Barón de Holbach - Imágen: Le Roy Thierry, 2010
[...] La poesía es una de las mejores maneras que tenemos para expresar lo complejo. Nuestro viejo y peligroso conocido Barón de Holbach, ínclito precursor del ateísmo ilustrado, había utilizado una imagen similar a la fragua machadiana. Holbach situó la creación de los dioses en el taller de la tristeza. Fue allí, en la penumbra de la emoción, en la meditación de las desgracias y los deseos, donde el hombre quiso resolver su impotencia frente al mundo. En términos evolutivos, solo un animal con conciencia de su debilidad sería capaz de fabricar un Dios o una serie de dioses. Por consiguiente, el Homo sapiens, desgraciado artesano en su taller, esculpió un fantasma con sus entrañas y le dio el nombre de Dios. Y cuando el hombre creó a Dios a su imagen hipostasiada, no había hecho otra cosa que fabricar su primera ficción sublimada. En ese fragor narrativo, se vislumbra la utopía/distopía por excelencia: el Homo sapiens convertido en Homo deus. (359)
359. NOAH HARARI, Yuval, Homo Deus: breve historia del mañana, Barcelona: Debate, 2016.
En el libro del buen ateo se dice que Dios nace de la incultura y de la falta de saber. (360) Es cierto, pero es otro reduccionismo. Dios nació a partir de una ignorancia, sí, pero de una muy concreta que quería ser remediada. La degeneración y los usos espurios de ese remedio son asuntos que escapan a mi competencia. Sin embargo, conviene establecer un baremo que evalúe la ignorancia como germen de los dioses. No es lo mismo la ignorancia de hace doscientos mil años, que la ignorancia de los últimos treinta siglos. Aquella ignorancia primigenia era una necesidad biológica, un espacio liminar de la cultura. La ignorancia del presente es, en cambio, una desdicha. En nuestros orígenes, el cerebro de los sapiens (individuo y tribu) anhelaba resolver esa ignorancia. En la actualidad, convertida en instrumento de intervención y en mercancía, nos preocupamos de explotarla o, en su defecto, de volver a fabricarla. En un mundo de utopías impacientes, de inconcebibles avances científicos, de fatuidad y de vanos titileos, esta realidad sigue generando contraste, diferencia y desconcierto. Los hay que buscaron ordenarla en verso, otros en prosa.
360. ONFRAY, Michael, Contrahistoria de la filosofía I. Las sabidurías de la Antigüedad, Barcelona: Anagrama, 2007, pp.264-265.
359. NOAH HARARI, Yuval, Homo Deus: breve historia del mañana, Barcelona: Debate, 2016.
En el libro del buen ateo se dice que Dios nace de la incultura y de la falta de saber. (360) Es cierto, pero es otro reduccionismo. Dios nació a partir de una ignorancia, sí, pero de una muy concreta que quería ser remediada. La degeneración y los usos espurios de ese remedio son asuntos que escapan a mi competencia. Sin embargo, conviene establecer un baremo que evalúe la ignorancia como germen de los dioses. No es lo mismo la ignorancia de hace doscientos mil años, que la ignorancia de los últimos treinta siglos. Aquella ignorancia primigenia era una necesidad biológica, un espacio liminar de la cultura. La ignorancia del presente es, en cambio, una desdicha. En nuestros orígenes, el cerebro de los sapiens (individuo y tribu) anhelaba resolver esa ignorancia. En la actualidad, convertida en instrumento de intervención y en mercancía, nos preocupamos de explotarla o, en su defecto, de volver a fabricarla. En un mundo de utopías impacientes, de inconcebibles avances científicos, de fatuidad y de vanos titileos, esta realidad sigue generando contraste, diferencia y desconcierto. Los hay que buscaron ordenarla en verso, otros en prosa.
360. ONFRAY, Michael, Contrahistoria de la filosofía I. Las sabidurías de la Antigüedad, Barcelona: Anagrama, 2007, pp.264-265.
Hemos creado una civilización de la Guerra de las Galaxias compuesta por emociones de la Edad de Piedra, instituciones medievales y tecnología demiúrgica. (361)
361. WILSON, Edward Osborne, The social conquest of Earth, Nueva York y Londres: Liverlight Publishing Corporation, 2012, p.18. [La traducción es mía].