PROFUNDIDAD DE CAMPO. MIS HISTORIAS DE CINE I, de Santos Zunzunegui.
Por Antonio Santamarina
En la senda abierta por Imagen sobre imagen. Mis historias de cine I en relación con las películas que han marcado de diversas formas la vida del autor, Santos Zunzunegui prosigue en este libro su tarea de revisión ampliando el foco a otra serie de obras similares. El método para acercarse a cada una de ellas es siempre el mismo.
Primero, un acercamiento al contexto en el que surgen, entendido este de una forma muy amplia (en unos casos referido al género en el que se inscribe el film, en otros a su recepción crítica, en algunos al papel que juega en la historia del cine…) y que depende en gran medida del excelente olfato crítico e historiográfico del autor, capaz en tres o cuatro párrafos de situar a cada película en la mejor disposición para ser examinada. Segundo, un análisis materialista de cada película muy en la línea del que practicaba en su columna de ‘Lo viejo y lo nuevo’ en esta revista, pero ahora ampliando el campo de estudio a una o varias secuencias muy rentables hermenéuticamente y que cuentan con el correspondiente apoyo gráfico. Y tercero, una bibliografía seleccionada que invita al lector a continuar la exploración crítica.
Apoyado en este método, el autor revela el salto estilístico que supone Los espías (1928) en la filmografía de Fritz Lang, que pasa del pictorialismo de sus primeras películas a la atracción por el movimiento de esta. Igualmente, a propósito de Vampiresas 1933, anota cómo Busby Berkeley lleva a la exasperación la noción misma de espectáculo en sus puestas en escena mientras, de manera serena y muy didáctica, va caracterizando el estilo de determinados autores: el paso de la figuratividad a la abstracción de Josef von Sternberg en El diablo es una mujer (1935), el cine ensayo de Sacha Guitry, tan admirado por Orson Welles, la ambigüedad de Dovzhenko para sortear la censura soviética o la belleza eficaz de Howard Hawks. El repertorio de películas seleccionadas es un maravilloso catálogo de lecciones de cine, que alcanza su cima en la aproximación al estilo oculto y misterioso de Mikio Naruse, cuyas claves acierta a desvelar en su examen de Nubes flotantes (1955), sabrosa guinda de un pastel conceptual.
CONEXIONES. UN DIÁLOGO CON SANTOS ZUNZUNEGUI, de Asier Aranzubia.
Por Jara Yáñez
Conexiones es el resultado de una larga conversación entre maestro (Santos Zunzunegui) y discípulo (Asier Aranzubia) que se establece a partir de ese vínculo tan particular de respeto, admiración e intercambio que el propio libro, en su gran valor, termina sin duda por certificar. Se trata de un debate abierto, estructurado a partir de preguntas y respuestas, a través del cual se refleja no solo la profunda conexión entre contertulios sino también la brillantísima capacidad de Zunzunegui para fundir en sus respuestas la erudición con las digresiones o las anécdotas; para relacionar, en definitiva, y sin solución de continuidad, una dimesión más íntima e incluso autobiográfica (Conexiones podría funcionar en este sentido a modo de unas memorias personales muy sui géneris) con otra mucho más amplia que se ramifica, se enriquece y se diversifica hacia temas que van desde la reflexión sobre los inicios de los estudios académicos sobre cine en nuestro país, el peso específico de una revista como Contracampo y la herencia semiótica y política que dejó, pero también sobre la vida académica en el Bilbao de inicios de siglo cuando el contexto de violencia condicionaba la vida universitaria.
Conexiones es un libro sin duda revelador y tremendamente elocuente que recoge asimismo reflexiones sobre la experiencia docente y los retos que plantea, el debate entre crítica y análisis, el valor de las taxonomías, las herramientas a través de las cuales hacer frente a la comprensión de las películas o la importancia del canon. Todo salpicado por un amplísimo corpus de citas teóricas, pero también literarias, musicales y pictóricas que constituyen un valor en sí mismas. Porque, como bien señala el título del propio libro, hay en el discurso de Zunzunegui una reivindicación del territorio de las conexiones para acercarnos a la comprensión del cine en el marco de un contexto mucho más amplio y general en el que debe entrar en juego el diálogo con el resto de las expresiones artísticas.
“¿Para qué te ha servido a ti el cine?”, pregunta Aranzubia ya casi finalizando el libro. “Diré que estoy convencido con Malraux de que el arte es la única forma lúcida a través de la que el ser humano puede desafiar el tiempo y la muerte”, responde Zunzunegui.
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