Aaron Siskind
[...] En el transcurso del sueño cada noche el alma (en Grecia la Psique, en Roma la Umbra) deja a su pareja sobre el lecho, la familia en la casa, la comunidad yendo y viniendo de acá para allá en la plaza de la iglesia, a los comerciantes que suben a la nave o que bajan al muelle del puerto, el servicio de bienes culturales en la calle principal que atraviesa el pueblo. Se va sin avisar de la llanura o de la montaña o del bosque o del litoral. Se exvaga de cualquier lugar. Se expatria del país. Quema sus naves. Se va mar adentro.
Aquellos que se emancipan del sueño cruzan una frontera, pasan a “otro lado” del reino de los rostros y del día y del transcurso del día. Se deslizan tras el telón de boca del mundo hablado y simbólico. Alcanzan subrepticiamente el otro lado de la genealogía de la banda familiar e incluso de la Historia de la nación lingüística.
Por eso siempre hay un “terreno vago” más allá de la verja de la casa donde vivimos. En el sótano del edificio donde trabajamos. En lo más profundo de la más terrible de las celdas de la cárcel donde estamos encerrados. Incluso en el peor lugar del peor de los mundos que hemos conocido. Había un espacio donde cerrábamos los ojos [...]