CUÁNTO DE LOCO PUEDE SER EL AMOR LOCO
PABLO PERERA VELAMAZÁN
Nosotros tratamos de extraer del amor todo tipo
de posesión, toda identificación, para devenir
capaces de amar. Tratamos de extraer de la locura
toda la vida que contiene, pero odiando al mismo
tiempo a todos los locos que no cesan de matar
esa vida, de volverla contra sí misma.
Gilles Deleuze
Eros dulce y amargo (1986). Así se titula el libro donde Anne Carson expone cómo en la poesía lírica arcaica griega el amor es una “experiencia disolvente”. El amante, al que Eros convierte en un trozo de cera, le hace vulnerable, se derrite en el contacto del otro amado, siempre intempestivo, siempre inesperado, después de todo, siempre no querido. Desde luego, este deshacerse en el contacto del otro, este no poder seguir siendo el que se es, el que se debe ser, se presenta también acompañado de una sensualidad que lleva al límite mismo de la vida, allí donde desde la muerte también se nace. Pero, por ello mismo, el arrebato del amor no deja de ser experimentado como una amenaza, eso sí, enternecedora. “Los poetas griegos también aprenden algo sobre su propio yo, limitado por el esfuerzo de resistir” a su disolución en la experiencia erótica, afirma Carson. Y recuerda las metáforas que acompañan la presencia de Eros en los restos que se conservan de esta poesía: metáforas de perforación, trituración, abrasión, mordedura, desmenuzamiento, escisión, envenenamiento o quemadura. Es en esta “crisis de contacto” con el amado donde el amante que se trama en el poema erótico aprende a valorar la entidad limitada del yo, al perderla. El “descubrimiento del espíritu” que se señala en estos poetas arcaicos no es comprensible al margen de una sensibilidad extremada hacia la vulnerabilidad que siempre nos acompaña ante la presencia del otro al que no tenemos más remedio que amar. Esta forma de aparecerse Eros, tan dulce y amargo a la vez, es la propia, y esta es una de las tesis principales de su obra, de una cultura ya alfabetizada donde la escritura ha revolucionado las técnicas de composición literaria en el estudio de momentos precisos de la vida cotidiana. El amor es uno de ellos, mientras que la vida pública se reconocía en las Polis. Las culturas alfabetizadas no perciben ni piensan ni se enamoran de la misma manera que las culturas orales que las preceden, afirma Carson. Y si el estado de alerta ante lo que sucede, el intercambio fluido con el medio ambiente de impresiones y respuestas sensoriales del cuerpo es determinante para la comunicación oral de nuestros estados, cuando un individuo lee o escribe debe aprender a controlar las respuestas del cuerpo e inhibir las aportaciones de los sentidos, para así concentrarse mejor en las palabras escritas. “La formación alfabética incrementa la conciencia de los límites físicos personales y el sentir estos límites como recipientes del yo”. Es por ello que el amor, para quienes se deciden por el autocontrol, esa emoción súbita y poderosa que invade el cuerpo del que ama, esa vulnerabilidad que expone absolutamente al otro, es la experiencia límite donde esta nueva poesía encuentra su registro más propio. Lo que el amante necesita en el poema es hacer frente al amado sin ser destruido por él.
De nuevo Eros que desata los miembros me hace estremecerme,
esa pequeña bestia dulce y amarga, contra la que
no hay quien se defienda.
(Safo, Fragmento 130)
Es en la misma escritura del poema donde esa dulzura amarga que Eros trae consigo puede ser experimentada sin que el sujeto acabe disuelto en ella. El poema como un antídoto contra su mordedura, contra su veneno, su abrasión, su quemadura, su escisión. ¿Qué es lo que desea el amante del amor?, es la pregunta donde el poeta lírico encuentra el sentido de su trabajo. Porque lo que tiene es evidente: una herida provocada por la irrupción catastrófica del amado, ese otro que nunca puede ser yo, donde toda postulación de identidad se deshace. Pero en este puro desangrarse de uno mismo en la alteridad que nos destituye, el poema debe escribirse, y debe escribirse, a través de la mediación misma de Eros, como el encuentro consigo mismo en medio de la disolución. Es en ese movimiento donde Eros se presenta también como el camino de retorno del amado, siempre tan inaccesible, siempre tan irrenunciable, al amante transformado, lo que se desea. Pero en ellos, en estos poetas arcaicos, este camino no se cumple, y no porque su conclusión sea la imposibilidad de no concluir, que no es así, sino porque solo dan testimonio de cómo el espíritu se desangra por las heridas infligidas por la negatividad del otro. Por eso son tan buenos sus poemas, dice Carson. Representan el primer arrebato literario que emanó del uso del alfabeto, todavía en el contexto del dispositivo oral, explorando en sus mismos poemas, y en relación con el amor, qué clase de cosas son escribir o leer, hacer un poema. Con la extensión de la alfabetización por toda la cultura griega, con la aparición de nuevos géneros como la novela o la filosofía, la cuestión se fue haciendo aparentemente más sencilla [...]
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