"Tú pasabas, te entreví. Entreverte: verte sin atraparte en las redes de la inmovilidad. Verte sin desear siquiera “tenerte”, sin saber siquiera lo que habré visto de ti. No “poseo”, pues, tu imagen. Pero ella permanece en mí. Ella es, más bien, quien me “posee” de ahora en más. Se ha convertido en una especie de fósil en movimiento que ritma mis trabajos y mis días. La experimento como una suerte de “estela” visual que flota y que duplica, en adelante –extraño doble fondo cuya profundidad, consistencia, duración, potencia y extensión yo mismo ignoro– mis miradas sobre el mundo. Al mirar, hago lo que todos hacen: parpadeo. Pero en ese tiempo tan breve en el que mi pupila desciende y me aísla en la oscuridad, lo que surge entre dos estados de lo visible no es el negro; es, en todo caso, la superposición frágil, y sin embargo tenaz, de tu soberana vislumbre –¿es 'tuya', por otra parte? ¿es 'mía'? ¿no es, más bien, nómada y resucitada, libre de toda asignación, de toda posesión y de toda decisión?– con el mundo que percibo a mi alrededor".