Aquí se explora la nieve como una meteorología del espíritu.
La nieve cae en el cine de Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Werner Herzog, Abbas Kiarostami y los filmes de montaña de Arnold Fanck. En la literatura y los relatos populares, entre los que navegan la poesía de José Bergamín y la de Yves Bonnefoy; el libro-calendario sobre el mes de diciembre concebido a cuatro manos por Alexander Kluge y Gerhard Richter; el país de nieve narrado por Yasunari Kawabata; la leyenda de San Bernardo y la Virgen pintada por Alonso Cano; y la escritura de Gamoneda, Boris Pasternak, Thomas Mann y Robert Walser. Cae la nieve en la pintura de Pieter Bruegel el Viejo y Andrew Wyeth. Y la recoge, con una bandeja y una pluma, Wilson Bentley, pionero de la microfotografía de cristales de hielo. La nieve cae, se derrama, se aquieta, se hace manto.
Aquí hay nieve blanca que refulge y nieve negra como una noche que no acaba. Nieve que es un refugio y nieve que es una trampa. Nieve buena y nieve mala, malísima nieve.
Recogimos la nieve como un augurio, un fantasma, una lenta nostalgia salida de un gramófono. Le pusimos música y cerramos los ojos. Y vimos, con los ojos cerrados, que no es cierto que siempre nos quedará París. Lo último en desaparecer será la nieve. Como un trineo o una canción de cuna, como un recordatorio de todos los tesoros que perdimos.
La nieve cae en el cine de Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Werner Herzog, Abbas Kiarostami y los filmes de montaña de Arnold Fanck. En la literatura y los relatos populares, entre los que navegan la poesía de José Bergamín y la de Yves Bonnefoy; el libro-calendario sobre el mes de diciembre concebido a cuatro manos por Alexander Kluge y Gerhard Richter; el país de nieve narrado por Yasunari Kawabata; la leyenda de San Bernardo y la Virgen pintada por Alonso Cano; y la escritura de Gamoneda, Boris Pasternak, Thomas Mann y Robert Walser. Cae la nieve en la pintura de Pieter Bruegel el Viejo y Andrew Wyeth. Y la recoge, con una bandeja y una pluma, Wilson Bentley, pionero de la microfotografía de cristales de hielo. La nieve cae, se derrama, se aquieta, se hace manto.
Aquí hay nieve blanca que refulge y nieve negra como una noche que no acaba. Nieve que es un refugio y nieve que es una trampa. Nieve buena y nieve mala, malísima nieve.
Recogimos la nieve como un augurio, un fantasma, una lenta nostalgia salida de un gramófono. Le pusimos música y cerramos los ojos. Y vimos, con los ojos cerrados, que no es cierto que siempre nos quedará París. Lo último en desaparecer será la nieve. Como un trineo o una canción de cuna, como un recordatorio de todos los tesoros que perdimos.
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