POSTAL
Bendicò
En las islas, parece que el tiempo
corriese a una velocidad tan lenta,
que la memoria podría
ser incluso más fuerte que el olvido.
A mi llegada a esta, el vuelo raso,
urgente, de un halcón negro sobre el mar
fue el aviso contrario.
Pero las barcas, en su mundo indolente
de espuma, sal y brea, ignoran los presagios
y, además, otras manos ya extrañas
imponían su rumbo.
Aquellas que, al llegar,
excavaron tenaces buscando lo que,
quizás, nunca fue cierto.
Las mismas que ahora entierran,
obstinadas como la maleza,
nuevas cosas más simples:
la ceniza de una rosa de fuego, el perfil
de una pluma, otra sombra imprecisa,
un pedazo de vidrio…
sin saber
que solo las palabras son eternas,
como equívocos resultan sus múltiples sentidos,
o que, si alguna vez regresan a esta orilla,
tampoco encontrarán
ese último tesoro tan magnífico.