración aviar en la poesía. Búhos, alondras y golondrinas. Pájaros brujos y espectrales, condenados y hechiceros. Ensayos de traducción del canto de las aves, navegación aérea del campo de batalla. El pájaro que te enamoró, el que te asedia. El cuervo de Poe, el loro de Flaubert, el ruiseñor de Keats. Pájaros mecánicos y enfermos, tibios y tiernos a la hora del naufragio. Ansiada levedad, silbidos y gorjeos, derogación del mandato y la pregunta. Pájaros en las arterias del cielo. Otro reino con el que convivir, un reino que no pide nada. Rastros de picos en frescos antiguos, nidos en la tormenta, rutas de migración sincronizada. Las aves de Aristófanes, el ala que pintó Durero. Un pájaro en el hombro de Buster Keaton, otro en el campanario de tu nombre. Pájaros para el desesperado y el ausente. En la comarca andina, en la leyenda persa, en el libro de horas de tu insomnio. Gracia y temblor, lenta disolución en la caída. Pájaros en la mira del amor, en el umbral y en la intersección, en la infancia del mundo, entre las flores. El prodigio de la simplicidad, la soberanía de lo inexplicable. Por aquí pasó un pájaro. Silencio.
Algunas páginas de Pájaros
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