Botonera

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25.6.20

IV. "POESÍA Y FOTOGRAFÍA", Yves Bonnefoy, Valencia: Shangrila 2020



Anunciación, Lorenzo Lotto, h. 1527



[...] ¿Cómo ocurrió? En ningún caso, de forma intencionada. Daguerre había sido pintor, y componía sus tomas como lo habría hecho con un cuadro, sin dejar nada «al azar», y multiplicando, a propósito, las referencias a la tradición artística. Pero reflexionemos sobre lo que necesariamente aparecerá en la pequeña placa de cobre. Ese mantel sobre una mesa, esa prenda sobre un cuerpo estarán ahí, ante nuestros ojos, con sus pliegues verdaderos, los que decidieron el azar de su materia, no el arte del pintor. Esa persona que fue retratada tiene el brazo en una posición que el fotógrafo no ha podido decidir por completo, y permite así que aflore un azar que, en las fotografías de grupo (que se convirtieron en numerosas con la aparición de las instantáneas), se multiplicará por el número de cuerpos y sus posiciones respectivas, entre las que ya no se tratará de crear una armonía que sea ajena a la existencia, tal como se vive. Y un día no muy lejano un gato pasará delante del objetivo sin que el fotógrafo lo haya previsto o querido, lo que, no obstante la propuesta de la Anunciación de Lotto, no podemos hallar en ningún cuadro. El azar está activo, en la imagen fotográfica, desvía a la mente de lo que expresa la composición, si es que la hay; muestra que las cosas existen, por tanto, como tales, en una materialidad irreductible para la mente. En la pintura, el azar es simulado a veces por los mismos que están tratando de deshacerse de él. En la fotografía no hay necesidad de simularlo, está de entrada presente en ella.

¿Se trataría, por tanto, de una invasión?, se me dirá. Consideremos con atención la más insignificante de las fotografías, observemos ese montón de piedras que parece estar ahí —por casualidad, ciertamente— o el tejido de la chaqueta de una persona que quería que le hiciesen un retrato. En la imagen fotográfica, de estos materiales se ve no solo el complemento que constituyen de la idea de piedras o de chaqueta, sino, si se me permite decirlo, su grano, su cúmulo de accidentes en el mero hecho de la cosa, manchas, bocetos de formas, pliegues o roturas, en un número indeterminado y prácticamente infinito. En la pintura un artista, impulsado por su idea, componiendo, instituyendo un sentido, habría controlado e incluso eliminado estos ínfimos detalles con el trabajo de su trazo, de su pincel, mientras que en la fotografía aflora un libre juego de formas y fuerzas, manifiestamente ajeno a todas nuestras leyes e indiferente a nuestros deseos: negación profunda y abismal que se opone a nuestras pretensiones de controlar los caminos hacia una realidad superior, por entero mental. El azar repunta de los detalles de lo que la cámara fotográfica percibe tanto en la materia del mundo como en las relaciones que existían entre los componentes de la obra en el momento en que se decidió y se tomó la foto. Y al hacerlo, el azar se coloca en el nivel de las intenciones, de los proyectos, de los pensamientos del fotógrafo para decirle a él mismo lo que pronto Mallarmé reconocerá, a saber: que solo somos «vanas formas de la materia»; que, de hecho, no somos [...]




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Poesía y fotografía.