Colectivos de cine militante:
Un fenómeno nuevo
La vida es nuestra (Jean Renoir, Jacques Becker y Henri Cartier-Bresson, 1936)
De fenómeno nuevo, en efecto, calificó la revista Cinéma 70, en su número 151, del mes de diciembre, la irrupción en el paisaje cinematográfico de los colectivos de realización de películas. El dosier informativo que daba cuenta de ello no era muy amplio. Constaba solo de apenas 20 páginas de las 160 que componían el número, todo él dedicado, por lo demás, a reflexionar acerca de la relación del cine y la política. Suficiente, no obstante, para dar noticia, acaso por primera vez, de la presencia de colectivos tales como Dziga Vertov, Medvedkine, SLON, Dynadia y C.R.P. (Les Cineastes Revolutionnaires Proletariens). Estos son los colectivos citados. Aunque no habrían de ser los únicos.
Podría decirse, no obstante, que sin dejar de ser nuevo, el fenómeno no nacía ex nihilo. El cine francés contaba ya en su historia con algunos ilustres precedentes. No se trata aquí de historiarlos, ni siquiera de mencionarlos detalladamente. Pero sí de citarlos, al menos. Aunque solo sea a modo de breve introducción.
Precedentes: desde sus orígenes hasta 1968
Nos conformaremos con recordar que ya en 1913 vio la luz el colectivo Le cinéma du peuple, un grupo de índole anarquista cuyos objetivos eran sobre todo divulgar su ideal político a la vez que denunciar las menesterosas condiciones en las que vivía la clase obrera. “Educar, moralizar, instruir, es emancipar. El proletariado tendrá su propio cine para aprender y propagar su ideal. Films técnicos, científicos, o saludablemente divertidos, anti-alcohólicos o revolucionarios, históricos pero de la historia del proletariado, de sus penas, de sus angustias y de sus esperanzas, de moralización, pero de su propia moral, que es la exaltación del trabajo libre y emancipado. He aquí lo que Le cinéma du peuple dará. Ninguna otra cosa, porque él es del pueblo y para él solo”. (117) Tales eran las grandes líneas del programa de este colectivo cuyas películas (no muchas, por supuesto; Guy Hennebelle, siguiendo a Georges Sadoul, cita cuatro títulos) nunca llegaron a exhibirse en locales comerciales, aunque sí en las sesiones organizadas por las Universidades Populares.
117. HENNEBELLE, Guy (coord.), Cinema D´aujourd´hui nº 5/6, marzo-abril 1976: Cinema militant. Histoire, structure, méthodes, ideologie et esthétique, p.19.
Años más tarde, en 1928, se creó la asociación Amis de Spartacus. Pero la finalidad de este colectivo no fue otra que la difusión de películas. En este sentido, Amis de Spartacus puede ser considerada -y, de hecho, así se hace- “como uno de los primeros cine-clubs del mundo”. (118) Y respecto a su fundación no estará de más recordar que la impulsó en buena parte la publicación del libro Le cinéma soviétique, de Léon Moussinac. Este había viajado a la U.R.S.S. en compañía de Francis Jourdain y Panaït Istrati, en el año 1927. A su regreso escribió el libro. Y poco después, Léon Moussinac, Paul Vaillant-Couturier (redactor del periódico L´Humanité), George Maranne (alcalde de Ivry) y Jean Lods, fundan Amis de Spartacus. Se cree que el nombre de la asociación se le debe a Paul Vaillant-Couturier, quien, no hace falta decirlo, era un hombre del Partido Comunista. Y su finalidad no era otra, como ya se ha dicho, que distribuir y exhibir aquellas películas que mostrasen un compromiso social y político bien definido, fuesen o no soviéticas. El éxito cosechado en esta función fue, al parecer, notable. Pero la asociación no tuvo mucho tiempo para consolidarse. Desapareció en 1929. No sin antes dar a conocer a miles de personas la mítica película El acorazado Potemkin (Bronenosets Potemkin (S. M. Eisenstein, 1925).
118. HENNEBELLE, Guy (coord.), Cinema D´aujourd´hui nº 5/6, op. cit., p.20.
Podría citarse alguna experiencia aislada, como la película La vie de travailleurs italiens en France (1926), de Jean Grémillon. Y también el Groupe Octobre, que entre 1932 y 1936 llevó a cabo sus actividades militantes. Pero se trató de un colectivo de agit-prop teatral. Y si merece ser traído a colación es porque en él participaron actores, escritores y directores tanto del mundo del teatro como del cine. Entre otros, los hermanos Prévert, Jean-Paul Dreyfus (más adelante llamado Le Chanois), Paul Grimault, Jean-Louis Barrault, Yves Allégret o Joseph Kosma.
Con todo, el cine militante anterior a los años sesenta tiene su experiencia más notable en el marco del Frente Popular. El título que acude inmediatamente a la memoria, y que debe obligatoriamente mencionarse, es el de una de las películas más conocidas y prestigiosas del cine militante de los años treinta. Y quizá no solo de los años treinta. Nos estamos refiriendo, claro está, a La vida es nuestra (La vie est à nous, 1936), una película patrocinada por el Partido Comunista Francés y que, debido al importantísimo papel desempeñado por Jean Renoir en su concepción y realización, tanto en la elaboración del guión como en el rodaje de la mayoría de las secuencias y en el montaje, así como en la supervisión del conjunto, suele atribuírsele casi exclusivamente a él, incluyéndose en sus filmografías entre El crimen del Sr. Lange (Le crime de Monsieur Lange, 1935) y Una partida de campo (La partie de campagne, 1936). De este modo se pasa por alto la índole colectiva del proyecto y se subsumen en el anonimato las diferentes contribuciones de nombres como Jean-Paul Dreyfus (Le Chanois), Jacques Becker, Pierre Unik, André Zwoboda, Jacques B. Brunius, Henri Cartier-Bresson, Marc Maurette, Marguerite Renoir, Gaston Modot y las apariciones personales de Jean-Paul Vaillant-Couturier, Jacques Duclos o Maurice Thorez. Todos ellos simpatizantes, cuando no militantes, del Partido Comunista. Y aunque su producción fue avalada por el Partido, su financiación se hizo mediante donativos obtenidos en los mítines y variadas aportaciones anónimas. Su coste alcanzó los 70 000 francos, una décima parte del presupuesto medio de la época. Y debido a que fue “prohibida por la censura” (119) sus proyecciones públicas se llevaron a cabo solo en células y mítines comunistas. En todo caso, si resulta obligado recordarla no es solo por su carácter mítico, su importancia histórica y sus excelencias fílmicas, sino también porque, tras décadas prácticamente olvidada, fue recuperada, distribuida y dada a conocer ampliamente por L´Avant-Scéne en 1969. Los redactores de Cahiers du cinéma, Pascal Bonitzer, Jean-Louis Comolli, Serge Daney, Jean Narboni y Jean-Pierre Oudart publicaron en el nº 218, de mayo de 1970, un excelente análisis de la película, erigiéndola en un modelo de cine militante. También la revista Positif le prestó adecuada atención, en su caso mediante un extracto del libro Le Cinéma du Front Populaire, de Goffredo Fofi, aparecido en 1966.
119. HENNEBELLE, Guy (coord.), Cinema D´aujourd´hui nº 5/6, op. cit., p.21.
Precisamente las dificultades que tuvo La vida es nuestra con la censura, propiciaron la consolidación del colectivo Ciné-Liberté. Con anterioridad existía la Association des Ecrivains et Artistes Révolutionaires (A.E.A.R), que promovía los debates políticos para propagar las ideas comunistas. Pero tras la disolución de la sociedad Amis de Spartacus, que le suministraba las películas soviéticas, la A.E.A. R. se transformó prácticamente en una Maison de la Culture. Y la sección cinematográfica de esta se metamorfoseó en 1934 en Alliance du Cinéma Indépendant, en la que la S.F.I.O. (Federación Socialista) dio una enorme importancia al cine como instrumento político. Y poco antes de las elecciones de mayo de 1936, el Comité Central del Partido Comunista contactó con la Alliance para impulsar conjuntamente la realización de La vida es nuestra. De esta convergencia de propósitos frente-populistas nació Ciné-Liberté, una asociación que no solo exhibía películas para el debate entre sus innumerables miembros, en la tradición iniciada por Amis de Spartacus, sino que también abordó la realización de películas. Ciné-Liberté acogía en su seno no solo a sindicalistas o miembros de los diferentes partidos sino a toda persona interesada en el cine. “Jean Renoir fue el presidente de su consejo de administración y uno de los redactores del periódico que con el nombre de Ciné-Liberté llegó a publicarse. Otros redactores fueron Henri Jeanson, Léon Moussinac, Claude Aveline y L. Chéronnet. El actor Gaston Modot fue el secretario general. Y entre los miembros del consejo estuvieron Jacques Becker y Jean-Paul Dreyfus (más adelante llamado J-P “Le Chanois”). (120) Desafortunadamente muchas de las películas realizadas por Ciné-Liberté han desaparecido. Pero nos queda al menos la posibilidad de poder acceder con facilidad a ver uno de los títulos cuya producción impulsó Ciné-Liberté mediante suscripción popular: La Marsellesa (La Marsellaise, 1937), de Jean Renoir.
120. HENNEBELLE, Guy (coord.), Cinema D´aujourd´hui nº 5/6, op. cit., p.22.
Algunos otros títulos merecen recordarse. Lo haremos de la mano de Guy Hennebelle. Por ejemplo, Contre le courant (1938), de Marceau-Pivert, quien en 1935 creara la sección cinematográfica de la S.F.I O., y en la que intervino Germaine Dulac. También los realizados por Robert Menegoz: La grande grève des mineurs (1948), Vivent les dockers (1950), La Commune (1950) o Levés avant le jour (1949), este último sobre las Brigadas Internacionales durante la la guerra de España. Por su parte, el Partido Comunista Francés realizó algunos títulos en los que divulgaba sus posiciones políticas. Citaremos solo Nous Continuons la France (1946), y La bataille de la vie (1948), ambas de Louis Daquin.Y para que no queden dudas sobre tales posiciones políticas recordaremos la película realizada en 1949 por el historiador Georges Sadoul sobre Stalin y titulada L´Homme que nous aimons le plus.
Por esas mismas fechas, en 1950, se produce el debut de unos de los cineastas militantes que dará numerosos títulos acerca del tema que movilizará las energías militantes anteriores al 68: La guerra de Argelia. Ese debut lo señala Afrique 50, una contundente diatriba anticolonialista, cuyo realizador no es otro que René Vautier. Asimismo, René Vautier colaborará con un cineasta militante sin adscripción partidaria reconocida, Yann Le Masson, en un excelente cortometraje que habría de ejercer no poco influencia sobre el llamado cine militante en general: J´ai huit ans (1960), una película concebida a partir de los dibujos de niños argelinos refugiados en Túnez.
Antes de terminar este sucinto exordio, y para no resultar demasiado injustos, citaremos a otros cineastas cuyo tema prioritario fue la guerra de Argelia: Paul Carpita, Louis Terme, Ado Kyrou, y Guy Gilles, entre otros [...]
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