Botonera

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26.10.19

XVIII. NOVEDAD: "MUÑECAS. EL TIEMPO DE LA BELLEZA Y EL TERROR", Mariel Manrique (coord.), Shangrila 2019





La máscara de la efigie
La lente del ojo en  su repetición de la imagen

Ruth Llana


Wanda Wulz, Io + gatto, 1932



[...] La fotografía es un acto de amor y, como tal, un acto cruel en la medida en que reproduce un momento detenido en el tiempo, sus posibilidades infinitas, lo que pasó; pero también sus imposibilidades, lo que pudo pasar, cómo podría haber pasado, lo que nos persigue como la sombra de las horas que no existieron. La fotografía supone la creación de un fantasma y de sus variaciones, la transfiguración de un rostro como en el caso de Io + gatto, la fotografía de Wanda Wulz. 

Wanda superpone su rostro con el de su gato y Wanda deja de ser “Wanda”, así como el gato deja de ser “gato”. La repetición aquí no ocurre sin distorsión. El reflejo de Wanda y del gato no es una imagen exacta y, a su vez, es todo lo exacta que puede ser esta conspiración de la lente. Quizás esta imagen de Wanda es más Wanda que la propia Wanda, porque quizás la existencia de Wanda exige la existencia del gato: la una necesaria para la supervivencia del otro y viceversa. Así, la lente no estaría recogiendo una distorsión sino una efigie de quién es realmente Wanda, porque Wanda no puede representarse a sí misma; es decir, Wanda no puede ser la repetición. Pero la lente sí puede repetir a Wanda, o en su defecto, los ojos del gato pueden repetir a Wanda. El gato puede crear la efigie de Wanda en sus ojos y congelarla para siempre en una instantánea imperfecta que cambiará con el paso del tiempo diluida en la memoria. Queda fuera de la cuestión tanto si esa imperfección es exacta en su representación de quiénes son Wanda y el gato como si no lo es. En toda imperfección hay una exactitud que se escapa y otra que se recupera, como en el caso de las efigies. En el proceso de transfiguración, se asume una parte que se pierde y otra parte totalmente nueva que se gana. Al mirar (en sus infinitas maneras) este autorretrato de Wanda Wulz, es posible ver, o intuir, a tres entidades diferentes. Por un lado, a la mujer y al gato por separado; por otro, a la mujer + el gato, indivisibles, un ente único. Al intentar separarlos hay una parte de Wanda que se pierde, así como también desaparece una parte del gato cuando se intenta concretar su forma. Esas dos mitades son necesarias para poder ver Io + gatto, la parte nueva que no responde a un término exacto, a una silueta marcada: es el reflejo del reflejo al fondo del espejo.

Acerca de la transfiguración, Hervé Guibert escribe en su álbum fotográfico Suzanne et Louise:

“Ce qui passe au moment de la photo sur le visage de Louise, n’est-ce pas en vérité la transfiguration? Quand je lui montre les dernierès photos où elle apparaît les cheveux défaits, le visage détendu, extraordinariement belle, et ayant perdu son âge tout à coup, Louise ne se reconnaît pas, elle croit d’abord voir sa soeur: ‘ce n’est pas moi’” (Suzanne et Louise, sin número de página)

[Eso que sucede en el momento de la foto en la mirada de Louise, ¿no es en verdad la transfiguración? Cuando le muestro las últimas fotos donde ella aparece con el pelo suelto, el rostro relajado, extraordinariamente hermosa, habiendo perdido sus años de súbito, Louise no se reconoce, cree, en un primer momento, haber visto a su hermana: “esa no soy yo” (Suzanne et Louise; sin indicación de página –la traducción me pertenece)]. 

A través de la lente, Louise no se reconoce a sí misma porque ha pasado por un proceso de transformación. [...]