TARKOVSKI, UN POETA EN EL CINE
Donatella Baglivo
[...] A Andréi le gustaba mucho el oficio del montaje. Para él, decía, el montaje es la cosa más importante que existe en una película, porque la puede mejorar o arruinar –todo depende del montador–. Me contaba toda su experiencia de montaje en Moscú; cómo montó El espejo (Zérkalo, 1975) casi veinte veces, etcétera. Así se inició esta historia de trabajo, de colaboración, de enseñanza. Me enseñaba el trabajo de dirección de cine y montaje, y yo empecé a enseñarle el italiano. En aquel periodo, Tarkovski necesitaba aprender italiano, porque se acercaba la preparación de la película Nostalgia (Nostalghia, 1983).
Empezamos a buscar localizaciones, íbamos por ahí rastreando comparsas y lugares para las tomas. De hecho, encontramos al niño de Nostalgia en una localidad que se llama Monte San Biagio. Íbamos en coche, yo estaba conduciendo, porque él no conducía. En un momento, un niño atravesó la carretera y Andréi me dijo: “Párate”. Fuimos a hablar con él; es el niño que aparece en la película Nostalgia. Así era esta búsqueda de sitios y personas. Era muy interesante trabajar con él.
Y luego, buscando las localizaciones, se le ocurrió que yo no debía ser ayudante, sino actriz en su película. Quería que fuera la protagonista de Nostalgia y me hacía muchas pruebas. Me enseñaba cómo hacer la escena; ensayábamos mucho. Yo lo fotografiaba a él y él a mí. Debo decir que yo nunca quise ser actriz y que ya había iniciado mi trabajo de directora, que me gustaba tanto. Finalmente decidí no hacerlo, decidí seguir con mi trabajo primordial.
Pero yo aún no sabía realmente quién era Andréi Tarkovski, porque en aquel entonces los filmes rusos no llegaban a Italia, no los veía nadie. Así que yo no sabía del todo quién era ese hombre como artista. Lo descubrí un día cuándo fuimos a la Associazione Nazionale Industrie Cinematografiche Audiovisive e Multimediali (Anica), la asociación de cinematografía italiana. Proyectaban La infancia de Iván (Ivánovo detstvo, 1962), y durante la presentación que hicieron los dirigentes de la Anica descubrí quién era Andréi Tarkovski. Al ver La infancia de Iván, entendí que era una persona singular; no sé por qué, pues aún no entendía mucho de cine. Después de ver esta película, sentí una gran ilusión por hacer un filme sobre Tarkovski.
Fui a la RAI y dije que había descubierto a este cineasta ruso, y que no conocíamos la cinematografía rusa en Italia, que me gustaría hacer algo al respecto. Yo ya había trabajado en documentales que recogían historias de vida de célebres figuras del cine; en aquella época, ya me apasionaba ese mundo. Recuerdo que a mi propuesta, el director de la RAI, que estaba detrás de un escritorio grande, me dijo: “Bueno, ¿quién es este hombre?”. Yo le contesté: “Se llama Andréi Tarkovski”. Aún no sabía ni pronunciar bien su nombre, era muy difícil para mí. Me volvió a preguntar: “¿Quién es?”. Dije: “Un cineasta ruso, he visto su película, estaría muy bien hacer un filme sobre él, estando él además ahora rodando en Italia”. Me respondió: “No, no nos importa un cineasta ruso. Imagínate cuántos cineastas tenemos aquí. No, no te daremos ni un duro para un trabajo parecido”. Me marché muy amargada y pensé: “Vale, haré el filme con mis propios medios”. Ya había trabajado durante algún tiempo y tenía un poco de dinero; vendí la casa que tenía en Roma y empecé a hacer este trabajo, a comprar el celuloide y a rodar. Seguí todo el recorrido de Andréi Tarkovski en Italia. Y para mí este trabajo está relacionado, sí, con el sacrificio.
Filmamos Andréi Tarkovski: un poeta en el cine (Un poeta nel cinema: Andreij Tarkovskij, 1984) de modo fragmentario, cuando teníamos tiempo, en un lugar que habíamos escogido juntos, rodeado de agua y con los árboles alrededor. Parecía un bosque perdido [...]
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