Julien Gracq - Foto: Jean Suquet
Ola única de la que soy el mar creciente.
Rainer Maria Rilke, Sonetos a Orfeo*
Las máscaras y la pluma
Todo el mundo sabe que, para los autores de libros, existe una biografía del escritor distinta de la del hombre, que posee su curva, sus propias peripecias, sin un lazo aparente con los acontecimientos de su vida, pues los únicos elementos que la forman son los libros, los escritos y los malogrados, así como aquello que los ha originado. En esta biografía de escritor, mis libros no tratan de disimular nada. (1)
* N. de T.: Sonetos a Orfeo, traducción a cargo de Carlos Barral, Barcelona: Lumen, 1985.
1. «L’écrivain au travail», entrevista con Julien Gracq realizada por Jean Roudaut, Magazine littéraire, nº 179, p.18.
Existe Louis Poirier y existe Julien Gracq. Profesor, el primero vivió una vida marcada por el ritmo escolar. Hay «una línea dura de segmentación en la que parece que hay que rendir cuentas de todo y en la que todo está previsto, el principio y el final de un segmento, el paso de un segmento a otro. Así es como está construida nuestra vida». (2) Existe otra línea, flexible, formada por «pequeñas segmentaciones en actos que, al nacer, parecen estar presas en un rayo de luna o en una escala de intensidad». Esta línea imperceptible está hecha de vibraciones intermitentes que atraviesan a la persona. Hay una tercera línea que enlaza con el trabajo del escritor. Es en esta línea de fuga, «pura línea abstracta», en la que Julien Gracq se olvida de su persona (mejor dicho, de la de Louis Poirier) para abandonarse a un viaje inmóvil y fundirse con unos paisajes y unas ciudades que no existen sino por su escritura. Las tres líneas no cesan de entrecruzarse y de actuar las unas en las otras. Si bien Louis Poirier lleva «[en su opinión] una vida casi siempre monótona», sus días y sus años «mudan constantemente con los colores del momento y de las estaciones»: (3) tales vibraciones de intensidad son las que primordialmente constituyen el material del escritor.
2. Gilles Deleuze, Félix Guattari, Mille Plateaux, París: Éditions de Minuit, 1980, pp.235-252. [Existe trad. esp. a cargo de José Pérez Vázquez, Mil mesetas, Valencia: Pre-textos, 2010.]
3. «Les Yeux bien ouverts», Préférences, p.53.
Louis Poirier y Julien Gracq presentan al mundo diversas máscaras: la del profesor «con un mecanismo bien engrasado», la del hombre gris, la del dandi que luce corbatas vistosas y, por último, la del escritor reservado que sabe declinar las invitaciones de los medios de comunicación. Quienes se han acercado a él mencionan su cortesía, sus destellos de ironía, su mirada penetrante y de una vivacidad poco común, así como su sonrisa: «Cuando sonríe, su rostro de delicados rasgos, con el pelo cortado al ras, se ilumina de pronto con una luz más tierna, casi infantil». (4) La palabra clave es discreción: la discreción de un hombre que espera que igualmente hagamos uso de ella en lo relativo a su persona.
4. Jean-René Huguenin, entrevista con Julien Gracq, Arts, nº 688, 17-23 de septiembre de 1958, p.5.
De su existencia, Julien Gracq sólo dio a conocer aquello que consideró útil y en el momento en que él quiso. Cada «cronología» en la que aceptó colaborar aporta su cupo de nuevos detalles. Se trata de informaciones estrictamente controladas, de tal suerte que las páginas consagradas a su vida en la edición de la Pléiade ciertamente constituyen la versión autorizada y definitiva de su biografía. Tales páginas comprenden numerosos pormenores sobre la genealogía de Louis Poirier. Tras el exceso de detalles, se percibe el humor: el lector lo conocerá todo sobre sus antepasados, desde aquel homónimo a quien, en 1793, con amenazas le arrebataron un trozo de terreno por razones políticas.
Su familia se divide entre «azules» o «republicanos» y «blancos» o «monárquicos», entre los «amigos de la parroquia» y los espíritus libres, en cualquier caso, siempre espíritus fuertes. Louis Poirier añade un poco de rojo al conjunto al afiliarse al Partido Comunista desde finales de 1936 hasta finales del mes de agosto de 1939. Después, el rojo figura de manera exclusiva en la corbata que luce hacia 1950, según el testimonio de Stanislas Rodanski: «En aquel entonces volví a ver a Gracq, que andaba enfrascado en una partida de ajedrez con Hérold. Yo admiraba profundamente su corbata del color de la sangre. Todo ello, perfecto para una tempestad». (5) El color sangre recuerda al lector la rosa emblemática de Orsenna y la mácula que, en el corazón, lucen Allan y Dolorès durante el baile de disfraces de Un beau ténébreux. La afiliación al Partido Comunista probablemente sea algo más que una intemperancia prontamente contenida. Como dice Gracq en su prefacio a La Victoire à l’ombre des ailes, una recopilación de textos de Rodanski, «en aquella época el comunismo estaba presente de un modo muy contundente, con una presencia intelectual y, en mayor medida, tal vez pasional: los derechos de la presencia son inmensos, algo que está escrito en Las afinidades electivas». (6) Secretario del sindicato CGT de su instituto en Quimper, Louis Poirier es el único en seguir la consigna de la huelga anunciada para el 20 de noviembre de 1938, lo que le vale una suspensión temporal de sueldo. Ya nunca volverá a aquello sino «leyendo escribiendo»:
Releo Les Luttes de classes en France y Le 18 Brumaire de Louis Bonaparte con una admiración y una alegría puras. Nada alcanza lo elevado del tono, la claridad del trazo —que atraviesa de medio a medio sin ni siquiera hacer sangrar—, el gozo feroz y alborozado del Marx periodista (Capitulares).*
5. Stanislas Rodanski, La Victoire à l’ombre des ailes, París: Le Soleil noir, 1975, p.40.
6. Prefacio de La Victoire à l’ombre des ailes, p. 14. Sobre los derechos de la presencia, véase En lisant «en écrivant», p.236 [Existe trad. esp. a cargo de Cecilia Yepes: Leyendo «escribiendo», Madrid: Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja, 2004].
* N. de T.: Lettrines en el original, libro cuya traducción al español estuvo a cargo de María Teresa Gallego para la editorial Días contados, 2012. Todas las traducciones de los fragmentos de Gracq que aparecen en este libro son nuevas traducciones, no obstante la existencia de varias obras del escritor traducidas al español. El lector encontrará en el apartado de bibliografía la lista de las obras de Gracq traducidas al castellano. Cuando en el libro se citan obras de otros autores franceses, son éstas también traducciones nuevas, aunque a pie de página se cita la traducción publicada en España cuando la hubiere. Las citas cuya lengua original es distinta del francés están tomadas de las traducciones españolas existentes y hacemos referencia a ellas a pie de página.
De manera diferente, en Préférences («Lautréamont toujours») enaltece «el rechazo y la rebelión [que] se hallan en el hombre de un modo tan esencial como la conciencia», ensalzando sobre todo los del adolescente, en recuerdo de sus clases en el instituto de Nantes: «Lo propio de la infancia, eternamente anárquica, es una aversión natural y principesca a todo orden razonable». Considera que el paso de los bancos del colegio «al estado de lanzadores de bombas» representa «una de las trayectorias humanas de mayor pureza de línea en que pueda soñarse: la de una rebelión absolutamente incondicional». (7)
7. En Saint-Just le impacta el hecho de haber sido «lanzado desde el colegio al terrorismo abstracto» (entrevista con Jean-René Huguenin). Evoca «la pincelada de fulgurante poesía» que representan los estudiantes rusos del Hôtel des Touristes en el bosque, hacia 1907, quienes vivían «en el destello de las hojas del abedul y del álamo temblón en pleno bosque careliano» e iban cada semana a San Petersburgo «con las maletas bien cargadas de dinamita» (Préférences). Esto trae al pensamiento las sugerencias de Mille Plateaux [Mil mesetas] sobre «la jovencita en el terrorismo ruso, la joven de la bomba, guardiana de dinamita» (p.339).
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