Botonera

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12.4.19

IX. "NARRACIÓN Y MATERIA. SUPERVIVENCIAS DE LA IMAGEN CINEMATOGRÁFICA", Roberto Amaba, Shangrila 2019


Friedrich Hölderlin



[...] En la salud y en la enfermedad, en la modernidad y en la posmodernidad, una vez hallado o recreado el significado, el patrón originario deviene creencia. Y, como bien sabemos, ante una creencia se abren dos posibilidades: la sacralización y la herejía. La historia, ahí, se convierte en un mecanismo de poder y de control incomparable gracias al encadenamiento de estas actividades cerebrales. En nombre de los mitos y de los relatos religiosos se ha derramado más sangre que por cualquier otra consigna, pero también fueron fundamentales en la formación y en la regulación de nuestras sociedades. Han sido claves a la hora de digerir la angustia y la desorientación provocadas por la incomprensión de nuestra propia existencia. Han pasado los siglos y seguimos confiando en los dioses (in gods we trust). (355) La zozobra de Hölderlin era la de preguntarse por los dioses en lugar de entregarse a ellos. En la triple escritura de la última estrofa de Vocación del poeta, dejó constancia del problema y quién sabe si de la solución.


355. Título de la que, más de una década después, tal vez siga siendo la obra de referencia del estudio de las creencias religiosas desde los postulados de la psicología y la biología evolucionistas y de las ciencias de la cognición, la ya citada: ATRAN, Scott, In gods we trust. The evolutionary landscape of religion, op.cit., 2002.



Pero el hombre puede quedarse, cuando es preciso,
solo frente a Dios. Su candor lo protege.
Y no necesita armas y argucias, hasta el momento
en que la ausencia de Dios lo ayude. (356)

356. HÖLDERLIN, Friedrich, Hölderlin. Poesía completa, Barcelona: Ediciones 29, 1977, p.257.
Procedo a citar la perfecta nota que Federico Gorbea incorpora en esa edición: “En las dos redacciones anteriores de este poema, Hölderlin había escrito: «en tanto Dios no falte» y «en tanto Dios se mantenga cerca de nosotros». El texto de la última versión se opone a los otros dos. No se trata ya de que Dios afirme, con su presencia, al hombre. El verso definitivo puede tener el sentido paradojal y realista de que, librado de la presencia demasiado absoluta, abrumadora del Ser total, el hombre queda en condiciones de lograr la síntesis de su naturaleza singular por esa vía negativa que, sin embargo, exige toda su capacidad de despojamiento, crudeza y flagrancia”.
Exacto, apostillo. Crudo despojamiento de nuestra propia naturaleza. Es posible que prescindir de un Dios con mayúscula monoteísta, o de una multitud de dioses con minúscula de paganía, no sea una opción intelectual aprendida, sino un error. Es decir, un comportamiento anómalo desde un punto de vista biológico. ¿Se puede nacer ateo? Tal es la pregunta. En estos párrafos abogo por un predisposición natural para cultivar modos y cultos que derivaron en creencias y religiones. No obstante, es una idea que ha sido puesta en entredicho cuando ya parecía consensuada. Así, el ateísmo, como rasgo biológico, como parte del carácter de un individuo y como crítica intelectual y social, estaría presente desde nuestro origen como especie y, sobre todo, desde las primeras civilizaciones. Véase: WITHMARSH, Tim, Battling the gods: Atheism in the Ancient World, Nueva York: Knopf, 2015.

La estrofa de Hölderlin y la breve explicación a su reescritura también aparece en uno los diálogos de Fritz Lang en El desprecio (Le mépris, Jean-Luc Godard, 1963).




Fritz Lang en El desprecio (Jean-Luc Godard, 1963)



Los mitos levantados en torno a la Creación y sus dioses son, en rigor, una estrategia darwiniana de supervivencia individual y colectiva. Evolucionamos para creer en ellos. Es más, son una de nuestras mejores creaciones. Todo dios es un relato más o menos original, más o menos cruel, más o menos conminatorio y cautivador. Los dioses nos ponen en valor, nos hablan de lo fascinantes y de lo poderosos que somos. Miguel de Unamuno lo condensó en uno de sus penetrantes aforismos: “el hombre, que ha hecho a los dioses a su imagen y semejanza, es capaz de todo”. (357) Decía Schlegel que el hombre es libre cuando produce a Dios. Yo diría que el hombre es libre cuando renuncia a hacerlo. Bien es cierto que esa cultura que consiente la renuncia es la de una libertad a medias, una libertad que implica conocer y asumir la sustancia biológica de ese Dios que todos portamos. Porque, tal y como la conocemos, la religión es un relato degenerado, un caudal turbio que, en origen, fue manantial. Una fuente cristalina donde, como Antonio Machado, soñamos a Dios en la fragua. En la penumbra de la fragua neural, Dios, en lugar de como forjador, brotó como cosa forjada. El Homo sapiens hizo de la fe una profesión porque, de nuevo en origen, la fe era una pulsión. “Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste (…) en mí te he de crear”.

357. UNAMUNO, Miguel de, Amor y pedagogía, Madrid: Espasa Calpe, 1968, p.24.


El Dios que todos llevamos,
El Dios que todos hacemos,
El dios que todos buscamos
Y el que nunca encontraremos. (358)
[...]

358. MACHADO, Antonio, Campos de Castilla, Madrid: Cátedra, edición de José Luis Cano, 1976, p.156. Entrecomillado superior en p.155.