Botonera

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28.2.22

X. "LA BRUJA. UNA FIGURA FASCINANTE. ANÁLISIS DE SUS REPRESENTACIONES EN LA HISTORIA Y EL ARTE CONTEMPORÁNEOS", Monserrat Hormigos Vaquero / Carlos A. Cuéllar Alejandro (coords.), Valencia: Shangrila 2022




BRUJERÍA Y NEOPAGANISMO
EN EL AUDIOVISUAL DOCUMENTAL MODERNO

CARLOS A. CUÉLLAR ALEJANDRO


Fig. 1. Legend of the Witches (Malcolm Leigh, 1969)



[...]

[...] voy a centrarme en uno de los dos mejores documentales cinematográficos jamás filmados sobre el tema de la brujería. Me refiero a Legend of the Witches (Malcolm Leigh, 1969). Esta película británica –posible gracias a que en 1951se revocó la Witchcraft Act  y se despenalizó por fin la práctica de la brujería en el Reino Unido– constituyó una interesante respuesta al relato dominante que el cine de ficción narrativa había construido sobre fenómenos como el Satanismo y la Brujería, tanto en el cine vanguardista (el Expresionismo alemán, en concreto) como en el modelo de representación institucional conocido como Cine Clásico. Sin embargo, y dada su fecha de producción, este documental parece reaccionar más específicamente contra la visión que del tema había ofrecido recientemente el propio Cine Moderno del que formaba parte. Y es que tan solo un año antes se habían estrenado dos de las mejores películas que el cine comercial narrativo ha hecho sobre el tema: La novia del Diablo (The Devil Rides Out, Terence Fisher, 1968) (5) y La semilla del Diablo (Rosemar’ys Baby, Roman Polanski, 1968). Estas películas ofrecían una imagen negativa del culto a Satanás y los rituales de Magia Negra y Brujería, la primera la hacía desde una perspectiva ocultista propia del Hermetismo cristiano (6), la segunda desde el agnosticismo de su director, tal y como declaró el propio Polanski:

... siendo yo un agnóstico, ni creía en Satanás como encarnación del mal ni creía en un dios personal; toda la idea estaba en conflicto con mi visión racional del mundo. Para conferir al relato mayor credibilidad, llegué a la conclusión de que tendría que haber una escapatoria: la posibilidad de que las experiencias sobrenaturales de Rosemary fueran fruto de su imaginación. (7)

5. En su comercialización en España circuló también con el título La batalla de Satán.

6. Para un desarrollo completo de esta hipótesis, remito a mi libro monográfico La novia del Diablo. The Devil Rides Out, Valencia: Shangrila ediciones, 2019.

7. POLANSKI, Roman, Roman por Polanski, Barcelona: Grijalbo, 1985, p. 298, citado en HORMIGOS VAQUERO, Montse, Guía para ver y analizar La semilla del Diablo. Roman Pooanski (1968), Valencia / Barcelona: Nau Llibres /Ediciones Octaedro, 2003, p.83.

El agnosticismo de Polanski no evitó una toma de postura moral ofreciendo una imagen negativa de los grupos que rinden culto a divinidades paganas. En el caso de Terence Fisher, se llegó incluso a tomar medidas precautorias para evitar consecuencias negativas ante el tratamiento de un tema en cuya existencia creían la mayor parte de los miembros del equipo fílmico. Ambas producciones estuvieron asesoradas por especialistas en el campo: Zsandor Anton LaVey (1930-1997), fundador de la Iglesia de Satán, colaboró en el filme de Polanski; por su parte, Terence Fisher estuvo arropado por los conocimientos del escritor cuya novela adaptaba, Dennis Wheatley, y por la labor voluntaria de un erudito Christopher Lee, que encarnaba a uno de los personajes protagonistas. Pero la rigurosa labor de documentación llevada a cabo en ambos largometrajes no se tradujo en un planteamiento libre de prejuicios o partidismos. La demonización de determinados cultos y de sus practicantes estuvo tan presente en estas películas modernas como en las clásicas, las vanguardistas e, incluso, las protocinematográficas realizadas por Georges Méliès y Segundo de Chomón, donde magos, brujos y satanistas se confunden en un mismo personaje y en las que la representación de la bruja prosigue la del género literario del Cuento de Hadas, en el que con frecuencia se inspiraron estos dos grandes pioneros del Cine Fantástico.

Así,  y frente a la visión dramatizada y peyorativa que el cine Fantástico y de Terror había dado de forma mayoritaria a los cultos y rituales tradicionalmente asociados a la brujería, Legend of the Witches se presentó como una respuesta capaz de integrar en una misma película principios tan aparentemente contradictorios como la objetividad (la que se le supone a un filme documental) y la subjetividad (pues aquí es explicada desde la perspectiva de sus practicantes), haciendo gala de un partidismo tan discutible y legítimo como el que había desarrollado hasta ese momento, y salvo excepciones (8), la industria cinematográfica en todo el mundo. El adoctrinamiento institucional (aplicado de forma sistemática por iglesias y estados) había generado una cultura del miedo que  vinculó la Brujería a la Magia Negra y al Satanismo, como si fueran indisociables. A pesar de sus diferencias ideológicas, tanto Fisher como Polanski condenaban el Satanismo pero, justo un año después del estreno de sus películas, apareció este largometraje documental que muestra el neopaganismo y la Misa Negra desde la perspectiva de sus practicantes.

8. Las excepciones más notables, obras maestras de la historia del cine, tuvieron ambas procedencia nórdica: en el campo del documental  La brujería a través de los tiempos (Haxän, Benjamin Christensen, 1922) y en el cine de ficción narrativa Dies irae (Vredens dag, Carl Theodor Dreyer, 1943).

Y es que Legend of the Witches toma como referente directo al mago Alex Sanders (1926-1988), entusiasta seguidor del prestigioso Gerald Gardner (1884-1964), presunto co-fundador y seguro promotor de la Wicca o Modern Witchcraft, supuestamente inspirada en la brujería tradicional de las Islas Británicas. Tras el deceso de Gardner (a quien sus discípulos denominaban King of the Witches), Alex Sanders se autoproclamó nuevo Rey y desarrolló su propia variante de Wicca. Sanders aparece en el filme acompañado de su esposa Maxine (nacida en 1946 y Queen of the Witches en aquella época) y representando una serie de rituales frente a la cámara acompañados de sus seguidores (Fig. 1). El documental de Leigh constituye el contrapeso ideológico a las ficciones de Fisher y Polanski y muestra, precisamente, lo que la censura no admitía en las películas de ficción: sacrificios animales reales, desnudos humanos integrales y actos sexuales explícitos, aunque estos sean simbólicos. Este revelador documental explica, además, el credo de este tipo de grupos: una particular adaptación simplificada y sincretista de mitos antiguos procedentes de culturas distintas, y es que los brujos y brujas a los que hace alusión el título del documental (con el plural neutro “witches”) son, por supuesto, los de las corrientes “neopaganas” británicas de los años ‘50 y ‘60 del pasado siglo XX.

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