¿QUIÉN ES LA MÁS MALVADA DEL REINO?
La bruja en la casa Disney
TERESA LLÁCER VIEL
Introducción
Cuando la manzana ha mordido ella,
mi venganza será un hecho.
La sangre se le congelará en el pecho
y yo seré en este reino, la más bella.
La madrastra de Blancanieves
Una vieja de aspecto desagradable y nariz aguileña culminada por una manifiesta verruga, lacios cabellos encanecidos, envuelta en un manto negro cual personificación de la Muerte, ofrece con sus dedos nudosos coronados con largas uñas, una brillante y apetitosa manzana escarlata a Blancanieves. Si bien es cierto que durante el resto del metraje de Walt Disney se ha podido contemplar a una reina de extraordinaria belleza que hunde sus ansias de eterna juventud en una superficie especular, es igualmente cierto que nunca será esta segunda imagen la que evocará nuestra memoria al recordar a “la Bruja del cuento”, sino la primera: avejentada y tétrica. (1)
1. Las acepciones de “Bruja”, “Hechicera” o “Maga” no tienen unas delimitaciones de significado muy claras. Es por ello por lo que se emplearán indistintamente a lo largo del presente estudio. Véase: GALLARDO, C. “Espejo de Brujas: mujeres transgresoras a través de la historia” en Espejo de Brujas: mujeres transgresoras a través de la historia (coord. ZAMORA CALVO, M; ORTIZ, A.), Madrid: Abada editores, 2012, pp.65-82.
Es presumible que, a lo largo de toda una vida, el imaginario Disney se haya colado incluso para ofrecer lo que sería para el espectador la primera imagen de una Bruja. La reina Grimhilde con sus penetrantes ojos verdes, Maléfica y su cornudo tocado negro o Úrsula y sus serpenteantes tentáculos, han marcado generaciones que no pueden evitar evocar las imágenes de la factoría en cuanto a relatos clásicos se refiere. Sin embargo, Disney ha elaborado metrajes de animación durante noventa años, por lo que una serie de cuestiones afloran a la hora de plantearse qué ocurre con la figura de la Bruja a lo largo de su prolífica producción: ¿Tienen entre ellas algún denominador común? ¿Ha existido algún tipo de desarrollo a lo largo de las décadas entre este tipo de antagonistas? ¿Se ha adaptado la productora a los tiempos modernos a la hora de diseñar a sus Brujas?
Sea como fuere, no es posible hablar de una evolución en ninguno de los casos, ya polémico dentro de la historiografía del Arte, de las variantes de Bruja que la casa Disney presenta a lo largo de toda su producción cinematográfica. Si bien al principio encontramos ejemplos revestidos de clasicismo, como el de la reina Grimhilde en Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, David Hand, Wilfred Jackson, Perce Pearce, Ben Sharpsteen, Bill Cottrell, Larry Morey, 1937), en el año 1963 es posible contar con el ejemplo de Madam Mim en Merlín el encantador (The Sword in the Stone, Wolfgang Reitherman, 1963), donde es cierto que la Bruja se presenta a sí misma como un ser de rasgos psicópatas debido a su carente empatía pero que, a la vez, queda justificado por su propia demencia. Incluso, en algunas de las supuestas últimas Brujas que Disney ha creado para sus películas, ni siquiera es posible concebir al estereotipo de Hechicera o Bruja del cuento, ni siquiera la dama folclórica que podría asociarse a ella. En Enredados (Tangled, Byron Howard, Nathan Greno, 2010), el personaje de Gothel aparece totalmente desprovisto del interés (o repulsión) de las primeras antagonistas y tampoco aprovecha los encantos de las Brujas blancas, dejando una sensación de completa indiferencia en el espectador.
Es por ello por lo que el presente texto pretende abordar la influencia que ha tenido la representación de la Bruja en la construcción del imaginario colectivo a través de las películas de la productora Disney, desde las malvadas de Blancanieves o La Bella Durmiente (The Sleeping Beauty, Clyde Geronimi, 1959), hasta las buenas como la de La Bruja novata (Bedknobs and Broomsticks, Robert Stevenson, 1971). Existe otro tipo de incursiones en forma de Hechiceras que emplean su magia con un fin aleccionador como la Hechicera que lanza el terrible encantamiento al déspota príncipe en La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, Kirk Wise, Gary Trousdale, 1991) o La Bruja de Indomable (Brave, Brenda Chapman, Mark Andrews, 2012) pero, debido a su anecdótico paso por los metrajes, no se desarrollan en este estudio.
Del cuento a la gran pantalla
Antes de adentrarse en la figura de los personajes antagonistas por excelencia de la productora Disney, resulta interesante detenerse un momento a sondear, aunque sea superficialmente, el origen de la Bruja a nivel folclórico y literario, donde subyacen las fuentes que han creado este ser de misterio y poder.
Es sabido que la figura de la Bruja encarna lo oculto, lo engañoso, lo nocturno, lo tramposo, lo críptico, lo tentador y lo ilusorio. Sin embargo, como se ha dicho en la introducción de este capítulo, si hay una imagen en concreto que surge cuando se piensa en la figura de la Bruja, es la de la vieja ajada. Los autores de antaño han preferido evocar el perfil de una mujer avejentada, con algún tipo de tara física o desviación mental, viviendo al margen de la civilización, esto es, en el bosque o en el páramo, en contacto con la naturaleza, y que es capaz de practicar la magia mediante un pacto con el Maligno. Sin embargo, es menester traer a colación las palabras extraídas de la obra La Bruja de Michelet, pues no siempre fue así:
No la juzguéis por la literatura grosera de los cuentos de Navidad, ni por las fábulas, ni por la risa imbécil y la licencia de los cuentos indecentes, que se harán más tarde. Ella está sola, no tiene vecinos. La malsana vida de las pequeñas ciudades negras, cerradas, del espionaje mutuo, del miserable peligroso comadreo todavía no ha empezado. Tampoco existe todavía la celestina que venga al anochecer para tentar a la joven, diciéndole que alguien muere de amor por ella. La mujer no tiene más amiga que sus sueños, y no habla más que con sus animales o los árboles del bosque. (2)
2. MICHELET, J., La Bruja, Madrid: Akal, 2004, p.65.
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