Botonera

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3.3.22

XIII. "LA BRUJA. UNA FIGURA FASCINANTE. ANÁLISIS DE SUS REPRESENTACIONES EN LA HISTORIA Y EL ARTE CONTEMPORÁNEOS", Monserrat Hormigos Vaquero / Carlos A. Cuéllar Alejandro (coords.), Valencia: Shangrila 2022




LA BRUJAS EN LAS SERIES:
DE AMAS DE CASA A GUERRERAS DEL #METOO

ÁUREA ORTIZ VILLETA


Embrujada (Bewitched, 1964-1972). Creada por Sol Saks



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[...] Que la producción de series haya crecido enormemente en los últimos años con la aparición de las plataformas ayuda, sin duda. Hace falta oferta. Que este crecimiento de la ficción serial coincida justo cuando las herramientas digitales permiten una manipulación de la imagen nunca vista, capaz de hacernos creer cualquier cosa y materializar en bellas imágenes cualquier hechizo mágico por poderoso que sea, permite entender la profusión de series de índole fantástica. Pero esta querencia por la magia va mucho más allá y requiere explicaciones no solo técnicas y numéricas. 

Tras el 11S el mundo cambió, no hace falta decirlo. La globalización mostró su peor cara a quienes la defendían y alentaban, porque a quienes la sufrían (millones de personas hambrientas, sin hogar, víctimas de guerras y de la explotación inmisericorde de los recursos naturales) ya se la había mostrado hacía mucho tiempo. El miedo se instaló, la seguridad le fue ganando la batalla a la libertad y los mecanismos de control social se multiplicaron. Y en esas estábamos, con la amenaza permanente del terrorismo, cuando llegó, además, la llamada crisis que en realidad fue una estafa, con la que comprobamos dolorosamente que era posible perderlo todo, lo material y lo inmaterial, como algunos derechos conseguidos muy duramente y que creíamos inamovibles en el ideal de la sociedad del bienestar que nunca fue.

Que unos pocos años después del trauma colectivo del 11S y en plena y brutal crisis los superhéroes y las criaturas mutantes comenzaran a revivir en forma de apabullante blockbuster cinematográfico primero y luego en las series de televisión, no es ninguna casualidad. Batman Begins, la película de Christopher Nolan que coloca al hombre murciélago de nuevo en el candelero, es de 2005, y la primera entrega de la interminable saga Marvel, Iron Man (Jon Favreau), es de 2008. Y a partir de ahí, el delirio, la hiperinflación mágica y superheroica. Seres fabulosos, mutantes, magia y tecnología indistinguible de la magia llenaron las pantallas. No es difícil relacionar esta profusión de maravillas con una respuesta simbólica al miedo y a la necesidad de defensa frente a un enemigo incontrolable y particularmente sibilino. Y así, películas y series escenifican una y otra vez el apocalipsis, la destrucción total, el final del mundo tal como lo conocemos. Un apocalipsis presente de una forma u otra en prácticamente todas estas películas y series, bien por amenazas que vienen de fuera, bien porque la ciencia modifica lo humano más allá de los límites provocando el caos. Y con el apocalipsis también han llegado los ángeles y los demonios, que hasta el mismo Lucifer tiene serie propia. 

Pero no agotan ahí su interpretación estas producciones audiovisuales. Uno de sus temas centrales es la complicada relación con “el otro” y la difícil gestión de la diferencia que sufrimos en las sociedades occidentales. No hay más que pensar en esos mutantes o metahumanos perseguidos, confinados o destruidos por las fuerzas del orden, como las brujas en tiempos pasados. También es verdad que, en clara fricción con el discurso del miedo, como sucede en el mundo real, muestran estas ficciones la necesidad de crear un nuevo orden social que integre a todo tipo de individuos, por extraños que sean. En Agents of Shield, The gifted o The Umbrella Academy se ve muy bien cómo conviven ambas cuestiones, el armarse para una guerra confusa y constante, al mismo tiempo que hay que crear una sociedad en la que a) puedan convivir seres de todo tipo: sobrenaturales, humanos modificados genéticamente, alienígenas, mutantes o ciborgs, y b) se acepte que la condición humana y la identidad son cambiantes e inaprensibles.

Porque este, la modificación de lo humano y la identidad, es otro de los temas centrales de todas estas producciones, más desarrollado en las series que en los filmes, dado que estas tienen, por una parte, una dimensión más doméstica y cotidiana y, por otra, su duración y su estructura en capítulos permite desarrollar este tipo de conflictos más cómodamente, integrando muchos personajes. No es un tema nuevo, por supuesto. En nuestra cultura aparece reiteradamente, vinculado casi siempre a experimentos científicos de resultado incierto, como en Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley, o en la novela de Robert L. Stevenson, El extraño caso del doctor Jeckyll y Mister Hyde (1886), tan en el origen de lo que estamos hablando. En el siglo XXI los avances científicos y los cauces que está abriendo la ciencia, a través de, por ejemplo, la cibernética o la manipulación genética, hacen mucho más palpable y verosímil la posibilidad de convertirnos en híbridos de humano y máquina o de transformar radicalmente no solo nuestra apariencia, sino también nuestra mente y nuestra percepción.

Heredando todos estos dilemas y poniéndolos al día, series como The Flash, Midnight Texas, Agents of Shield, Las escalofriantes aventuras de Sabrina o The gifted acaban siendo una apología de la diferencia. En ellas, cualquiera puede cambiar y adquirir poderes porque le afecte la radiactividad, porque sufra los efectos de la contaminación, porque sea objeto de manipulación genética o cibernética, porque le contagie alguna criatura sobrenatural o cualquier otra acción que se les ocurra a los muy imaginativos guionistas, incluido el ‘porque sí’. Convertirse en mutante, ciborg, vampiro o bruja está al alcance de cualquiera, metamorfosis que supone someterse tanto a la admiración como al rechazo social y a la necesidad de establecer nuevos parámetros de lo humano, redefiniendo qué es eso tan arduo de la identidad. 

¿Y qué pintan las brujas en todo esto? Mucho, claro. En este mundo de fantasía conviven los viejos mitos con los nuevos híbridos sin mayores problemas. Eso sí, tal vez debemos estirar un poco el concepto de bruja, que desde hace un tiempo va mucho más allá de la mujer que tiene tratos con Satán o poderes demoníacos [...]

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