PRÓLOGO
¿Cómo es que nacemos como originales
y morimos como copias?
Edward Young
Este libro parte de una apuesta que hice hace muchos años cuando empecé a investigar el cine documental para mis clases de la universidad. No tardé en darme cuenta de que los documentales que se estaban produciendo en todo el mundo en esos momentos excedían los parámetros de lo que hasta entonces se había considerado cine documental. Los nuevos documentales eran también más arriesgados y ambiciosos que los anteriores. Parecían posicionarse frente a la realidad de forma tan radicalmente distinta que hacía pensar que la que contemplaban no era la misma que la que veían sus colegas más clásicos. Se trataba de una discrepancia que no podía ser menospreciada, puesto que no hay duda de que los fundamentos del cine documental se desarrollaron en una época muy distinta de la actual y, por lo tanto, si la realidad actual es más compleja, parece lógico que surjan dispositivos que estén abiertos a esta complejidad. Introducir, por ejemplo, la subjetividad, la reflexión y las emociones en un ámbito como el del documental, comúnmente basado en el repudio consciente de esos tres factores, tenía que provocar forzosamente una revolución formal y epistemológica en el seno de este cine. Los resultados de esta revolución, que constituyen el tema de este libro, han sido el argumento principal de muchas de mis clases y de algunos de mis escritos durante todo este tiempo.
A pesar de que he publicado numerosos artículos en los que analizaba o me refería a las transformaciones del documental, nunca me había decidido a escribir un libro que sistematizara estas intuiciones. Hacerlo ahora no ha sido una tarea fácil, precisamente porque, al haberse convertido esta cuestión en un argumento insistentemente desarrollado en clases, conferencias y escritos, carecía ya de esa espontaneidad que me había permitido desarrollarlo siempre con entusiasmo anteriormente. De la misma forma que un pintor se siente más libre al hacer un bosquejo que a la hora de convertirlo en una pintura definitiva, yo me he sentido más coartado cuando he tenido que consolidar mis hipótesis, esforzándome para que no perdieran su frescura inicial. En resumen, era necesario compaginar la creatividad y el rigor, una mezcla que, de hecho, siempre he considerado necesaria para el pensamiento productivo y que acostumbra a ser la base de todos mis escritos.
Como sea que algunas de las formaciones que considero fundamentales del nuevo documental ya habían sido analizadas por otros teóricos al mismo tiempo que yo desarrollaba mis hipótesis, me enfrentaba a otro dilema. ¿Era necesario recurrir a esas ideas o debía ceñirme a las mías, la mayoría de las cuales eran anteriores a esos otros estudios? Haber pospuesto durante tanto tiempo la escritura de este ensayo acarreaba este tipo de problemas. Decidí arriesgarme y seguir por mi cuenta, entre otras razones porque mis planteamientos sobre lo que denomino posdocumental son mucho más drásticos que los de la mayoría de los teóricos que tratan sobre el documental contemporáneo. Prácticamente ninguno de ellos considera que se haya producido una ruptura radical con respecto a la tradición clásica, ni que nuevas formaciones como las relativas a la subjetividad y al ensayismo –las más estudiadas– se sitúen al otro lado de una frontera conceptual que las separa de aquella. Por el contrario, yo considero que nos encontramos ante un dispositivo que, sin abandonar el ámbito de la tradición documentalista, la revoluciona por completo. Y que, mediante esta revolución, el posdocumental toma el relevo de las vanguardias artísticas para aplicar su voluntad experimental a la comprensión de una realidad esencialmente compleja.
Al plantearme el proyecto de este libro, se abría, pues, ante mí un vasto territorio prácticamente inexplorado y lleno de nuevas configuraciones y fenómenos que era necesario asimilar. Se me antojaba, por lo tanto, casi imposible la tarea de exponer, no solo los fundamentos de la transformación del cine documental con todas sus repercusiones, sino también el alcance de las variantes de este tipo de cine, en un momento además en que la producción de documentales (o posdocumentales) es ingente y muy variada. Por ello, abandoné la idea de desarrollar una historia sistemática de los distintos giros del nuevo documental y dejé también de lado la tentación de ser exhaustivo a la hora de proponer ejemplos. Decidí limitarme a aquellos films que me parecían más significativos para fundamentar mis ideas, sabiendo que seguramente olvidaba otros que no eran menos relevantes. Lo más importante para mí era exponer una teoría del posdocumental que fuera capaz de asimilar gran parte de las producciones documentales contemporáneas, sin que tuviera que estar fundamentada en un posible canon. El resultado ha sido una obra muy personal que, sin embargo, pretende ser suficientemente informativa sobre el estado del cine documental contemporáneo.
A riesgo de ser tildado de formalista, he decidido prestar más atención a los dispositivos retóricos del nuevo documental que a sus contenidos específicos. Lo cierto es que acostumbran a ser mucho más habituales los análisis temáticos que los estéticos –y a veces, los estéticos no son sino análisis temáticos encubiertos–, por lo que siguen escaseando los estudios que se centren realmente en la manera en que los contenidos temáticos del documental son formalizados. Y ello es especialmente grave en un momento en que la tecnología interviene drásticamente en esta formalización y se pone al servicio del documentalista para que pueda explorar de forma creativa la realidad.
Este libro es pues el resultado de una serie de renuncias que son susceptibles de ser criticadas. Pero no hacerlas hubiera comportado prescindir de muchas de sus posibles virtudes. Igual que, en una puerta giratoria una parte del giro siempre oculta la otra parte, había que escoger en qué lado de la investigación quería estar. Era cuestión de decidir si quería arriesgarme con un punto de vista propio o añadir un libro más a una corriente de estudios sobre el cine documental ya de por sí suficientemente caudalosa. El resultado de la elección la tiene el lector en sus manos.
El escrito está dividido en tres partes. En la primera, repaso los fundamentos del documental clásico desde el punto de vista de las transformaciones actuales. En la segunda, planteo el cambio que supone el posdocumental con respecto a diferentes tradiciones que confluyen en él: la de las vanguardias artísticas y experimentales, la de la representación audiovisual y la de la relación del documental con la tecnología, así como el entramado que forma esta con la imagen y el pensamiento. Finalmente, en la tercera, la más extensa, expongo los diferentes giros en los que he dividido las facetas del posdocumental.
Este escrito es una aventura que compila otra serie de aventuras, experimentadas, como ya he dicho, en otros ámbitos de mi vida académica e intelectual. Sin embargo, creo que no está exento de originalidad, ya que los temas tratados en otras partes han sido todos ellos ampliamente reconsiderados. Al contrario de lo que acostumbra a ser habitual, no he reciclado para este libro ninguno de mis escritos anteriores. Requiere, por lo tanto, de sus posibles lectores un espíritu asimismo aventurero, para que se adentren en él con ese ánimo exploratorio que permite disfrutar de los vericuetos e imprevistos que configuran cualquier aventura. Confío en que el trayecto no les defraude, puesto que pretendo que, a lo largo del mismo, reciban una buena dosis de conocimiento y quizá alguna pizca de saber. En cualquier caso, creo que la mezcla de visiones personales e ideas contrastadas es suficientemente fructífera como para justificar el viaje.
Escribo el libro cuando estoy a punto de dejar definitivamente la universidad, después de casi treinta años de docencia. En estos momentos, dicto la que será mi última asignatura académica, que versa precisamente sobre el documental contemporáneo. Y lo hago a través de clases virtuales, debido a la pandemia que nos atenaza y que tantas cosas está cambiando en el mundo. Entre ellas, se encuentra esta imposición de la tecnología en muchas de nuestras actividades sociales. Siempre he defendido el potencial de las nuevas tecnologías para la producción e intercambio de conocimientos, pero nunca pensé que nos serían impuestas por las circunstancia y que su presencia supliría el necesario contacto personal. Creo firmemente en la validez de la tecnología, siempre que esta no sustituya las relaciones directas entre seres humanos. Por ello estoy realizando mi última tarea docente con sentimientos encontrados. Que mi última clase pueda desarrollarse gracias a la comunicación virtual no deja de ser una ironía del destino.
Camino de salida de una universidad que está siendo desmantelada a marchas forzadas por dirigentes que no la comprenden ni creen necesitarla, quiero tener un recuerdo para los innumerables alumnos y alumnas que me han acompañado a lo largo de estos años en mis exploraciones relacionadas con el cine y la imagen, ya que es gracias a su atenta y amigable presencia en las aulas que he podido perfilar la mayoría de mis ideas.
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