Botonera

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22.11.21

XV. "VÉRTIGO. DESEO DE CAER", Valencia: Shangrila 2021




LA DANZA DEL PRIMER OTOÑO
(Notas sobre el cine de Wong Kar-Wai)


AARÓN RODRÍGUEZ SERRANO



The Grandmaster (Wong Kar-Wai, 2013)


[...] Tantos hombres deseando amar, como si ese mismo acto fuera dotador de sentido por sí mismo y ofreciera un extraordinario pago al impedir que nos perdiéramos en el −siempre oscuro, siempre nocturno, siempre musgoso y aterrador− laberinto de la pasión. Como si se pudiera recibir a la muerte con el corazón tranquilo y sin arrepentimiento, como si dejarse caer no fuera un gesto al mismo tiempo político, sexual y biográfico.

De ahí que el cine de Kar-Wai, con esos hombres sufrientes y quebrados en millones de pedazos sean, ahora sí, la fotografía real de todo lo que el cine clásico había escondido bajo la alfombra. Eran monstruos terribles, posibles reflejos de un futuro paralizante que me esperaba a la salida del cine, heraldos de la soledad que traían con su sequedad, su rigidez y su gesto permanentemente torturado una topografía de un mundo en el que, digámoslo claro, no es suficiente con desear amar. No basta.

No bastaba con viajar al faro del fin del mundo ni con tranquilizarse pensando que todo era un ensayo. No bastaba con pedir a la mujer amada, con gran elegancia, que no me mirase. No era posible seguir aguantando los rayos afectuosos de Febe, como si la noche fuera simplemente un territorio para consumir ansiolíticos o para −digámoslo también− seguir esperando que el cine nos salvara la vida.

Y todavía debo decir algo más.

Los hombres de Wong Kar-Wai, especialmente en la segunda mitad de su filmografía, ya han perdido la mitad de su vida en esa telaraña de esperas y fantasmas, crucificados en el Gólgota de un tiempo inútil. Por un lado, el cine está infectado de dulces y jóvenes amantes que atraviesan los veranos de los primeros amores con la falsa seguridad de que el futuro habrá de pagar su fidelidad con la merecida placidez del vivieron felices para siempre. Los hombres de Wong Kar-Wai, al contrario, ya han atravesado el umbral del primer otoño. No les queda tiempo para reiniciar nada que no sea, a la vez, desesperado y definitivo. La caída, como ocurre en The Grandmaster, es inesperada pero evidente, demoledora pero deseada. En el amor se desdibujan las fronteras entre desplomarse, bailar y golpearse…


The Grandmaster (Wong Kar-Wai, 2013)


…pero es precisamente ahí, en el vacío, donde emerge la posibilidad misma del fluir, de flotar, y por lo tanto, de mirar −ahora sí−, precisamente donde no podían hacerlo los amantes de Deseando amar.

Mirar fijamente hacia el centro de los ojos del deseo, clavarse allí donde el cine deposita el reflejo de sus imágenes. Saber que no existe una luz más abrasadora que la de un proyector o la de un faro.

Únicamente en el caer se escribe la posibilidad de un futuro. Únicamente en el caer se pueden romper las raíces, los cimientos, las vigas maestras.

Hace muchos años, cuando todavía hacía teatro, recuerdo una conversación en la que un coreógrafo me confesó: “Lo más importante para saber bailar danza contemporánea no es mantener el equilibrio, sino saber cómo dejar caer el cuerpo” [...]





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