Botonera

--------------------------------------------------------------

3.11.21

RESEÑA DE "EL HOMBRE DE TRES LETRAS", de Pascal Quignard, Valencia: Shangrila 2021. Por Iñaki Urdanibia





Reseña de El hombre de tres letras en Kaos en la red.
Por Iñaki Urdanibia


Oda a la literatura de Pascal Quignard

«Me gustan los libros. Me gusta su mundo. Me gusta estar en la nube que forma cada uno de ellos, que se eleva, que se alarga. Me gusta proseguir la lectura. Me entusiasmo al recuperar ese peso ligero y el volumen en el hueco de la mano...», con estas inequívocas afirmaciones se inicia El hombre de tres letras. Último reino XI del filósofo, musicólogo, novelista y ensayista francés Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, 1948), editado por Shangrila, en su empeño por traducir y publicar su obra de Pirineos abajo; antes fueron una par de obras las que editaron y de las que dí cuenta en esta misma red: ¿La vida es sueño o viceversa? Podía aplicarse al autor aquel placer de la lectura del que hablase su compatriota Roland Barthes.

El elogio de los libros y del acto de leer los va desgranando Quignard con visitas a diferentes obras y figuras literarias, en compañía de la soledad y de la fuga de la roma realidad, pura y dura. Las preguntas acerca del origen del misterio que supone la literatura («la palabra “literatura” no tiene origen», decía Émile Benveniste) preocupa al escritor que no cesa de hurgar en busca de diferentes lugares que le conducen al centro del irresoluble enigma en donde se cruzan y se disputan las palabras, las letras y sus orígenes, ofreciendo unas sagaces lecciones de etimología, lexicología, arrastrándonos entre el latín, el griego, y otros signos, pictogramas, etc., y delimitando la oralidad de la escritura, y también las diferencias entre hablar, leer y escribir. No ignora tampoco el acto de escribir y ese zambullirse en lo desconocido del deseo que escarba para hallar la palabra justa, comparando tal actividad con una navegación o con quien marcha tras alguna presa, que se muestra  esquiva, mudándose a diferentes rincones que a veces se antojan difíciles del alcanzar, como si avanzase por los holzewge, caminos del monte que no llevan a ninguna parte, de los que hablase Martin Heidegger. Quignard convertido en un Ulises refractario al cansancio. «No me hables del mar, zambúllete./ No me hables de la montaña, escala./ No me hables de ese libro, lee, asoma aún más la cabeza en ese abismo donde se pierde tu alma».

La escritura de Quignard se desliza por la oscuridad y por los claros del bosque que dejan ver algún lugar para la esperanza, surfeando las palabras y las frases como otros lo hacen en la cresta de las olas; y las citas, las metáforas y otros recursos estilísticos, se despliegan de forma fragmentaria hasta el aforismo, en un abanico que se abre hacia los pagos del silencio del ser, y las tensiones provocadas por la labor de interpretación de textos ajenos, que unen en una mezcla de angustia y placer a los lectores empatizando con los propios autores. Vueltas y revueltas y cierta sensación de sentimientos cercanos a la depresión, toman la página.

El misterio de qué es la literatura y cuáles son sus orígenes son el motor que mueve la pluma, o la tecla, del autor, que se atreve a viajar por estos ignotos lares, en treinta y ocho pasos que a su vez engloban muchos pasos más, que se prestan a la rumia, a la deriva y a la reflexión; pasos que unas veces son acompañados de otros escritores, y otras adoptan la forma de pequeños relatos, cuentos chinos, narraciones romanas, leyendas míticas, evangélicas y bíblicas, que se desplazan en vuelos de asociaciones imaginarias, por los árboles con sus huéspedes alados que cantan, de cuyas patas robaron los chinos la escritura, por los muebles de la habitación propia, sin cortarse a la hora de retroceder a tiempos, y textos, primigenios, clásicos de diferentes tradiciones y áreas culturales. El lector se ve sumido en un balanceo que le impulsa de un lado a otro, entre continentes, colores, olores,... de Cristo a Mahoma, de Heráclito de Éfeso a Petrarca, pasando por John Done, Benveniste o Cicerón, san Agustín, Lao-Tse y dejo cantidad en el teclado (Nietzsche, Kafka, Quintiliano, Freud, Kafka...) siguiendo la tarea de Quignard convertido en avezado arqueólogo de la civilización, de la cultura, que mezcla sin embozo escenas y sentimientos de sí mismo, que trazan la travesía, desde sus primeros pasos infantiles, que ha convertido al escritor en el entregado amante de la lengua que es, en un ejercicio de anamnesis que convierte la memoria en uno de los componentes o privilegiada materia prima de una brillante escritura; lector impenitente que en su escritura se ve contagiado, o en ladrón -consciente o no- que toma prestadas otras palabras, empleadas por otros escritores, por otras lecturas, abriéndose a otros universos... en su insaciable curiosidad; «Los poetas inmaduros imitan. Los poetas maduros roban», decía T.S.Eliott. Rey (rex) y ladrón (en latín fur, furis...de ahí, en ambos casos,  las tres letras) sin obviar que en lengua francesa voler es robar y al tiempo volar / el ladrón del que habla Quignard, vuela a la vez) , el lector que rastrea en las palabras y sus significados desde los tiempos inmemoriales de ese extraño animal que es el hombre, de cuyos sentimientos y quehaceres Pascal Quignard va trazando en sus obras una cartografía lábil en su diseminación hasta los bordes del disloque, y en sus virajes y saltos que emulan el propio funcionamiento del pensamiento...sobre el amor, sobre el pensar, sobre la pintura, y ahora sobre la literatura y... Alguien ha hablado refiriéndose al autor como oceánico («los libros -escribe él- son olas que se encaraman desde el océano silenciado de la lengua»). Y es que ciertamente su escritura y su estilo se mueven en zigzag, derivando de unas orillas a otras en una inagotable exploración, lo que me lleva a considerar que no desentonaría calificar los textos del autor como rizomáticos, en la medida en que aparecen frases, lecturas, recomendaciones, donde menos se las espera, que sirven bien para ampliar las lecturas posibles, con indicaciones acerca de sus posibles interpretaciones, gustos, etc., alimentando la afición lectora y extendiendo los horizontes más allá de aquellos con que se inicia la lectura



Leer