"¿Cómo se lee? ¿Cómo comienza, cómo se combina? ¿Cuáles son los gestos del leer, del ver y del escribir? ¿Cómo se organizan nuestras mesas de montaje para ver, leer, escribir mejor? ¿Podemos leer cosas que jamás fueron escritas? ¿Qué hacemos con nuestras palabras, con nuestras frases, cuando vemos –o miramos, o contemplamos, o vislumbramos, o somos mirados, o afectados, por algo? ¿Qué hacen nuestros más antiguos gestos de niños en nuestras prácticas más “expertas” de lectura? ¿Por qué nos faltan las palabras ante la imagen y porque necesitamos escribir todo eso?”.
"Le hablo a Emmanuel de una de mis preocupaciones constantes en cuanto a la escritura: por un lado, hacer acto de conocimiento, pero no colocarlo al servicio del dominio que encierra cada cosa; por el otro, hacer acto de experiencia, por lo tanto, hablar en primera persona, pero no colocarla al servicio de la clausura narcisista. No me gustan los eruditos que se ocultan detrás de sus notas a pie de página y afirman su pericia para ahorrarse pensar, ni los pensadores que ocultan sus fuera de texto y ejercen sobre todas las cosas el poder de la primera persona (hay algo de esto incluso en Foucault, para poner como ejemplo un autor que, por otra parte, me gusta tanto). Habría que saber poner en práctica el contenido autobiográfico de todo pensamiento, de todo conocimiento, pero sin que el Yo devenga un centro fascinado por sí mismo (hay algo de esto incluso en Derrida, para poner como ejemplo un autor que, por otra parte, me gusta tanto).
Podemos leer el equilibrio milagroso entre ambas instancias, por ejemplo, en Infancia en Berlín, de Walter Benjamin: he aquí alguien que cuenta sus recuerdos de infancia sin ser jamás el centro, el protagonista, el Narciso o el amo de su memoria, y nos cuenta el mundo entero sin narrarse exclusivamente a sí mismo. Recordemos también a Claude Simon, y su La Ruta de Flandes: inmenso y discreto al mismo tiempo. Ocasión propicia para que Emmanuel me diga que la preocupación de una escritura semejante ya está inscripta en mi nombre. No entiendo. Me mira con una gran sonrisa y me dice: Je-hors-je [Yo-fuera-de-mí]*, ¡vamos!"