Hacer como si el castillo de Noirmoutier
estuviera rodeado por el bosque.
De un diálogo imaginario
entre Jonas Mekas y Robert Bresson
José Luis Márquez Núñez
Todo movimiento nos descubre.
Pero solo nos descubre
si es automático (no dirigido, no buscado).
Michel de Montaigne
Probablemente, el comentario que Jonas Mekas dedica en su Diario de cine (1972) a Une femme douce (Una mujer dulce, 1969), el film de Robert Bresson, sea el que de manera más afortunada condensa y deja ver en líneas claras y concisas el alma no solo de esa película, sino también la del cine todo de Bresson. En el montaje que sigue se ha armado a modo de diálogo imaginario un breve cruce entre el comentario de Mekas y lo afirmado por Bresson en diversas entrevistas [inmejorable en este sentido, Bresson por Bresson. Entrevistas (1943-1983), reunidas por Mylène Bresson], para bien encontrar luminosas correspondencias; se ha partido de ciertas palabras en las que se contienen algunos motivos y constantes bressonianas y que valen para Un condenado a muerte se escapa (1956), Pickpocket (1959), El proceso de Juana de Arco (1962), Al azar, Balthazar (1966), Mouchette (1967), Una mujer dulce, Cuatro noches de un soñador (1972), Lancelot du Lac (1974), El diablo probablemente (1977) y El dinero (1983). Se advertirá, al lado de las afinidades con Montaigne, Pascal y sobre todo con Dostoievski, que si bien los personajes la pasan en una buhardilla, también podrían encontrarse en el recodo de un castillo; es decir, las diagonales de las que habla Mekas implican asimismo celdas, esclusas, compartimientos, confines, límites, tapias, empalizadas; desde luego, entre príncipes sin palacio y aquellas almas dulces.
Miradas, espacios restringidos, puertas, puertas que se abren o se cierran
JONAS MEKAS: Une femme douce es una película sobre diagonales. Ángulos diagonales. Miradas diagonales. Sobre ojos que nunca se encuentran en realidad. Sobre miradas inconclusas. Sobre miradas indirectas. Sobre miradas. Sobre gente que mira a través de puertas de cristal.
ROBERT BRESSON: Montar un film es vincular seres con miradas. Nos comunicamos a través de las miradas. Para lograr hacer creer que esas sombras en la pantalla son personajes vivos, que no viven la vida real sino una cierta vida, es necesario que existan unos en relación con otros, y los personajes en relación con los objetos. Creo que las miradas son el lazo que hace que exista esa dependencia. Es preciso que la haya. No vivir es no depender. Para mí, las miradas son la dependencia habitual de la vida.
JONAS MEKAS: Una película sobre espacios restringidos. Sobre puertas que se abren y se cierran. Sobre mirar detrás de una puerta. Sobre puertas que se abren suavemente. Sobre una puerta semiabierta.
Un condenado a muerte se ha escapado, Robert Bresson, 1956
ROBERT BRESSON: Todos somos prisioneros. Cuando se está preso, la puerta es lo más importante.
Las puertas tienen, primero, una significación humana: damos un portazo, hablamos a puertas cerradas [...] Además, una puerta marca la intención de partida, de salida, de cambio, porque hay que hacer un movimiento para abrirla o cerrarla.
Para mí, las puertas tienen sobre todo una significación musical: primero por su sonido, al que asigno mucha importancia, pero sobre todo por el ritmo que imponen. Ese ritmo es el ritmo propio del film, en el que se comportan como separaciones entre movimientos o barras de compás. Una escalera es un lugar tanto como una habitación. Luego del alboroto de la calle, a través de la escalera se ingresa al silencio de la habitación. Es un lugar importante de la vida cotidiana [...]