SUS PERTENENCIAS
La hora radiante (Frank Borzage, 1938)
La idea de romanticismo en el cine de Frank Borzage, desde sus primeros éxitos en los años veinte, había quedado ligada a circunstancias especiales que se asociaban, tanto como sus protagonistas, a la carga emotiva desplegada. Fueron entonces sus películas mejor apreciadas que nunca, en unos años donde confluyeron factores muy diversos. Quizá pudieron afectar a la popularidad de su obra algunos de ellos, como el clima de muchos países que dejaron atrás la Gran Guerra, tratando de respirar de nuevo y aceptando la normalidad de las nuevas desigualdades y del empobrecimiento que no hizo sino redoblarse en los años de la Gran Depresión. De este extracto social salieron la mayor parte de sus personajes.
Por otro lado, estaban las corrientes surrealistas que habían privilegiado los automatismos mentales como verdaderos centros de la razón, despreciando la moral como una entelequía o como una sinrazón para quienes no comprendían que podía amarse de esa forma. Esas tendencias también tuvieron en estima su cine, menos onírico y místico de lo que proclamaron, pero contrario a todo escepticismo sentimental. Y más que ningún otro elemento, fue la sacudida experimentada por el mismo cine a raíz de algunos filmes de David W. Griffith, King Vidor y por el colofón que supuso Amanecer, de F. W. Murnau. Todas ellas obras que habían colocado las historias de amor contemporáneas a la altura de las heredadas y recreadas de los siglos pasados. En cualquier caso, poco pudieron hacer las películas, muy variadas y nada retro, situadas por Borzage en aquellos Estados Unidos de los años treinta para aunar el interés (no solo del público: un peso histórico y un eco fuera del ámbito cinematográfico) que despertaron El séptimo cielo (Seventh heaven, 1927), El ángel de la calle (Street angel, 1928) o sucesoras como Adiós a las armas (A farewell to arms, 1932). Películas elevadas a la categoría de clásicos inmortales de un cine que había sublimado formas expresivas en franco abandono con la llegada de la nueva era.
Mirado en perspectiva, desde el cine de Borzage posterior y en particular el de la segunda mitad de los años cuarenta y el de sus muy dispersas e imprevisibles obras de los cincuenta (a veces extemporáneo y a continuación realista, de aspecto pobre encarando la serie C y sin previo aviso, casi opulento), se pueden conocer mejor sus intereses, qué le movía, qué quiso dar a ver. El amor, la búsqueda de alguien con quien vivir y ser plenos el tiempo que nos quede. Afectos y situaciones que habían sido grandes bazas y banderas de aquellas emblemáticas películas, quedan ahora rebatidas, discutidas, mostradas a la intemperie de las contradicciones, como ocurre en la obra de posteriores cineasta críticos con sus valores y recursos. Pero no hace falta recurrir a ellas. La hora radiante, filmada en los albores de la otra gran contienda bélica del siglo XX, rodeada de dramas amenazados por un vendaval que lo iba a arrasar todo y que devolvían pasajeramente a su cine a un primer plano, puede parecer una comedia melodramática tan lustrosa como amable e inocua sobre problemas que poca gente tenía [...]
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