Botonera

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3.12.20

VIII. "FACTICIDAD Y FICCIÓN. CINCO SECUENCIAS FOTOGRÁFICAS DE PERPETRACIÓN DE LA SHOAH", Anacleto Ferrer, Valencia: Shangrila 2020




5. SECUENCIA SEGUNDA:
SELECCIÓN


Antes de entrar a las cámaras de gas de los crematorios IV y V, las personas clasificadas «no aptas» a menudo tenían que esperar su turno en el bosque de abedules junto al que se encontraban estas instalaciones de exterminio. The Auschwitz Album - Yad Vashem. The World Holocaust Remembrance Center.



…un abedul inclina sus delgadas
mejillas bañadas de rubio sobre unas ruinas rojizas.

Gertrud Kolmar


Birkenau y la Acción Húngara

En la primavera de 1944, mientras los ejércitos del Reich retrocedían en el Este ante el avance de las tropas soviéticas y en el Oeste ante el de las angloamericanas, y al mismo tiempo que se sucedían los ataques «estratégicos» con bombas incendiarias sobre las ciudades de Alemania, a Birkenau llegaban directamente las vías del ferrocarril, convirtiendo el gran complejo de Auschwitz en la mayor fábrica de muerte que ha conocido la historia. (13)

13. «En su momento de máxima expansión, en 1944, el campo abarcaba más de cuarenta kilómetros cuadrados del terreno circundante y agrupaba además cerca de cuarenta subcampos, distribuidos en un radio de varios cientos de kilómetros» (Piper 2007: 21). 

Era allí donde funcionaban las instalaciones para el exterminio masivo e inmediato. «Anus mundi, el último drenaje del universo alemán», lo llamará el superviviente Primo Levi (2002: 82). Esa es, curiosamente, la misma percepción que tuvo el perpetrador Johann Paul Kremer, un médico de las SS que después de una Sonderaktion de criba de reclusas, llevada a término el 5 de septiembre de 1942, pocos días después de su incorporación a Birkenau, dejó constancia en su diario de la conversación mantenida con un colega: «[El doctor Heinz] Thilo tiene razón al decirme hoy que aquí nos encontramos en el anus mundi» (Klee; Dressen; Riess (eds.) 1988: 234). (14)

14. Del 30 de agosto al 18 de noviembre de 1942, en que estuvo destinado en Auschwitz, Johann Paul Kremer, profesor y director del Instituto de Anatomía de la Universidad de Münster, realizó estudios con prisioneros muy debilitados por el hambre para investigar qué consecuencias podía tener la privación de elementos en el organismo humano. «Kramer se había habilitado con una tesis “Sobre las transformaciones del tejido muscular en situación de hambre”. En Auschwitz no le faltó material de observación. Les extirpaba a los prisioneros asesinados hígado y páncreas para investigar las trasformaciones que el hambre había producido en el cuerpo humano» (Klee 2015: 408).

Los historiadores calculan que el número de personas que murieron en ese culo del mundo que fue Auschwitz entre 1941 y 1945 se halla entre el millón y el millón y medio. De ellas unas 500.000, la mayoría de las cuales eran judíos húngaros, perecieron gaseadas con Zyklon B, ácido cianhídrico que al contacto con el agua produce cianuro de hidrógeno instantáneamente letal, entre mayo y agosto del año en que se inauguró el nuevo ramal ferroviario que atravesaba el portón de la torre principal de vigilancia y llegaba casi hasta las puertas de las cámaras de gas y los hornos crematorios, justo en las fechas en que florecen y maduran sus semillas los abedules, los Birkenbaume, los árboles de los que toma el nombre el paraje que embosca el Lager.

En marzo de 1944, después de que el regente antisemita y filofascista Miklós Horthy realizase los movimientos preliminares para sacar a Hungría de la guerra, a la que se había adherido tres años antes en calidad de socio del Eje, y focalizarse únicamente en la defensa de su territorio frente al ejército soviético, Hitler decidió avanzar sobre su antiguo aliado y empezó la aniquilación de la comunidad judía de aquel país, a la que culpabilizaba de que Hungría quisiera abandonar la contienda. Como advierte Laurence Rees:

No era un acto motivado tan solo por el ansia de venganza contra los judíos húngaros. En las cuestiones prácticas, los nazis obtendrían muchos beneficios. No solo las materias primas y una ventaja militar estratégica –con el Ejército Rojo cada día más cerca de las fronteras húngaras−, sino también la riqueza de los judíos húngaros. Por otro lado, además de robarles, a los que estuvieran lo bastante fuertes se los podía emplear como mano de obra forzada. Si tenemos en cuenta la ingente cantidad de judíos que vivían en Hungría, para los nazis era una posibilidad muy atractiva (Rees 2017: 470). [...]





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