PRÓLOGO
Manuel Arranz
Fotogramas del filme de Marcel Broodthaers Un Voyage en Mer du Nord (1973)
Lo que nos desconcierta –ya lo dijo Hegel–
es que las cosas sean como son. (1)
Clement Rosset
Toda obra se nutre y apoya en una obra anterior
que le sirve de referencia e inspiración. (2)
Chema López
1973. Bruselas. Le Sablon. Una mañana de domingo cualquiera. Algunos anticuarios han subido ya la persiana y toman su primer café del día, mientras esperan la llegada de los turistas. Pero eso no será hasta después del segundo café. Marcel Broodthaers se ha levantado temprano, los conoce a todos, y todos le conocen a él. Bonjour Monsieur Broodthaers. Ça va le musée? Ça va, ça va. On m’avait promis un aigle, un jolie aigle en bronze. Mais il n’est pas encore arrivé. Peut-être même qu’il s’est envolé, bromea. Broodthaers asiente con la cabeza. Ha visto algo que ha llamado su atención. Ce tableau. Vous ne l’aviez pas la semaine dernière. C’est vraie. Il est arrivé hier soir. C’est moche quand même, vous ne trouvez pas. Oui, c’est moche. Combien? Ah, vous le voulez? Oui. Cést pour le musée peut-être? Pas exactement. J’ai eu une idée. Alors, combien? Rien. C’est un cadeau pour vous Monsieur Broodthaers. Mais non. Je veux payer son prix. Combien vous avez payé? El anticuario entre tanto ha quitado el polvo al cuadro y lo está envolviendo como solo un anticuario sabe hacerlo. Una marina de un aficionado del siglo XIX, sin ningún valor artístico, no hace falta que le diga. Vous payerez quand l’aigle arrive. D’accord? *
1. Citado en: Rosset, Clément, Lo real y su doble: Ensayo sobre la ilusión, trad. de Enrique Lynch, Barcelona: Tusquets, 1993, p.66.
2. Véase p.114.
* Correspondiendo a los expresos deseos de Chema López, y con el único afán de facilitar la comprensión de su texto, traducimos a continuación, de forma bastante libre, aunque por supuesto fiel, la conversación entre el anticuario y el señor Marcel Broodthaers.
Traducción: Marcel Broodthaers, como la mayoría de los artistas conceptuales fallecidos por enfermedades hepáticas, fue un hombre de costumbres fijas. Los paseos por el barrio de los anticuarios de Bruselas las mañanas de domingo, generalmente solo, fueron una de esas costumbres a la que debemos alguna de sus obras más singulares, como precisamente es el caso de Un Voyage en Mer du Nord (1973).
Marcel Broodthaers está d’accord. Coge el cuadro que el anticuario le entrega, saluda, y se va. Los primeros turistas están empezando a llegar. Una vez en su casa, apoya el cuadro con cuidado en uno de los embalajes del Musée d’art moderne. Gran idea lo del Departamento de las Águilas. Lástima que vaya a tener que cerrar. Retira el envoltorio de la marina, le echa una rápida mirada –no, no hace falta ser un águila, efectivamente, para darse cuenta de que aquello no vale nada–, y va a buscar la cámara. Cuando vuelve, después de algunos minutos, el cuadro sigue exactamente en el mismo lugar en que lo dejó. Durante unos segundos piensa qué será mejor, si mover la cámara frente al cuadro, o, por el contrario, mover el cuadro frente a la cámara. De lo que se trata es de dar la impresión de movimiento, que parezca que el barco está navegando. Él es un artista minucioso, así que prueba las dos cosas. Un Voyage en Mer du Nord. Después decidirá. Ahora tiene que salir. No le gusta hacerse esperar. Mientras camina, hay hombres que piensan caminando y hombres que piensan sentados (3), va pensando en el principio de la repetición, en el doble, en la copia, en la imagen de la imagen, en el camello, en el movimiento inmóvil, en el libro de Deleuze pendiente de leer. ¿O pendiente de escribir? Lo esencial es la simultaneidad, la contemporaneidad, la coexistencia de todas las series divergentes juntas”. (4) Broodthaers acababa de descubrir, sin darse cuenta, el plagio por anticipación.
3. Esta distinción se la debemos a Nietzsche, que al enterarse, mientras daba su paseo vespertino, de que Flaubert pensaba sentado, exclama: «¡Te pille nihilista!»
4. Deleuze, Gilles, Diferencia y repetición, trad. de María Silvia Delpy y Hugo Becacece, Buenos Aires: Amorrortu, 2006, p.192. La primera edición de esta importante obra de Deleuze data de 1968.
De repente, una sospecha. Yo diría que la cámara no tenía película. No importa, piensa. A efectos del experimento ese es un detalle irrelevante. Broodthaers, artista conceptual poco conocido en nuestro país, aquel domingo de mayo de 1973, produjo realidad, o una ilusión de realidad, lo que muchas veces viene a ser lo mismo, a través de una ficción. Una ficción de movimiento. Sólo lo que está vivo se mueve, sólo lo que se mueve está vivo.
*
Remake es un cuadro políptico, obra del pintor Chema López, incluido en la exposición individual del autor titulada Sobre héroes y tumbas (2010), título a la vez de una célebre novela del escritor argentino Ernesto Sábato publicada en 1961. El cuadro está formado por otros dos cuadros ovalados de 170 x 122 cm., dos pinturas más de 63cm. x 67cm., un texto de vinilo sobre pared y un video de 2’ 20’’ de duración, expuestos en un orden determinado. Procedimiento este frecuente en Chema López, en el que las obras remiten unas a otras, se citan, se suscitan, se replican, procedimiento que hubiese hecho seguramente las delicias de Jacques Derrida, el filósofo de la deconstrucción, que no se cansó de explicar y nunca nadie entendió. Pero Remake –nunca nada fue una sola cosa–, es también el título del libro que el lector tiene en sus manos. Una variación sobre una variación, un ensayo sobre un ensayo, una ficción sobre una ficción. Chema López reflexiona sobre algunas de las cuestiones que plantea, y le plantean al pintor, pensar la pintura actual. No es que las instalaciones de Chema López, que él prefiere llamar intervenciones, las investigaciones que lleva a cabo a fin de “extraer evidencia histórica”, sean deudoras de las de Marcel Broodthaers. Si lo son o no lo son, yo no sabría decirlo. Lo que sí sé es que Chema López pretende hacer otra cosa. “Crear realidad desde la ficción”, o una ilusión de realidad a partir de una obra propia, titulada precisamente Remake. “Toda obra se nutre y apoya en una obra anterior que le sirve de referencia e inspiración”, principio este sobre el que nunca se insistirá bastante y que nada tiene que ver con la originalidad –la originalidad, como la novedad, no es un valor, y no hay nada que envejezca más deprisa que la novedad–.
Crear, volvamos a nuestro tema, quizá sea un término excesivo, a la vez que impreciso, referido a la realidad. Crear se crea de la nada, y de la nada hasta ahora, que yo sepa, solo ha podido crear Dios y Samuel Beckett –aunque reconozco que no estoy al día en estas delicadas cuestiones y podría equivocarme–. Para pintar en cambio se necesita pintura, pinceles, disolvente, un lienzo o cualquier otro tipo de soporte; y quizá alguna idea sobre lo que se quiere pintar, aunque esto no es preceptivo. Tradicionalmente del pintor se decía que poseía una técnica propia, un estilo por el que se le reconocía y que le distinguía de los demás. Dicho de otro modo: una técnica más o menos depurada que le identificaba con una escuela, grupo, tendencia, etcétera. Pero la tradición, como la puntualidad y otras costumbres gregarias, que en cambio sí eran un valor, cayó en desgracia hace tiempo.
*
Remake es además “una instalación pictórica” –Broodthaers, el artista belga conceptual, era muy aficionado a las instalaciones– cuyos componentes el autor, en este caso el pintor Chema López, describe detalladamente, además de reproducirlos en este libro (5), y a partir de los cuales nos invita a reflexionar sobre lo que vemos en lo que estamos viendo o creemos estar viendo. Y lo que estamos viendo es, entre otras cosas, una imagen duplicada, basada en una fotografía de Jesse James, personaje legendario por antonomasia de las películas del oeste, género a su vez clásico del cine, que reproduce una serie de clichés fácilmente reconocibles. Que el cine, ese gran imaginario, como dirían los psicoanalistas, tan amantes de la grandilocuencia y el secreto, y tan aficionados ellos también al tema del doble, nutre, e incluso suple, nuestra experiencia de la realidad, es algo incuestionable. Pero el cine no supo seguir y, con algunas excepciones, derivó pronto en una industria más del ocio, ni siquiera la más lucrativa y rentable. Pero esto es otro cantar y la historia no se acaba aquí. “Todo el mundo sabe esto, todo el mundo reconoce esto, nadie puede negar esto”. (6)
5. Véase capítulo 4.
6. Deleuze, Gilles, Diferencia y repetición, op. cit., p.203.
Desde el momento en que la realidad deja de ser real y pasa a ser un constructo teórico más, una entrada de diccionario de filosofía, cuestiones como las que plantean la copia, la repetición o la variación en la producción de sentido, hacen del pensamiento un juego de palabras. En su ensayo Lo real y su doble (7), Clément Rosset, una de las referencias habituales de Chema López, habla de pintores que pintan cosas y pintores que pintan acontecimientos, sucesos, hechos. Oportuna distinción sin duda. Aunque en nuestro caso, en el caso de Remake, tal vez fuera mejor, como por otra parte hace el autor, hablar de conceptos: los conceptos de “representación”, “repetición”, “originalidad” y “copia” fundamentales en todo proceso de creación, junto con los conceptos de “diferencia” e “identidad”, “simulacro” y “transferencia”, “caos” y “analogía”, fundamentales también en la época de la reproductibilidad de la obra de arte, o de la reproductibilidad a secas, con todas sus implicaciones, tanto artísticas como mercantiles, con todas sus servidumbres y con todas sus secuelas, como dice y concluye finalmente el autor. Época de la reproductibilidad que convierte en obsoleta una obra al día siguiente de su creación.
7. Rosset, Clément, Lo real y su doble: Ensayo sobre la ilusión, op. cit.
Imagen, texto, vídeo y sus distintas combinaciones –¿medios distintos para un mismo fin? (8)– le sirven al autor, al artista, no ya para representar la realidad, función esta abandonada hace tiempo por el arte a la fotografía y al cine –tan presentes por lo demás, junto con el blues, en la obra de Chema López, que evita, siempre que puede, hablar de “obra” y de “autor”–, sino para, propiamente hablando, producirla, a partir del estatuto de ficción de todo arte, incluso del dudoso estatuto de autor de todo autor. La ficción no es una manera más de afrontar la realidad. Y menos todavía de escapar de la realidad. La ficción forma parte de la realidad. Es también la realidad. Digámoslo de otro modo para terminar: del mismo modo que un hombre, o una mujer, que fingen estar enfermos, están realmente enfermos, y así como la enfermedad es un punto de vista sobre la salud, la ficción lo es sobre la realidad. Llegados a este punto, pensé para mis adentros: “Esto es lenguaje”. (9)
8. Entre los medios y los fines hoy no hay ninguna relación, ni de dependencia ni de ninguna otra clase. Sólo el azar decide.
9. Eagleton, Terry, Santos y eruditos, trad. de Teresa Arijón, Buenos Aires: El cuenco de plata, 2017, p.30.
Valencia, mayo de 2021