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La Transición política hacia la democracia es uno de los periodos más convulsos y fructíferos del cine español y también de los más variados en temas, géneros estilos y enfoques. Un cine coyuntural que documenta y retrata la España de esos años desde todos los frentes, desde todas las opciones políticas. En los catorce años que median entre 1973 y 1986 se producen del orden de 1300 largometrajes; un vasto corpus heterogéneo y complejo, tanto en lo que se refiere a las formas fílmicas desplegadas como a los discursos construidos por medio de aquellas. Porque, como es lógico, tanto los filmes más reaccionarios como aquellos otros capaces de transmitir al público los valores que vertebraban la transformación política, pasando por los más rupturistas que rechazaban el proceso político desde la izquierda, hubieron de poner en pie sus discursos ideológicos desplegando las herramientas propias del medio cinematográfico (el montaje/puesta en escena en sus sentido más amplio), especialmente proclive entonces a audacias y probaturas formales de todo tipo: investigaciones e innovaciones ora brillantes y fructíferas, ora apenas embrionarias, en exceso abruptas fallidas o inconclusas, pero siempre valiosas e históricamente significativas, y construidas muchas veces a partir de una reelaboración profunda de formas y estilizaciones vinculadas a las tradiciones culturales populares de las que el cine español se había nutrido desde el periodo mudo.
De hecho, y a partir del detenido análisis fílmico de ciertos títulos cinematográficos y televisivos muy significativos —de Queridísimos verdugos (Basilio Martín Patino, 1973) a Furtivos (José Luis Borau, 1975), de Duerme, duerme, mi amor (Francisco Regueiro, 1974) a ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (Pedro Almodóvar, 1984)— Formas en Transición indaga especialmente —aunque no solo— en la fértil evolución en tan complejo momento histórico de esas formas y estilizaciones inspiradas sobre todo en el teatro popular español sobre las que sustentara el más fecundo cine español desde el periodo silente y la II República y que, Guerra Civil e inmediata posguerra mediante, habían dado lugar a esa moderna crispación ibérica que los grandes títulos de Fernán-Gómez, Marco Ferreri o Luis García Berlanga de la primera mitad de los años sesenta ejemplificaban paradigmáticamente.
Se revelará así, por citar un solo ejemplo, una insistente presencia de significantes composiciones plásticas geométricas que, más allá del talante y el talento del cineasta concreto en cada caso, nos mostrarán la elocuencia de la forma a la hora de buscar salidas a un “triángulo” que hasta entonces se aparecía inamovible (España/Franquismo/pueblo español) y que, en determinadas ficciones, habrá de fundirse significativamente con el no menos pastoso y conflictivo triángulo edípico.
De hecho, y a partir del detenido análisis fílmico de ciertos títulos cinematográficos y televisivos muy significativos —de Queridísimos verdugos (Basilio Martín Patino, 1973) a Furtivos (José Luis Borau, 1975), de Duerme, duerme, mi amor (Francisco Regueiro, 1974) a ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (Pedro Almodóvar, 1984)— Formas en Transición indaga especialmente —aunque no solo— en la fértil evolución en tan complejo momento histórico de esas formas y estilizaciones inspiradas sobre todo en el teatro popular español sobre las que sustentara el más fecundo cine español desde el periodo silente y la II República y que, Guerra Civil e inmediata posguerra mediante, habían dado lugar a esa moderna crispación ibérica que los grandes títulos de Fernán-Gómez, Marco Ferreri o Luis García Berlanga de la primera mitad de los años sesenta ejemplificaban paradigmáticamente.
Se revelará así, por citar un solo ejemplo, una insistente presencia de significantes composiciones plásticas geométricas que, más allá del talante y el talento del cineasta concreto en cada caso, nos mostrarán la elocuencia de la forma a la hora de buscar salidas a un “triángulo” que hasta entonces se aparecía inamovible (España/Franquismo/pueblo español) y que, en determinadas ficciones, habrá de fundirse significativamente con el no menos pastoso y conflictivo triángulo edípico.