Botonera

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25.5.20

X. "JOSEF VON STERNBERG. ESTILIZACIÓN Y DESEO", Rubén Higueras Flores (coord.), Valencia: Shangrila, 2020




El aprendizaje de la decepción:
Josef von Sternberg, 1935-1941

Iñigo Marzabal



El embrujo de Shanghai


[...]

El fabricante de espantapájaros

En el capítulo introductorio de esas memorias, Von Sternberg confiesa que si, siendo todavía un niño, alguien le hubiese preguntado sobre qué querría ser de mayor, con la experiencia adquirida a lo largo de los años, hubiese contestado: “Fabricante de espantajos”. (2) Pues eso es para él un actor, un “llamativo y multiforme suplente de sí mismo, que coloca el hombre en el campo para proteger sus cosechas, y que hace de cada campesino un director de escena”. (3) Era tal la importancia que el cineasta vienés concedía a la elección de sus actores y actrices que dedica dos largos capítulos de su libro a explicar su concepción de la interpretación y sus tormentosas relaciones con ellos y ellas. De ahí que si algo tienen en común las tres primeras películas de este periodo es que todas adolecen de una cuestión capital en la percepción obsesiva que  Von Sternberg tenía de su trabajo: el reparto le fue impuesto. Crimen y castigo, a fin de lanzar la carrera estadounidense del actor austrohúngaro Peter Lorre; La princesa encantadora, para mayor gloria de la soprano Grace Moore; El borrón de la familia, con el propósito de aprovechar el tirón en taquilla que, en aquel momento, poseía Wallace Beery. Por eso su amarga queja:

Una película no se hace eligiendo un tema acorde a un actor y llamando después al realizador, para que se amolde a la vez al tema y al actor. Esa manera de proceder no tenía nada que ver con el orden lógico, era el mundo al revés. El orden correcto era: realizador, tema y actores. (4)

2. STERNBERG, Josef von, Diversión en una lavandería china, Madrid: Ediciones JC, 2002, p.14.
3. Ibid., p.75.
4. Ibid., p.228.

Crimen y castigo, basada en la novela homónima de Fiodor Dostoievski, fue un empeño personal de Peter Lorre. En su realización se aúnan el hambre del actor por salirse del encasillamiento en personajes de corte psicopático al que creía verse abocado tras el éxito de películas como M, el vampiro de Düsseldorf (M, Eine Stadt sucht einen Mörder, Fritz Lang, 1931) o El hombre que sabía demasiado (The Man Who Knew Too Much, Alfred Hitchcock, 1934) y las ganas del director de producción de la Columbia, Harry Cohn, por firmar una película de calidad, al estar basada en una obra maestra de la literatura universal, y, al mismo tiempo, dar un empujón a la incipiente carrera interpretativa en Hollywood del actor centroeuropeo. De ahí los nada usuales créditos del filme en los que se presenta a Lorre como “la famosa estrella europea”. A partir de aquí, todo parece impersonal y rutinario, como Von Sternberg no cesó de reconocer. Incluso el cartel que abre el relato, en su afán por extraer la historia de su contexto espacial y temporal y elevarla a drama universal contribuye a ello: “Nuestra historia transcurre en cualquier momento y lugar”. De ahí que poco o nada haya en él ni de la cosmovisión del autor ruso (su profundidad psicológica, sus conflictos metafísicos, su radicalidad ideológica) ni del universo del autor austriaco. A partir de la consabida premisa dramática, el asesinato de la usurera por el joven Raskolnikov, a través de una fotografía que se va oscureciendo en consonancia con los problemas de conciencia que experimenta el personaje interpretado por Peter Lorre (5), todo parece desarrollarse como el juego del gato y el ratón entre dos inteligencias, se supone, superiores. La del asesino, comparado a menudo en el filme con Napoleón, y la del inspector Porfiry que pretende atraparlo y que devendrá un sustituto del padre ausente del joven. Al final, del brazo de Sonya, la prostituta de buen corazón, con la mirada tendida hacia el cielo, incapaz de soportar los embates de la culpa y habiendo experimentado el poder redentor del amor, el joven se entrega al paternal policía. Entre tanto, un convencional juego de luces y sombras. Como la presentación de Raskolnikov en el relato cuando, al recibir el premio al estudiante más distinguido de su promoción, sale de la penumbra total  y se dirige hacia la luz, en un movimiento que se pretende resumen de su trayectoria a lo largo de la película [...]

5. Pese a su intento de interpretar a personajes alejados de los que le habían reportado su fama, la interpretación de Lorre en Crimen y castigo como un hombre atormentado y al borde de la locura no deja de recordarnos a su M en el filme de Lang o al Abbott del de Hitchcock.




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