…y sus libros, escondidos,
¡que se habían sumergido en el océano!
Arthur Rimbaud, «Los desiertos del amor»
¡que se habían sumergido en el océano!
Arthur Rimbaud, «Los desiertos del amor»
El pobre ensueña
Tengo un don para pasear sin rumbo. Me ha interesado mucho el ajedrez en determinados períodos que vuelven de manera cíclica: son los períodos en que no escribo. […] Eso seguramente esté relacionado con el placer que me procuran las obras sobre estrategia: me gusta la estrategia de andar por casa. (42)
42. «L’écrivain au travail», entrevista con Julien Gracq a cargo de Jean Roudaut, art. cit., p.19.
Julien Gracq asimismo escribe que, en el ajedrez, «basta poner la pieza en una casilla que nada indica para que todo cambie. Visto desde cierto ángulo, hay en ello una operación absolutamente mágica» (Un beau ténébreux). Los estudios del ajedrecista Richard Réti «parecen a veces llevar la impronta de la brujería» (Lettrines 2).
Hay una pieza del ajedrez que tiene un desplazamiento «desviado»: el caballo, cuyo movimiento, sinuoso y quebrado, está erizado de cambios de dirección. El problema del caballo, mencionado con relación al juego suicida de Allan en el casino, reside en intentar «rizar el rizo» a fuerza de zigzags y ardides, de recorridos sinuosos, oblicuos y en forma de estrella, es decir, en recorrer todos los escaques del tablero sin pasar dos veces por el mismo. De igual modo, el caballo es la única pieza que, aun pudiendo saltar por encima de las demás, evita las defensas sin atravesarlas.
Julien Gracq juega al ajedrez cuando no escribe. El mundo del ajedrez, «cristalino, congelado», nada tiene que ver con la novela, pero sí mucho con la poesía. De hecho, el ajedrez, con sus «relaciones secretas que, de un escaque a otro, dormitan sobre el tablero» (Un beau ténébreux), evoca la facultad del poeta de despertar «unas imágenes con otras conforme a un código secreto, a unas leyes de correspondencia ocultas en lo más profundo» (Préférences).
Pasamos de una imagen a otra. Así, el personaje de La península ve encenderse las candilejas, unos fuegos artificiales como pocos: «El campo mudaba en un teatro en el que un dedo de fuego delicadamente venía a tocar y alumbrar el matorral de muérdago de un manzano aislado en su herbazal, la pizarra mojada de una finca rodeada por un encinar: todo se convertía en emboscada, aparición, un destello que tan pronto como se apaga se vuelve a encender». No podemos evitar pensar en el «trazado pirotécnico» de las imágenes inflamándose y volviéndose a encender entre sí en el espíritu del escritor, esa «fuga alegre y enfebrecida». (43)
43. «Lo importante en los poetas […] es la facultad de saltar más ligeramente, más libremente de una imagen a otra, despertar a unas con las otras mediante un código secreto, unas leyes de correspondencia ocultas. Es, si se quiere, una especie de arte de la fuga» (Préférences).
«Pero este repentino desencadenamiento de un genio prisionero de la materia que lleva a cabo el recuerdo […] es una fuga alegre y enfebrecida que, para mí, es el motor y el principio: con su destello reanimado, las imágenes amadas y durante mucho tiempo ensombrecidas –todas las imágenes– se inflaman y van volviéndose a encender una a una; un trazado pirotécnico zigzaguea a través del mundo aletargado y lo recorre en forma de relámpago siguiendo las fracturas secretas que, año tras año –de una experiencia o de una lectura a otra, de un encuentro esencial a otro– han marcado para siempre mi clave personal» (Las aguas estrechas).
Una sola imagen puede atravesar un texto, inervarla. El pensamiento nace «en el seno de una imagen que tiende a dilucidarse» (André Breton). La comparación ayuda a expresar, a comunicar «una impresión difícil de determinar de otro modo que no sea mediante ejemplos». La imagen crea la idea, como por ejemplo en esta descripción del universo de Memorias de ultratumba: «Un extraño universo lagunoso que deriva poco a poco hacia la noche, perforado por esos largos desgarros intercalados que se observan en las nubes del ocaso, fragmentado por los formidables abatimientos del recuerdo» (Préférences). Así como el vocabulario bursátil recorre el texto entero de La literatura como bluff, así la imagen de la fusión a alta temperatura atraviesa «Le Printemps de Mars».
Gracq siempre insistió en la idea de la pobreza en lo que atañe a las imágenes preferidas de un escritor, no por un sentimiento de humildad, sino para acceder a lo más alto. Gracq recuerda esta frase de Mozart (que le enseñó Robert Bresson) acerca de algunos de sus conciertos: «Se sitúan justo a medio camino entre lo dificilísimo y lo facilísimo. Son brillantes… pero les falta pobreza». (44) [...]
44. Esta expresión se halla en una carta del músico. Robert Bresson la menciona en Notes sur le cinématographe, París: Gallimard, 1975, pp.42-45 [existe trad. esp. a cargo de Daniel Aragó Strasser: Notas sobre el cinematógrafo, Madrid: Árdora, 1997]. Un pasaje de La península parece una alusión al sentido de economía que pone de manifiesto la obra de Bresson (máxime por cuanto uno de los proyectos no realizados del cineasta es La Genèse): «[…] muy cerca, el mugido de una vaca, como si desembarcara por fin el Arca» (p.76).
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