DEVOCIÓN
PASIÓN RIVIÈRE
¿Qué es el vértigo sino el deseo de caer, de dejarse llevar por la caída, de dejarse ir hacia otra parte? ¿Qué espera en esa otra parte sino el objeto de nuestra devoción? La devoción sostiene y da sentido; por devoción se pierde el equilibrio y la razón. Solo los devotos accederán al Paraíso. Porque su exvoto es su vida entera.
I. Anna, dañada
Eras un mal amor. Que es como decir: eras un mal sueño, eras un mal viaje. El sueño avanza hacia la pesadilla y en el viaje se estrella el avión. El mal amor consume lo que toca, como un fuego. Que es como decir: un fuego anticipado. Yo fui hacia tu mal amor, deslumbrado y rendido, como quien acaba de nacer. Tu mal amor vino a buscarme, consciente de su trauma y su poder. Tu mal amor salió de cacería, a derramar su influjo en mi azar controlado, a repetir su método enfermizo. Se partió el reloj, se astilló el espejo, todos los animales afilaron sus uñas en las jaulas. Galvanismo, maniobra exacta de resucitación o potencia salvaje de los partos. Nada es igual, después. Iniciación por electrocución a una vida verdadera. Que es como decir: verdadera por inapelable, inaplazable por irresistible, extraordinaria por su afinación artesanal de los sentidos. Cataclismo en el roce, sismo por la mirada, perfume del aliento que marea las brújulas, música en tus silencios de país distante [...]
II. Anna, posesa
[...] Mordisco de Lucifer, exceso del ritual de cortejo, marca de posesión, identificación del que ha cedido. Estigma del que cayendo supo que nada sería igual y el horror lo cubrió y mientras tanto algo habrá que hacer, me aliso el vestido y salgo. A veces, a distancia, él posa un tentáculo sobre mi cabeza. La hace girar. Qué delicia abyecta no tener que empujar y que él haga por mí. Me imagino que me dice que me quiere, que no me dejará sola. Me digo palabras tiernas que él jamás dirá, porque no le importo. Solo quiere la leche y los huevos. Esos que le llevo yo, su elegida. Sonrío mientras me caen las lágrimas. Me río. Mi monstruo es tan sabio que también me enseñó a reír. La risa desquiciada del que cae y sabe que abajo lo espera una red, muy segura. La sostienen ocho extremidades. He accedido a un grado superior del dolor. Se llama posesión y no se acaba.
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