Botonera

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29.9.22

V. "ENSAYOS SOBRE JEAN-CLAUDE ROUSSEAU", VV. AA. (Valencia: Shangrila, 2022)




RITUAL Y RUTINA
(fragmento inicial)

Miguel Ángel Ramos


Un monde flottant (2020)



Tu película no está del todo hecha.
La hace paulatinamente la mirada. 
Imágenes y sonidos en situación de espera y reserva.
Robert Bresson



Correspondiendo al método del cineasta, debiera ser posible imaginar en continuidad todos sus trabajos, apelando a una perspectiva desde la que se integre una imagen anamórfica de su aventura. Por encima y a pesar del tiempo. En que se nos integre en esa distancia medida, ampliación espacial de la habitación imaginaria que nos acoge, icónica cápsula de soledad, en el mismo y siempre cambiante hotel. No otra cosa debiera ser reflexionar mediante un escrito sobre el trabajo de Jean-Claude Rousseau: asomarse a esa imagen panorámica, fijada desde un punto. Cambio fractal surgido al modificar levemente el punto de vista, a la manera que para la perspectiva hizo célebre Cézanne en su antagonismo con la montaña. Este texto es, pues, una bobina con cierta autonomía, construida en un artefacto global, un libro colectivo, donde diversos voyeurs invitados combinan perspectivas sobre esta imagen global e imposible. Diversos visitantes del lugar con señales en eco. 

Jugando con el resto de bobinas, les invito a prever la perspectiva desde la que hablan las voces de los demás: quién, de un detalle, amplía para circunscribir el resto; quién busca al autor o la autoría o la autoridad, como resto que se extrae de sus pareceres –entrevistas, declaraciones. En este juego de interpretación caleidoscópico, el autor es un invitado más a este lugar de formaciones y deformaciones de tiempos y espacios. La selección de esta perspectiva busca figurar las técnicas que el autor selecciona, los procedimientos mediante los que se produce la invitación activa a participar en un proceso de percepción permanentemente abierto. Lacan refiere sobre Altamira cómo la fuerza de su imposible perspectiva está creada para fijar al habitante invisible de –en– la cavidad: el protagonista reflejo de estas películas no se encuentra en los gestos sobre la caverna, sino en el invisible invitado que inicia su fórmula, que les da forma al contemplarlas. Espera del espectador.

Sobre las técnicas globales, destacaría la de bloqueo, como una suerte de enantiodromía: forzando un proceso a su extremo, convierte sus calidades y abre invitaciones a nuevos ámbitos de relación. De este modo refiere Deleuze la técnica empleada por Dreyer en La pasión de Juana de Arco (La Passion de Jeanne d’Arc, 1928). Mediante un aplastamiento de los parámetros de la imagen, la profundidad y la perspectiva, por ejemplo, se consigue disponer una evocación renovada hacia nuevas dimensiones del tiempo. Nota del cineasta: Paradójicamente, es el aplanamiento el que lleva a la apertura, es lo que permite la travesía y revela la profundidad. Al igual que en un cuadro de Giorgio Morandi, la obsesión por la repetición de una variable tiende a que la consideremos en un segundo lugar, relajando nuestra atención: ni la botella ni el bisonte son el motivo, sino uno de los motores del molino y su trayecto, cebos para reubicar una nueva dimensión del centro perspectivo. El basso ostinato o bajo continuo barroco, por ejemplo, es un gran modelo para la repetición: opera como trasfondo sobre el que las variaciones se proyectan con mayor claridad. No busca atención, sino que la expulsa, creando y potenciando un foco externo. Las estrategias de bloqueo agilizan o ejercitan nuestra vigilancia y sorpresa hacia una percepción más delicada de las variaciones, relajando también la direccionalidad y la teleología de las imágenes, creando esa dinámica de la que hizo uso el cine poético en Ozu, Dreyer, Tarkovski y Bresson. Tal es la generación que constituye la tradición sobre la que Rousseau avanza un paso. Aunque, más bien y como Cézanne, dispone la perspectiva –percepción del proceso de asombro ante las imágenes– tan solo un paso al margen, profundizando la mirada. Mirando más allá. 

La obsesión por el plano congelado, la lente fija, las repeticiones asimbólicas de la habitación, ventana, cuadro, teléfono, paisaje, la figura en actitud de espera, que no de expectativa, la mirada perdida… son variantes, variaciones que hacen del bloqueo una forma paradójica de la fluctuación a la que se somete la presencia. Todo flota al anclarse, defendiéndose frente a la corrosión del tiempo, como una baliza o la idea fija de Berlioz. Podríamos visualizar una imagen media que nos resuma las singladuras globales de estos autores, una marca reconocible de su estilo. Del mismo modo en que reconocemos esa estilografía en un cuadro de Cézanne, de Malevitch o de Goya, que no depende de cada realización particular, sino que recae en esa imagen global media. Reconocimiento biográfico, caligrafía de tensiones, intenciones y movimientos enviados por el estilo, en esa obsesión mantenida en el tiempo a la que, según Tarkovski, deberíamos ser fieles. El estilo y lo reconocible es el establecimiento de un centro de gravedad sobre el que comienzan a pivotar los órdenes de las imágenes y que deja huellas, que pueden acompañarse. El autor, fuera del centro de autoridad, es quien ceba la posibilidad, a través de imágenes en deriva [...]




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