Botonera

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15.5.20

IV. "JOSEF VON STERNBERG. ESTILIZACIÓN Y DESEO", Rubén Higueras Flores (coord.), Valencia: Shangrila, 2020




El nacimiento de una poética de la abyección:
La ley del hampa (1927)
y Los muelles de Nueva York (1928)

Pablo Pérez Rubio


La ley del hampa



La filmografía de Josef von Sternberg arranca con el filme The Salvation Hunters (1925), y este con una secuencia determinante cuyos intertítulos rezan: “Un puerto…, como todos: fango, agua, y a veces sol. Donde los barcos se mecen después de un terrible viaje. (…) Allí, los restos de naufragios de tierra y mar. Madera podrida y barcos que hacen agua. Pescado descompuesto y madera a la deriva. Basureros. Hombres”. Hombres: un sustantivo que acompaña a otros como fango, madera, pescado, deriva, naufragio, basurero, y a adjetivos como terrible, descompuesto o podrida. El texto está puntuado por el intercalado de breves planos que diseccionan la imagen del puerto de San Pedro Bay: una cesta vieja medio rota con una gaviota posada encima, objetos viejos y destrozados varados sobre la arena, un pequeño gato comienzo restos putrefactos de pescado, basura y suciedad general. Tras el intertítulo “Hombres”, Von Sternberg rompe la poética realista inicial e introduce un plano en contrapunto que muestra dos sombras humanas reflejadas en las sucias aguas del puerto, titilando con el vaivén de la ligera marea hasta que la caída de un objeto en el agua produce una nueva ruptura, provocando que los dos seres abandonen la imagen. Quizá sea demasiado pronto para afirmar que la obra de Josef von Sternberg está consagrada a mostrar la gran ciénaga de la abyección humana (cenit: Una tragedia humana, An American Tragedy, 1931) (1), pero no para anticipar que el realizador dedica buena parte de su filmografía a ilustrar en imágenes los universos sociales e individuales de miseria moral y material que décadas atrás habían formado parte de las obras de Zola, Dickens, Dostoyevski o Tolstói. 

1. GANDINI, Leonardo, “El director es la estrella” en Historia general del cine. Volumen IV. América (1915-1928), TALENS, Jenaro y ZUNZUNEGUI, Santos (coords.), Madrid: Cátedra, 1997, pp.392-393.

Prostitutas, borrachos, exconvictos, tullidos y toda suerte de ambientes degradados (no importa que estén inscritos en el mundo urbano estadounidense, Andalucía, Marruecos, China, una isla del Pacífico o Rusia) integrarán un “universo Von Sternberg” en el que la belleza y el glamur convivirán —no en armonía precisamente– con la fealdad, la maldad, la inmundicia, la locura, la idiocia, la ambición, la lucha por el poder, la hipocresía, la traición y la seducción interesada. Un envilecimiento que no distingue de clases sociales, pues afecta igualmente a vagabundos, taberneros, burgueses, aristócratas o emperadores. (2) Y en este mundo hiperrealista de Von Sternberg, lo carnavalesco cobra un especial protagonismo como artefacto festivo que provoca la subversión de lo real desde el dominio de la impostura (la máscara) y donde se intentan ocultar, en vano, la fealdad y la deformidad humanas. Hay fiestas de este estilo en La ley del hampa (Underworld, 1927), Los muelles de Nueva York (The Docks of New York, 1928), Fatalidad (Dishonored, 1931), Capricho imperial (The Scarlet Empress, 1934), El diablo era mujer (The Devil Is a Woman, 1935) y alguna más. En Von Sternberg, la permanente indagación del estatuto de lo real hace que la representación bascule entre lo hiperreal, lo naturalista, lo barroco, lo abstracto y lo estilizado. De ahí, probablemente, la sensación de extrañeza que se respira en todos sus filmes, que parecen estar permanentemente escrutando, escudriñando, examinando al ser humano en su condición social.

2. MONTERDE, José Enrique, “Josef von Sternberg, el barroco como estilo (II)”, Dirigido por…, nº 91 (marzo de 1982), p.37: “La decrepitud biológica unida al declive espiritual, la decadencia social que conduce al desclasamiento y la descomposición sociológica causante de la desintegración social final”. De ahí que el cine de Sternberg haya sido relacionado más de una vez con la Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges, que en el prólogo de la primera edición confiesa haberse inspirado en “relecturas de Stevenson y Chesterton” y en “los primeros films de Von Sternberg”. 

En una de las obras menos conocidas del director, Anatahan (1953), se oye decir a la voz over: “Estamos conducidos por fuerzas que no conocemos”. Un determinismo moral y cósmico —no podríamos decir, con precisión, “religioso”— que se explora una y otra vez (como buscando una explicación) colocando a los personajes en el abismo del destino y enfrentándolos a la fatalidad sin demasiadas esperanzas de ver una luz. Todo ello (descripción de la abyección del ser humano, exploración de los diferentes niveles de realidad, construcción de un estilo) está ensayado y esbozado en The Salvation Hunters y cristaliza con enorme éxito semántico y dramático en el díptico formado por La ley del hampa y Los muelles de Nueva York, que, junto con Thunderbolt (1929), supone la primera y poderosa incursión de Von Sternberg en dos de los ambientes más oscuros y degradados del ser humano a comienzos del siglo XX: los bajos fondos de Chicago y el entorno tabernario de los muelles de Nueva York.


La ley del hampa: de atributos, poder y redención

La ley del hampa da inicio con un prólogo ejemplar que identifica de manera épica al héroe y al antihéroe en un violento contexto social. Dos planos sobreimpresionados dan cuenta del lugar (la Chicago de los rascacielos) y la hora (las dos de la madrugada). Ambiente, pues, urbano y nocturno. En toma picada, un coche espera aparcado hasta que un vagabundo borracho y un hombre cargado con una maleta chocan en la acera; el primero es Rolls Royce (Clive Brook), el fracasado, el sin techo, el loser. El segundo es el triunfador Bull Weed (George Bancroft), que acaba de robar un banco y sale victorioso e imperturbable con el botín; para él son los atributos épicos (traje, sombrero, prestancia, tranquilidad, soberbia). El destino los va a unir, pues Bull entiende que solo tiene dos opciones: eliminar al testigo indeseado y casual o captarlo para su beneficio. Lo arrastra al coche que arranca a gran velocidad perseguido por la policía y lo lleva hasta su casa. Pronto entenderá que un hombre sagaz, culto y experimentado como Rolls Royce, ahora caído en la desgracia, será el complemento ideal en sus ambiciones de dominar el mercado negro de la ciudad. “Tú tienes el cerebro y yo tengo las agallas”, le dirá después entre carcajadas [...] 



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