Mediante un estudio trenzado de los fundamentos de la puesta en escena, de la historia del arte, de la tecnología y de nuestra intimidad biológica, el retrato femenino se traslada del cine a la escritura alcanzando un grado de fascinación humana y analítica ajeno a cualquier idolatría. Un ejercicio donde adquiere importancia la instantánea de la palabra, su capacidad descriptiva, su fidelidad fotográfica. El despliegue de la oración como si fuera una pincelada, sus posibilidades para elaborar un discurso de reconocimiento y de respeto por los afectos. Ante estas imágenes importan la visión y la mirada, pero también la plasticidad del lenguaje, porque solo a través de su práctica conjunta conseguiremos dotarlas de profundidad y volumen. De la única pretensión de la paciencia, de la renuncia al academicismo, de la claridad intelectual y de una emoción sobrevenida, nace una perspectiva cultural y fisiológica donde la forma de un travelling y la geometría de un plano importan tanto como la expresión de un gesto, la amplitud de una sonrisa y la densidad de un hueso. En presencia de un rostro femenino, conscientes de la importancia de esta dimensión literaria del análisis, sabremos lo que puede una mujer.
Frente al sensacionalismo contemporáneo que se complace en promocionar la fealdad y la desdicha, en oposición directa a los que comercian con el odio y el vacío, recorremos el discreto camino de la estética que nos lleva de la intuición a la evidencia. Cultivar la mirada, la escritura y la lectura del retrato cinematográfico nos proporciona un sentido cabal de la convivencia y nos impregna con un tímido amor a la vida. No con voluntarismo crédulo, mas con un temblor cálido y sincero, con un sentimiento compartido donde no es necesario verlo todo al completo. Un espacio de imaginación, de memoria y de rigor donde, siguiendo la raíz etimológica de retrato, hacer revivir, devolver al presente a quien lo merece. Porque todas estas mujeres pretéritas propician el conocimiento, ofrecen esperanza y protección, ejercen de contrapeso al poder y nos rescatan del abandono. Venidas de la lejanía, de un Hollywood donde pensamos que siempre estuvieron cautivas, estas imágenes-madre nos ofrecen, en un acto de generosidad y liberación, múltiples maneras de habitar el mundo.
ROBERTO AMABA es doctor en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, Máster en Historia y Estética de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid y colaborador del proyecto de investigación Intermedialidad e institución. Relaciones interartísticas: literatura, audiovisual y artes plásticas de la Universidad de Salamanca.
Autor de los libros Kino Delirio. En presencia de una imagen (2018) y Narración y materia. Supervivencias de la imagen cinematográfica (2019), editados por Shangrila. Ha divulgado en formato digital la miscelánea Fragmentos para una fisiología de la imagen (2017) y ha publicado ensayos, entre otros, sobre Jean Epstein, Alberto Cavalcanti, Paul Fejos y Mark Donskoi (Ártica Editorial), Guy Maddin, Forugh Farrojzad y Sergei Parajanov (Shangrila), Max Ophüls (Donostia Kultura), Anthony Mann (Ediciones Trea) y las fotografías de Abu Ghraib (Sial Pigmalión). Ha coordinado las monografías Pier Paolo Pasolini. Una desesperada vitalidad y Carretera perdida. Paseos con David Lynch (Shangrila). Su actividad investigadora se centra en las relaciones entre arte, literatura y ciencia.
Mantiene el espacio web: www.dererumnatura.es.
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