Botonera

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28.4.20

IX. "PARA RONDAR CASTILLOS", José Luis Márquez Núñez (coord.), Shangrila 2020



Cuadecuc vampir / Umbracle
Negro sobre negro
Jesús Cortés


Cuadecuc vampir, Pere Portabella, 1970



¿Existe el comensalismo cinematográfico?

Si se pudiera adaptar dicho término biológico, que describe un tipo de asociación entre seres vivos que conviven en un mismo espacio, a la relación entre películas, tal vez esa fuese una buena manera de aproximarse a las obras que marcaron la carrera de Pere Portabella, cineasta aún hoy fundamentalmente destacado por la pareja de películas que surgen de El conde Drácula (1970) filmado por su compatriota Jesús “Jess” Franco: Cuadecuc vampir (1971) y Umbracle (1972).

En realidad y como se sabe, Cuadecuc vampir está a medio camino entre una nueva lectura y un nada publicitario y bastante poco ortodoxo “cómo se hizo” del film de Franco, mientras que Umbracle escasa relación tiene ya con el film original y se descuelga de la propia Cuadecuc vampir, a la que prolonga, vuelve a veces pero pierde de vista otras, añade nuevas reflexiones o aprovecha su influjo para pensar en varias direcciones, con lo que podríamos aplicar el razonamiento previo también entre las propias películas de Portabella, lo que arrojaría tal vez luz sobre algunas interesantes rimas encadenadas.

Lo habitual es que segundas partes, remakes, nuevas versiones o cualquiera de las posibles variaciones sobre una película preexistente, bien se beneficien de su estela y al mismo tiempo repercutan positivamente (simbiosis) en ella o bien se aproveche (parasitismo) de los originales. No es extraño que ambos hechos aparezcan en distintos momentos, resultando que a un primer impulso de atención hacia el film primero, una revalorización en el mejor de los supuestos, suceda un caso flagrante de aprovechamiento sumario de él para elevar al segundo, entendiendo estas maniobras como emprendidas por defensores y valedores, no por el propio autor de la novedad, que quizá se termine sumando al coro. No es el caso este último el de Portabella, que no dependió ni se le ha relacionado, para alivio suyo, cinematográficamente con Franco, más allá de esta conexión.

Comensalismo decía y resulta divertido que así sea tratándose de un film “de vampiros”, los parásitos cinematográficos por excelencia: el efecto que sobre El conde Drácula tuvieron esas dos películas de Portabella ha sido prácticamente neutro.

Divertido sobre todo porque para una vez que Franco dijo que se animaba a intentar adaptar con fidelidad un material que siempre había adolecido de un exceso de libertades, trochas y simplificaciones, las cometidas por cualquiera de las versiones filmadas de la novela de Bram Stoker (desde la apócrifa Nosferatu, eine symphonie des grauens de F. W. Murnau en 1922), resulta que Cuadecuc vampir y Umbracle ni rinden tributo ni se aprovechan de su “logro” y educadamente le devuelven esa asepsia, proclamada a modo de gimmick en su día.

Para aproximarse a todos los matices folklóricos, sociales, históricos, psicológicos y románticos de un texto como ese, se hubiese necesitado a un cineasta como Manoel de Oliveira, pero en favor de Franco hay que decir que aunque mintió como de costumbre y fue tan impuro como los demás, Drácula es una obra probablemente “inadaptable” al cine “de género” por su estructura epistolar. En todo caso y aunque no andaba aún perdido del todo, costaba mucho creer que con el éxito internacional de su Necronomicon–Geträumte sünden, succubus (1968), el film-orgía que hizo virar (derrapar) su carrera, Franco iba a ser capaz de no tomarse licencias respecto a un material como el del eminente escritor irlandés y efectivamente no lo hizo, pero sí tuvo el dudoso honor de conseguir rodar la versión más roma, insípida y destensionada de todas.

¿No estaremos hablando entonces de un caso claro de tanatocresia? [...]



Umbracle, Pere Portabella, 1971





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