No hay nadie, nadie, que escriba
como escribe Daney, que vea como Daney ve.
[Daney] acaricia y dispara. Recoge y fulmina. La pregunta es siempre la misma: ¿qué es una imagen? Qué hay detrás, qué hay en la superficie, que hay entre una imagen y otra. Cómo llegar a ver, como quien llega a una zona desconocida e inestable de despojos y ruinas, de óxido y humedad, en la que cambian las reglas de la naturaleza. Como quien viaja a una habitación en la que se cumplen los deseos. Esa habitación es la Zona. Es necesario un guía, un stalker. Alguien que avance al acecho, entre el terror y la curiosidad, atizado por el deseo. “La Zona no existe”, dijo alguna vez Tarkosvki. “El stalker inventó la Zona para llevar allí a personas muy infelices e imponer en ellos la idea de la esperanza".
Como con una película, o nuestra propia vida, lo único importante de la Zona es lo que hagamos con ella. De toda película, de toda vida, parece decir Daney, siempre se puede salvar algo. Él sabe cómo. Daney no fue un teórico ni un crítico. Fue un stalker.