Carta sobre Un corazón en invierno, de Claude Sautet
Ana Martínez Santa
Un corazón en invierno, Claude Sautet, 1992
[...] Querido José Luis,
Me rindo. No es esto lo que esperaba decirte. Pero a la situación que tenía (en la que darle prioridad a Sautet era suicida, aunque tu entusiasmo me convenció para que lo hiciera) se añadieron varios infortunios completamente imprevisibles que imposibilitan que pueda enviarte el trabajo. Lo siento de verdad, porque de algún modo ya estaba casi escrito en mi mente. Me refiero a lo de Sautet; a A Short Film about Love de Kieslowski nunca llegué porque prefería hablar a fondo de Sautet que más a la ligera de dos cineastas.
Independientemente de mis avatares, me pasaron cosas con Sautet, ¿sabes? Ya no importa, puesto que no puedo escribirlo por otras razones, pero te cuento el proceso por el que pasé, a pesar del cual no iba a desistir de enviártelo si me hubiera librado de los nuevos infortunios. Después de nuestro último intercambio epistolar (¿puedo imaginar que lo que nos mandamos no son correos de ida y vuelta entre México y Barcelona?) me puse de inmediato a explorar toda la bibliografía que encontré en revistas. Leí incluso lo más relevante de los libros sobre él publicados en francés (una lengua que nunca estudié, pero necesidad obliga). Empecé a examinar la película plano a plano. Obtuve capturas y hasta fotos de alguna página de los impecables cuadernos de trabajo de Un coeur en hiver, tan metódicos como todos los que Sautet solía elaborar cuando preparaba una película. Apilé lecturas mías paralelas relacionadas con sus temas, no en torno a fortificaciones amuralladas sino a “castillos interiores”: otros espacios cerrados donde se dan cita la soledad, la pérdida, el fracaso, los misterios del amor y el arte –siempre confusos y muchas veces entremezclados–, el ideal de la carencia como fuerza perpetuadora del deseo, la creación y la interpretación musical, el preciso mundo de la luthería culta, los paralelismos entre el cuerpo del instrumento y el ser del instrumentista, el tiempo que pasa frente al instante suspendido. Llené medio cuaderno con anotaciones y empecé a escribir, sin orden. Tenía seis películas anteriores suyas por ver, porque no podía hablar de una de sus últimas películas en el vacío, sin saber quién era ni de dónde venía. Cuando algo o alguien nos gusta y empezamos a saber más, casi siempre nuestra opinión mejora. Pero otras veces sucede que es pernicioso saber más sobre aquello que nos gusta y habríamos querido quedarnos en un momento previo, permaneciendo en nuestra antigua ignorancia. Esto último es lo que extrañamente me ha pasado con Sautet. Conocerlo con cierta profundidad ha acabado con lo que de admirable me había parecido advertir en Un coeur en hiver al volver a verla más de dos décadas después de su estreno en 1992. Aunque estoy persuadida de que se trata de la más convincente de las películas de su estilo tardío y acaso de toda su filmografía, me siento como si hubiera viajado a un país desconocido sólo para darme cuenta de que debo abandonarlo y huir cuanto antes, incluso por motivos biográficos [...]