INTRODUCCIÓN
Jorge Nieto Ferrando
La investigación ha seguido igualmente dos pasos. El primero ha supuesto la identificación y catalogación de cada una de las revistas, incluyendo una datación lo más ajustada posible y el número de volúmenes publicados. Esto ha implicado manejar un corpus de cerca de dos mil cabeceras publicadas entre 1910 y 2010, a partir de las cuales se han escogido las que conforman el catálogo y el análisis diacrónico. El principal criterio de inclusión es que sus contenidos deben estar centrados en el cine, y más en concreto en las películas, sus directores, actores, bandas sonoras, los géneros y movimientos cinematográficos, etcétera, ya sea desde la información, la crítica, el análisis, la teoría o la historia, sin otra finalidad –al menos no se ha de explicitar otra finalidad en sus páginas– que el mero hecho de informar, criticar, comentar, analizar, teorizar o historiar las películas y el cine. Como veremos, este criterio –en apariencia sencillo– requiere ser aplicado con flexibilidad.
El segundo paso ha consistido en el análisis del contenido de las publicaciones. Esto nos ha permitido identificar los temas fundamentales que las protagonizan y, en relación con ellos, dos grandes modelos de prensa cinematográfica apreciables en todo el periodo analizado: el “generalista” y el “especializado”. Mientras el primero se define por su carácter misceláneo y su capacidad para tratar en el mismo espacio la reflexión profunda sobre aspectos del cine y de la cinematográfica, la crítica y los chismorreos sobre las estrellas, el segundo está conformado por publicaciones que atienden prioritariamente a la crítica, al análisis fílmico, a la historia del cine o, entre otros contenidos, a ciertos géneros cinematográficos. En relación con los contenidos, también se han identificado los diferentes discursos sobre cine –conjunto de textos con características, funciones y objetivos similares que abordan desde una perspectiva determinada el cine o la cinematografía– prioritarios en cada cabecera. Podemos apreciar como los temas tratados por las revistas toman cuerpo en seis diferentes tipos de discursos: el informativo, el cinéfilo, el crítico, el analítico, el teórico y el historiográfico, aunque a estos habría que añadir el publicitario y el ficcional –este último apreciable antes de la Guerra Civil en la abundante presencia de argumentos novelados en muchas cabeceras–.
Tanto las fechas (1910-2010) que acotan este trabajo como el criterio de selección mencionado, en apariencia sencillo, requieren de cierta justificación. 1910 remite a la aparición de Arte y Cinematografía, que puede considerarse la primera revista cinematográfica no vinculada directamente a intereses comerciales. En los catálogos consultados pueden encontrarse algunas publicaciones anteriores, como Artístico-Cinematográfico, Cinematógrafo, Cinematógrafo Ilustrado, Cinematograph y El Saltimbanqui, las cuatro primeras nacen en 1907 y la última en 1908. Al menos por el momento –y a la espera de que nuevas investigaciones permitan sacar a la luz las demás cabeceras–, solo se conserva Artístico-Cinematográfico, boletín de la casa del mismo nombre dedicada al negocio de los espectáculos cuyo fin es publicitar sus servicios, entre los que aparece el cine. Es decir, se sale de nuestro criterio, ya que responde a intereses comerciales, y sus contenidos no trascienden estos más que de manera puntual. La segunda fecha es conmemorativa, pues hace referencia, obviamente, al centenario del nacimiento de Arte y Cinematografía.
Pero puede añadirse una razón de mayor peso para concluir este trabajo en 2010. Desde mediados de la primera década del nuevo milenio se está acelerando la progresiva deriva de una parte de las publicaciones especializadas hacia la edición digital, tanto por la versatilidad que permite –donde no es menos relevante el poder incluir contenidos audiovisuales, en publicaciones dedicadas a estos, a los que solo remiten las revistas en papel a través de la palabra escrita y la fotografía– como por la enorme reducción de costes, la posibilidad de actualizar con agilidad sus textos o la mayor difusión. Si bien ya con anterioridad muchas revistas de información cinematográfica comienzan a complementar sus páginas con sus respectivas webs, incluso algunas de estas han acabado por sustituir a la cabecera matriz, este proceso puede apreciarse con mayor claridad en las publicaciones académicas, que han encontrado en internet el mejor canal de difusión, además de que los diversos criterios para baremar los méritos académicos priman cada vez más la presencia en la red. En lo que respecta a la crítica, internet ha acabado con algunos filtros que permitían considerar ciertos juicios más valiosos que otros. Uno de ellos, no por obvio menos importante, es que las revistas en papel requieren una considerable inversión económica y, por tanto, la necesaria y ajustada criba de las opiniones que deben hacerse públicas en función de los diferentes lectores a los que se dirigen. Internet, con unos costes asumibles, permite que todo aficionado pueda ejercer de crítico, y sus gustos, que en muchas ocasiones no corresponden con el canon establecido por los críticos reconocidos por la institución, pueden tener tanta o más influencia en la elección de una película u otra que los de los críticos consolidados. Por todas estas razones, un catálogo sobre revistas de cine que fuera más allá de 2010 apenas podría entenderse sin intentar desbrozar la espesa jungla que supone la red en este ámbito.
Respecto al criterio de inclusión, centrarse en el cine implica dejar al margen las revistas sobre espectáculos, donde comparte espacio con los toros, el teatro, las variedades, la música o los deportes. Esta distinción no es fácil, sobre todo entre 1910 y 1936, ya que resulta frecuente encontrar contenidos de este tipo en las revistas dedicadas al cine. También algunas publicaciones nacen atendiendo a los espectáculos y con posterioridad comienzan a priorizar los contenidos cinematográficos. Es el caso de El Cine (1912-1935), La Reclam (1921-1926) o, ya en la posguerra, la primera época de Triunfo (1946-1961). Incluso se han detectado algunas cabeceras que recorren el camino inverso, desde el cine hacia los espectáculos u otros contenidos. Sucede, por ejemplo, con ¡A mí... películas! (1929), Escenarios (1926-1966) o, de manera más singular y reciente, Fantastic Magazine (1989-1998).
También supone dejar al margen las denominadas “carteleras”, las revistas dedicadas con carácter general a los medios de comunicación social, así como las culturales o de información general con secciones o artículos sobre cine. En ocasiones las carteleras, de periodicidad semanal, solo contienen la relación de las películas estrenadas y los cines donde son exhibidas, acompañadas o no de una pequeña reseña. Es cierto que con el tiempo incluyen textos sobre cine más elaborados, críticas y reflexiones, pero estos conviven con la información sobre otras ofertas de ocio –teatral, gastronómico, musical, etcétera– de las ciudades en las que se publican. Presentan una situación similar las revistas que abordan los medios de comunicación, muchas de ellas aparecidas a partir de los años setenta al calor del desarrollo de los estudios universitarios en este ámbito y orientadas con el tiempo hacia el mundo académico. Si bien el cine puede ocupar un espacio relevante en sus páginas, siempre es compartido con la prensa, la televisión, la radio o la publicidad. La flexibilidad se aplica aquí con dos revistas fundamentales, Eutopías y Trama y Fondo, que también publican contenidos sobre cultura, arte y literatura.
Las revistas culturales y de información general aparecen recogidas en una entrada colectiva –“Revistas culturales y de información general”–. Hay que señalar que buena parte de la mejor crítica y reflexión sobre cine en España se ha gestado en este tipo de publicaciones. Piénsese, por ejemplo, en España, La Gaceta Literaria, las publicaciones del Sindicato Español Universitario (SEU) en los años cincuenta –La Hora, Laye, Alcalá o Acento Cultural–, Índice, Ínsula o Cuadernos para el Diálogo, la segunda época de Triunfo, Cambio 16, Destino, Doblón o Posible. Las revistas culturales, además, han sido esenciales en el proceso de dignificación del cine como arte y objeto de reflexión “culta”, aunque solo sea por tratarlo de la misma manera y en las mismas páginas que el arte o la literatura considerados canónicamente relevantes. A ello hay que añadir que muchas de estas publicaciones constituyen antecedentes de revistas cinematográficas muy importantes. No puede entenderse Cinema Universitario sin Alcalá. Buena parte de la reflexión realista de Nuestro Cine hunde sus raíces en Acento Cultural, otra publicación del SEU, y lo mismo puede decirse de Film Guía, La Mirada e incluso Contracampo, con su apuesta por el marxismo y la semiótica, respecto a la reflexión y la crítica de Doblón, Posible o Comunicación XXI, esta última ubicada entre las revistas que analizan los medios de comunicación. Pero sin duda uno de los casos más significativos es el de Objetivo, que prácticamente se desgaja de las páginas cinematográficas de Índice. Todas estas razones hacen necesaria la mencionada entrada colectiva.
Centrarse en las revistas que contienen crítica, análisis, teoría o historia del cine implica desatender las publicaciones de cariz técnico, corporativo o publicitario. Las primeras informan sobre las novedades técnicas y sus posibilidades en el registro, manipulación y reproducción de la imagen y del sonido; las segundas suelen ser órganos de asociaciones de ámbito estatal, regional o local que recogen y defienden los intereses de los diversos colectivos profesionales implicados en el cine. Sus contenidos se ocupan de la información, el comentario y el análisis de todo aquello que puede afectarles en el ejercicio de su actividad. A nadie escapa el interés que pueden tener estas publicaciones, sobre todo como fuentes para hacer historias de la cinematografía en España o en las diferentes autonomías. También es verdad que estos contenidos aparecen en ciertos momentos en las revistas cinematográficas que aquí interesan. Son frecuentes las secciones técnicas en las revistas cuyo público es, al menos en parte, el cineasta independiente o aficionado –véase, por ejemplo, Cinema 2002–, y aparecen informaciones y reivindicaciones relacionadas con determinados colectivos en revistas que muestran cierto afán de intervención, desde la reflexión, en la evolución de la industria y las instituciones cinematográficas –Radiocinema (1938-1963), Primer Plano (1940-1963), Objetivo (1953-1955) o Contracampo (1979-1987), por poner unos pocos ejemplos bien diferentes–, pero siempre ocupan un lugar secundario en comparación con la crítica, la reflexión sobre el cine o el culto a sus estrellas.
Se han detectado, además, algunas publicaciones cuyos contenidos van mucho más allá de los exclusivamente corporativos y se acercan a las revistas de cine generalistas, a pesar de indicar entre sus objetivos su voluntad de defender los intereses de un grupo concreto implicado en el proceso cinematográfico. Es el caso de Voz Cinematográfica (1968), presentada como el “Órgano de la Agrupación Sindical profesional de figurantes cinematográficos”. Otra excepción son las revistas dedicadas al cine no profesional, en gran parte vinculadas a asociaciones de aficionados. Muchas de estas reducen sus páginas a informar de las distintas actividades de sus respectivas asociaciones; pero otras –las que se incluyen en estas páginas–, además de esto, aportan una reflexión y una crítica de cine extremadamente interesante. Sucede, por ejemplo, con Otro Cine (1952-1975).
La cuestión se complica cuando entramos en revistas que, sin pertenecer explícitamente a ninguno de los colectivos implicados en el cine, plantean entre sus objetivos el de mantener informados a los profesionales –muchas veces de la exhibición– sobre las recaudaciones en taquilla, en España o fuera de España, las disposiciones legales o la relación de rodajes en los diferentes países. Las recogidas aquí incluyen contenidos generalistas junto a estos otros, o evolucionan hacia la prensa cinematográfica híbrida o especializada. Un caso singular en este sentido es el de Documentos Cinematográficos (1960-1963). Si bien persigue esta finalidad y en su primera etapa dedica numerosas páginas a la documentación cinematográfica, al mismo tiempo está revolucionando la crítica al introducir en España los supuestos críticos del Cahiers du cinéma de los años cincuenta.
Ciertas publicaciones dirigidas a los profesionales están financiadas por las instituciones encargadas de la gestión cinematográfica. Como en los casos anteriores, si contienen crítica, reflexión o información sobre el cine más allá de satisfacer los intereses de los colectivos implicados en la cinematografía, han sido incluidas. Algunas de estas, de hecho, acaban convirtiéndose en revistas de crítica, análisis e información –Academia, en alguna de sus diferentes etapas, por ejemplo–. Entre las publicaciones financiadas por las instituciones públicas recogidas también destacan las dedicadas a la promoción del cine español –véase, por ejemplo, Cinespaña (1959-1965)– y, desde la Transición a la democracia, del cine de las diferentes autonomías. La razón de la inclusión es que, más que publicitar directamente sus respectivos cines, buscan dotarlos de visibilidad, darlos a conocer mediante el comentario, el análisis, las entrevistas a sus protagonistas –directores, actores, productores– e incluso su historia; en otras palabras, ejercen más la publicity que la publicidad.
Los boletines publicitarios vinculados a empresas productoras, distribuidoras y exhibidoras no tienen entradas independientes. Es verdad que la primera publicación periódica con contenidos cinematográficos que se conserva, Artístico-Cinematográfico, persigue una finalidad comercial. También lo es que algunos de estos boletines incluyen textos sobre películas y reflexiones de indudable interés, juegan con la cinefilia promocionando los títulos de sus catálogos mediantes semblanzas biográficas de las estrellas que los protagonizan, incluso muchos críticos y escritores las coordinan, dirigen o publican en ellas, pero siempre persiguen una finalidad de carácter publicitario –esto no quita que puedan rastrearse determinados lazos comerciales evidentes en revistas en principio independientes–. Por estas razones se han incluido muchas de estas cabeceras en una entrada colectiva –“Boletines y revistas publicitarias”–. Algunas revistas publicadas por exhibidores –Alphaville (1981-1986), por ejemplo– merecen entradas independientes. La razón, de nuevo, es que trascienden su finalidad publicitaria con textos críticos y analíticos muy reseñables.
Más complejidad presentan, en relación con la exhibición, las publicaciones surgidas de los cineclubs, muy prolíficos en el campo editorial en ciertos momentos. Aquí hay que diferenciar, aunque en ocasiones sea difícil, los boletines con informaciones de las programaciones y comentarios, reseñas y, en algunos casos, críticas de los títulos programados de las revistas que nacen de ellos. Estas, sin duda, pueden hacer referencia a las programaciones, a cuestiones relacionadas con el cineclub o el cineclubismo en general, pero buena parte de sus contenidos exceden con mucho la mera información sobre las sesiones de cineclub y están dirigidos a un público más amplio. Es el caso de algunas cabeceras tan destacadas como Cinema Universitario (1955-1963). En el ámbito de los cineclubs también encontramos publicaciones editadas por sus diferentes asociaciones que buscan su orientación, aunque no pertenezcan a ningún cineclub concreto –contienen artículos, reportajes o críticas con el objetivo de nutrir las programaciones, sus presentaciones o los debates que las acompañan– y otras de objetivos mucho más amplios. En este sentido destaca la Federació Catalana de Cine Clubs, que publica Fulls de Cinema (1978-1979) y Cinematògraf (1983-2001), esta última está dedicada a la historia del cine catalán y español.
En situación similar se encuentran las publicaciones nacidas de los festivales de cine. Como es conocido, la labor editorial de estos eventos es extremadamente interesante, sobre todo en lo referente a los estudios monográficos. En relación con las publicaciones periódicas, habría que distinguir entre los diarios de los festivales, que recogen sus programaciones y actividades día a día, de aquellas otras revistas que, con el objeto de arropar ciclos, conferencias o cualquier otro tipo de actividades, ya queden circunscritas a las fechas de celebración del festival o no, van más allá de la mera función publicitaria o informativa. En este sentido destacan las iniciativas de la Mostra de Cinema del Mediterrani en las décadas de los ochenta y noventa, con revistas como Els Quaderns de la Mostra (1984-1987), Música de Cine (1991-1996) o Mitemas (1992-1996).
Queda una última cuestión importante. Aquí se abordan las revistas que comentan, analizan o critican el cine que, en principio, ha pasado por las salas de exhibición. La aparición de diferentes pantallas (la televisión fundamentalmente) y soportes (el vídeo y el dvd), al menos la generalización de estos últimos en los años ochenta y noventa, ha dado lugar a que ocupen un espacio relevante en las revistas cinematográficas y a la aparición de publicaciones dedicadas en exclusiva a ellos. Estas revistas pueden dividirse, a grandes rasgos, entre las que abordan las enormes posibilidades para la creación audiovisual que permiten y a sus novedades técnicas y las que dan cuenta de la edición en vídeo o DVD de películas o series de televisión. Aunque las fronteras son difíciles de establecer en ocasiones, las primeras han quedado fuera del catálogo y las segundas se incluyen en una entrada colectiva –“Revistas dedicadas al vídeo y al DVD”–. La razón es que la composición, el diseño, los colaboradores y los contenidos de muchas de ellas son similares a las revistas de información cinematográfica dedicadas a los estrenos en las salas de exhibición, a los que añaden reportajes sobre las novedades en reproductores y la atención, por ejemplo, a los contenidos complementarios que pueden encontrarse en los dvds.
Como puede apreciarse, la aplicación del criterio básico de inclusión de las revistas –que aborden el cine desde la información, la crítica, el análisis, la teoría o la historia– no siempre es fácil y, a pesar de ser utilizado con la necesaria flexibilidad, deja al margen muchas publicaciones valiosas por sí mismas y, también, como fuentes para la historia del cine y de la cinematografía. Pero una vez asumido este criterio, se han planteado diferentes opciones a la hora de abordar un objeto de estudio que todavía sigue siendo muy vasto. Estas pueden resumirse en dos: analizar con detalle unas pocas publicaciones, estableciendo un canon en función de su relevancia, o intentar abarcar el máximo posible de cabeceras para plantear, como mínimo, un mapa exhaustivo de las revistas publicadas en estos cien años. La opción escogida ha sido la segunda. Si bien la primera permitía entrar con mayor profundizar en algunas pocas publicaciones, pocas más de las ya reseñadas en otros catálogos y diccionarios, presenta como problema que nunca alcanzará a desentramar todo su significado e implicaciones, pues muchas de las revistas que formarían parte de estudio canónico merecen, como mínimo, un estudio monográfico. A ello habría que añadir la necesidad de establecer unos criterios de relevancia siempre amenazados por la arbitrariedad, que bien pudieran ser las tiradas o el número de lectores, la entidad de sus colaboradores y redactores o su importancia en la crítica y en la reflexión sobre el cine en el momento en que se publicaron o desde la actualidad. Es indudable que estos criterios aparecen explícita o implícitamente en el estudio diacrónico y en los contenidos de las entradas de este catálogo, pero en ningún caso han sido un parámetro de selección.
Es importante señalar que las revistas con entradas en el catálogo son las que se conservan. Es decir, todas las revistas aquí incluidas han sido consultadas en bibliotecas, hemerotecas, filmotecas o en los archivos de coleccionistas particulares. Esto deja al margen las publicaciones que, si bien aparecen en otros trabajos (vid. Soria, 1945; Rodríguez Aragón, 1956; Frutos, 1978, López Yepes, 1992; o Cebollada y Rubio, 1996) y pudieron existir en su momento, han desaparecido, al menos hasta que nuevas investigaciones permitan sacarlas a la luz. Tampoco puede garantizarse que las revistas no encontradas pero recogidas en estos tranajos traten sobre cine, y además sigan los criterios de selección apuntados, dado que muchos mencionan cabeceras dedicadas a los espectáculos, a los argumentos novelados o a diversas cuestiones que apenas tienen que ver con el cine, aunque por el título pudiera parecer. Más allá de los catálogos y las bibliografías, sobre todo hasta los años treinta, se han detectado algunas revistas en esta situación. Pero sin duda el caso más singular es la revista santanderina El Cinematógrafo. Semanario Ilustrado, nacida en 1901 –se ha constatado la existencia de dos números (BMS)–, dedicada a recoger fundamentalmente noticias curiosas, poemas y relatos cortos. Lo interesante es que se propone, según señala el editorial “Artículo de fondo” (1, 07/07/1901), como una “colección de vistas cinematográficas”. Detenerse solo en la cabecera, sin un análisis detenido de los contenidos, habría conducido a considerar que la primera publicación dedicada al cine en España es de 1901.