Von Sternberg:
¿Filmografía terminable o interminable?
Aarón Rodríguez Serrano
Josef von Sternberg
Quizá el lector haya detectado en nuestro título una cita juguetona a ese portentoso artículo que Sigmund Freud escribió en 1937 –año en el que Von Sternberg, por cierto, andaba intentando completar sin éxito nada menos que un peplum– y que, entre otras muchas cosas, se planteaba por la posibilidad (o no) de cerrar la experiencia del diván.
Para la cinefilia siempre hay algo excitante en las cintas perdidas, las filmografías inacabadas, los secretos de guardarropía de los grandes estudios. Es algo que emerge del centro mismo de nuestra concepción de autor y que, sin duda, nos depara no pocos momentos de satisfacción imaginando, fantaseando cómo serían aquellos planos deseados que los avatares históricos nos han robado. No pretendo tanto contribuir a ese juego, sino más bien pasar una somera revista por aquellos títulos perdidos o no acreditados que nos hablan de un Von Sternberg “no terminable”, esto es, siempre pendiente de un nuevo descubrimiento, de una nueva imagen perdida (o reencontrada).
Con lo que, en las páginas que siguen, de lo que se trata no es tanto de jugar a esa arriesgada lotería cinematográfica de intentar descifrar qué plano concreto o qué decisión habría pertenecido a Josef von Stenberg –salvo en el caso concreto de Children of Divorce, en el que algo podremos decir con una buena fundamentación historiográfica–, ni tampoco de clarificar las culpas históricas del fracaso de éste o aquel proyecto. Antes bien, nos gustaría plantear un juego a partir de los documentos que se conservan para sugerir una lectura razonada de aquello que hemos conservado del aspecto menos “terminable” de la filmografía de Von Sternberg, y, por extensión, de lo que siempre quedará como más ignoto en las lecturas publicadas de su obra.
Algunos fracasos silentes
Que Von Sternberg no fue un director fácil de asimilar por los grandes estudios es algo que emerge prácticamente al realizar una lectura superficial de la cantidad de problemas, tensiones y broncas monumentales con los que fue punteando su trayectoria prácticamente desde sus inicios. Más allá de sus inicios en los escalafones inferiores, una lectura crítica de su trayectoria inicial en el silente nos deja una nómina de grandes nombres agraviados que predice gran parte de lo que habría de llegar. Después de su más que discreto debut en la dirección con The Salvation Hunters (1925), Von Stenberg intentó seducir a Mary Pickford con Backwash, una historia de marcado carácter social que hubiera podido ser financiada por la Metro Goldwyn Mayer. La cosa se había fraguado durante un pase privado que George K. Arthur -el protagonista de The Salvation Hunters- había organizado para algunos de los creadores más “artísticamente arriesgados” del momento. La sensibilidad de Von Sternberg, que no había convencido al gran público, quizá tuviera mejor acomodo entre paladares –y carteras- con mayor refinamiento estético.
Pese al entusiasmo de Chaplin, parece que Backwash no fue del interés de la Pickford. A la luz de la escasa documentación que ha llegado hasta nosotros (1), tenemos algunas ideas de las reticencias que el proyecto pudo suscitar entre sus estrellas e inversores: una película radicalmente social sobre el estado de los suburbios de Pickford protagonizada por una muchacha ciega. La cámara estaba concebida como un elemento de experimentación: casi todo el metraje se rodaría en primera persona y la focalización del relato no escatimaría en retratos interiores, imaginaciones y visiones oníricas –cameo de Chaplin incluído– que romperían con la (naciente) transparencia enunciativa.
1. BAXTER, John, Josef von Sternberg, Kentucky: The University Press of Kentucky, 2010, p.48. BENAÏM, Stéphane, Les visions d´Orient de Josef Von Sternberg, La Madeleine: Lettmotif, 2016, p.39. VON STERNBERG, Josef, Fun in a Chinese Laundry, Londres: Secker & Warburg, 1967, pp.207-208.
Backwash se quedó en el tintero, no sin generar un agrio intercambio de descalificaciones entre Pickford y Von Sternberg. Peor suerte aún corrió La elegante pecadora (Exquisite Sinner, 1926) que llegó incluso a rodar por completo. La novela inicial de Alden Brooks contaba con suficientes elementos para interesar a nuestro director, y de hecho, parece apuntar inevitablemente a algunos de sus trabajos posteriores: amores tormentosos en ambientes exóticos, quiebras subjetivas, tragedias de corazón abierto. Durante el rodaje, Von Sternberg acometió una suerte de férrea disciplina militar (2) que le granjeó no pocos enemigos, y que llegó a su cénit cuando el estudio decidió, de manera unilateral, prescindir de todo el material rodado y reemplazarle directamente desde el comienzo del rodaje por Phil Rosen. Von Sternberg, en sus memorias (3) no deja de señalar la ironía de que se considerase que lo único que fallaba en la producción no eran ni las interpretaciones, ni el vestuario o la dirección de arte… sino su propio trabajo como director.
2. BAXTER, John, op. cit.¸ p.51.
3. VON STERNBERG, op. cit., p.208.
Tras una cuantiosa reparación económica, Von Sternberg fue de nuevo hechizado por Louis B. Mayer para que aceptase un nuevo encargo: La novia fingida (The Masked Bride, 1925). En esta ocasión, su participación en el rodaje apenas duró dos semanas –o según otras fuentes, “dos bobinas (two reels)”–. (4) Después de iniciar una lucha de poderes con Mae Murray, el director decidió emprenderla con la dirección de arte y le pidió a su operador de cámara que se limitase a “enfocar a las vigas del techo”. Bajo su punto de vista, era el único encuadre capaz de soportar la fealdad de los interiores y, por extensión, el insoportable pulido de los suelos aristocráticos por los que vagaban los protagonistas. (5) [...]
4. HARRINGTON, Curtis, “The Dangerous Compromise”, Hollywood Quaterly, 3(4), 1948, pp.405-415.
5. VON STERNBERG, op. cit., p.210. Algunos lectores reconocerán en esta anécdota una de las breves secuencias que, décadas después, rodarían a modo de homenaje los hermanos Coen en ¡Ave, César! (Hail, Caesar!, 2016), en una cita también conectada con los sonadísimos conflictos de Yo, Claudio.
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