Botonera

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26.3.21

VII. "SAGITARIO FILMS. ORO NAZI PARA EL CINE ESPAÑOL", Santiago Aguilar, Valencia: Shangrila 2021




Tres cintas anómalas


El señor Esteve (Edgar Neville, 1950)



Si nos ceñimos a la taxonomía acuñada por el profesor Castro de Paz para el cine español de la posguerra (134), la primera etapa de Sagitario Films se movería formalmente en el ámbito de los modelos “obsesivo-delirante” y “sainetesco-costumbrista”. Cuatro de los seis títulos producidos por la empresa desde el inicio de su actividad en abril de 1947 hasta el final de la década pueden definirse, según dicha propuesta, “en torno a una mirada masculina obsesionada y herida por la pérdida del objeto amoroso (en ocasiones nítida y sombría metáfora de la guerra), incapaz de enfrentarse al duelo, melancólica hasta el delirio”. (135)

134. CASTRO DE PAZ, José Luis, “De miradas y heridas. Hacia la definición de unos modelos de estilización en el cine español de la posguerra (1939-1950)”, en Quintana, nº 12, 2013.
135. Ibidem, p.53.

La irrupción en la empresa de un cineasta consolidado como Edgar Neville, con una filmografía anclada, desde su regreso de Italia en 1941, en las declinaciones de lo sainetesco suponen un doble salto mortal en el corpus sagitariano puesto que el conde de Berlanga abandona sus queridos escenarios madrileños para realizar una incursión en la Barcelona menestral satirizada por Santiago Rusiñol en El señor Esteve. Capítulo aparte constituye Alas de juventud, cinta de exaltación cuartelera, concebida exclusivamente para congraciarse con la administración y en la que la incomodidad de sus artífices se traduce en una suerte de distorsión –irritante tanto para el espectador como para el Ejército del Aire que había promovido su realización– de la matriz formulada en la exitosa Botón de ancla (Ramón Torrado, 1948). El otro título anómalo lo es tanto que, a pesar de estar concebido por Mur Oti, realizado por Del Amo e interpretado por Carlitos Muñoz, termina resolviéndose en forma de cooperativa y fuera de la productora de Bernhardt.

El señor Esteve tiene un plazo de producción inusualmente largo –entre el 10 de mayo y el 10 de noviembre– debido a que el director tiene que rodar en el ínterin y de urgencia El marqués de Salamanca (Edgar Neville, 1948) para cumplir con los plazos de conmemoración del centenario del ferrocarril en España. Todo ello viene a certificar que, aunque se trate de una producción de Sagitario Films, Neville, que ha sido productor de muchas de sus últimas películas, goza de cierta independencia del equipo reunido en torno a Peláez. Otra prueba de ello es que actúa como jefe de producción José Martín, compañero de estudios y secretario suyo desde los años veinte, que ha ido asumiendo tareas organizativas durante toda la década. No obstante, es el director-gerente de Sagitario en este momento, Andrés Rodríguez Villa, quien tramita el permiso de rodaje el 5 de marzo y quien firma la solicitud de prórroga en octubre.

Decía el eslogan publicitario de la época que “vacaciones sin Kodak son vacaciones perdidas”, de ahí la ironía nevilliana al titular la serie de artículos en los que presenta los escenarios de sus vacaciones estivales de 1946 –Levante, Cataluña y Baleares– como “Veraneo con Kodak”. Las postales desde la ciudad de Barcelona y la isla de Mallorca está cuajadas de referencias a Santiago Rusiñol –pintor de jardines, sainetero en lengua vernácula y observador de la vida–, fallecido en 1931, pero al que el conde de Berlanga había conocido personalmente en el Concurso de Cante Jondo organizado por Falla en Granada en 1922. De él y de su refugio en Sitges escribe Neville:

Sitges es un lugar que inventaron los impresionistas catalanes. Le dieron forma y vida una tertulia de amigos bromistas y graciosos que triunfaban en la mejor época del mundo; entre ellos había grandes artistas, estaba Ramón Casas, que, además de ser un pintor extraordinario, es posiblemente el mejor retratista de su época; estaba el admirable Santiago Rusiñol, que dejando aparte su obra pictórica le bastaría con haber escrito L’auca del señor Esteve para ser uno de los escritores más considerables de nuestro tiempo. (136)

136. NEVILLE, Edgar, “Veraneo con Kodak: Dulce Cataluña”, en ABC, 22 de septiembre de 1946, p.13.

Son años catalanes para muchos cineastas que escapan de la crisis de la industria madrileña. Otros contertulios de Chicote, como Antonio Román o los hermanos Miguel y Jerónimo Mihura, se trasladan a Barcelona contratados por Emisora Films. El actor Fernando Fernán-Gómez y el realizador Carlos Serrano de Osma son cabeza de puente del grupo de los autodenominados telúricos en Cataluña. Neville y Conchita Montes, que ya habían pasado una larga temporada en la Costa Brava a su vuelta de Italia en 1942, se desplazan de nuevo a la Ciudad Condal para rodar Nada y el realizador madrileño proseguirá cultivando la amistad del desterrado Dionisio Ridruejo, de Alberto Puig Palau –el “tío Alberto” de Serrat, compañero de correrías amatorias en el Hollywood de finales de la década de los veinte–, y del crítico de arte Miguel Utrillo, hijo del pintor del mismo nombre que compartió la aventura parisina con Rusiñol y Casas.

El señor Esteve no es una adaptación de L’auca del senyor Esteve de Rusiñol. La cinta de Neville es una constatación de las coincidencias entre ambos. Sirve de excusa la inmarcesible obra del pintor catalán, su mirada socarrona y bonancible hacia las cuatro generaciones que regentan la mercería La Puntual, “fundada en 1800”, en el barrio de La Ribera. El patriarca irá puntuando con sus consejos los bautizos, bodas y defunciones que constituyen el natural discurrir de la vida. Rusiñol contempla a sus criaturas con una ironía cargada de ternura, que Neville disecciona en La Codorniz:

El humor de Rusiñol no es el del hombre inquieto que va rebuscando en los rincones dónde está la nota discordante de los hombres o de las cosas, sino el humor de un señor cómodamente sentado que ve pasar delante de él todo lo que ocurre en su radio de visión, sin molestarse, y que sobre todo no deforma jamás lo que ve. (137)

137. NEVILLE, Edgar, “Rusiñol II: El tranvía del Terreno”, en La Codorniz, nº 325, 1 de febrero de 1948.

En El señor Esteve está todo el humor de Rusiñol. Humor ácido que, a pesar de eso, no hiere porque la claridad de su dibujo no admite borrones. No cuenta tanto la soltura en la realización, pero salta a la vista que, con todas sus imperfecciones, es una de las películas más próximas al corazón de Neville, que puede así retomar la dialéctica entre el mundo de los negocios y la vocación artística que ya había contrapuesto en La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945) y presentar un puñado de caricaturas dignas del semanario satírico y anticlerical L’Esquella de la Torratxa, en el que colaboró el propio Rusiñol [...]





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