Alexander Kluge
[...] Con solo trece y ocho años –ya en los estertores de la Segunda Guerra Mundial en
1945– los hermanos Kluge sobrevivieron al bombardeo aliado que dejó
ardiendo Halberstadt, su ciudad natal. Siguió la división de Alemania y
el divorcio de los padres: Alexander fue transferido a su madre a Berlín
Occidental (de donde venía), mientras su hermana permaneció en
Halberstadt al cuidado del padre, médico, en zona soviética. “Cuando mi
hermana volvió a la escuela después de la guerra, ¡tenía clases de
ruso!”, cuenta Kluge, para explicar el amor que más tarde sentiría
Alexandra por “esa semilla rusa, que no era la de Stalin, sino la de Tolstoi, Pushkin, Dostoievski, Maiakovski”.
“No sé lo suficiente sobre Rusia –advierte, cuesta creerle–, pero una
cosa puedo decir: es un país repleto de singularidades. Y lo singular es
lo que el filósofo Hegel consideraba verdaderamente poético, no las
frases grandilocuentes, las generalidades, los dictámenes. Singular es
la Antígona de Sófocles, que da sepultura a su
hermano desobedeciendo la ley. Este libro [Russland-Kontainer, el libro que se publica este mes en alemán] habla de todas esas
singularidades sin el imperioso deseo de sintetizarlas. El escritor se
baja del pedestal, por eso el libro no lleva el nombre pomposo de ‘arca
rusa’ o algo por estilo, sino uno más modesto, carretilla, o contenedor,
porque lo que hago es recolectar, como los hermanos Grimm.” El volumen,
decididamente poético, reúne relatos entre el documental y la ficción,
la utopía histórica y la cruda realidad de anhelos mesiánicos [...]
ALEXANDRE KLUGE: Los virus son nuestros vecinos en la evolución, y son más viejos que nosotros, tienen 3,5 miles de millones de años. Hay quienes dicen que nuestros antecesores salieron alguna vez de esas simples secuencias de ácido ribonucleico. En nuestro genoma, más de la mitad son virus patriotas que pelean oníricamente en nuestras células contra enfermedades ahora extintas y peligros de hace 45 millones de años, combaten a otros virus arcaicos, constituyen la base de nuestra inmunidad. El antídoto podría estar en nosotros y a la vez son como extraterrestres de nuestro mismo planeta. Es muy extraño [...]
ALEXANDRE KLUGE: Los virus son nuestros vecinos en la evolución, y son más viejos que nosotros, tienen 3,5 miles de millones de años. Hay quienes dicen que nuestros antecesores salieron alguna vez de esas simples secuencias de ácido ribonucleico. En nuestro genoma, más de la mitad son virus patriotas que pelean oníricamente en nuestras células contra enfermedades ahora extintas y peligros de hace 45 millones de años, combaten a otros virus arcaicos, constituyen la base de nuestra inmunidad. El antídoto podría estar en nosotros y a la vez son como extraterrestres de nuestro mismo planeta. Es muy extraño [...]
Lo que podemos hacer es poner a prueba la realidad,
cuestionarla. Cuestionar si las islas de Robinson en las que vivimos,
esas campanas de buceo en las que nos encerramos con nuestras ilusiones
de seguridad, tienen algo que ver con la realidad. Es una dura crítica a
la realidad la que emana de esta forma de inteligencia extraña. Existen
tipos muy distintos de catástrofes y distintos tipos de respuestas. En
algunos casos, la cuarentena es la respuesta; en otros, como un
terremoto en Fukushima con catástrofe nuclear incluida, toca huir, como
en Constantinopla, donde la cuarentena sería un error.
El enfrentamiento de hace unos meses entre Rusia y Turquía en la región
siria de Idlib me aterra más que el virus, ¡y pertenezco al grupo de
riesgo! Sentir que jamás tenemos nada asegurado está mucho más cerca de
la realidad que el fatal sentimiento de seguridad que tenemos mirando
televisión un sábado a la tarde [...]
Podemos cuestionar nuestras costumbres, qué tipo de películas queremos
ver realmente o si deseamos volver a ir al cine después de esto. Estamos
descubriendo formas de cercanía más reales que muchas tantas ilusiones
de cercanía. Estamos siendo reseteados, y eso tiene un carácter
desafiante. Esta situación tiene para mí algo de ‘hora cero’, como en
Alemania en 1945 [...]
Con Schirach [Ferdinand von Schirach] nos une que los dos somos escritores y a los dos nos gusta
ser juristas. Durante el movimiento estudiantil hubo leyes de emergencia
y hubo manifestaciones en repudio de las leyes de emergencia; ahora, en
cambio, las leyes de emergencia se ejecutan en medio de una conformidad
total, es la “hora del Ejecutivo”. Y hay poderes ejecutivos en los que
se puede confiar y ejecutivos en los que no, como en Hungría. Esto nos
obliga a entrenar nuestra capacidad de discernimiento. El libro trata de
esas preguntas jurídicas que son las preguntas por la confianza en
nuestros gobernantes, en el soberano que dice protego ergo sum: protejo,
luego existo. Quien lo dice puede existir como tirano o como alguien en
quien confío. Puede actuar como elefante en un bazar al modo Trump –la
metáfora es de Max Weber–; o como equilibrista, digamos, como la
canciller alemana, que en este momento –en mi opinión– logra encontrar
bastante la justa medida. El caso es que Schirach me llamó cuando empezó
la cuarentena y me dijo que no podía dejar de pensar en el gran
terremoto de Lisboa de 1755, que sacudió al mundo ilustrado en el siglo
XVIII. En ese entonces, Voltaire dijo que había que declararle la guerra a la naturaleza.
A partir de ese ejemplo, Schirach y yo observamos la actualidad y
coincidimos en que una expresión bélica, como la que usa el actual
presidente francés, no es adecuada. Pero Voltaire tampoco estaba
queriendo decir que había que combatir un terremoto con artillería. Y,
con todo, el absolutista marqués de Pombal, que era primer ministro
portugués en ese momento, lo primero que hizo fue impulsar la
investigación, poner a trabajar a los soldados y reconstruir
completamente Lisboa, a prueba de terremotos futuros [...]