Félix Nadar - Sarah Bernhardt
Por lo general, consideramos la invención de los hermanos Lumière como el resultado de la evolución de la técnica, porque los productos artísticos están siempre vinculados con los progresos científicos y sociales. Por el contrario, creo que el cine, como toda forma de arte, es la expresión de una civilización y una mentalidad en un contexto dado: si el cinematógrafo nació a fines del S. XIX, es porque se lo experimentaba como una necesidad, de tal suerte que, si las bases técnicas no hubieran existido, habría que haberlas inventado.
El principio de la camera oscura, conocido desde la Edad Media, permitía al hombre hacer entrar en una caja la energía de un cuerpo celeste, y ver cómo constituía una imagen aprehensible. Desde el origen, la invención extrajo su legitimidad de una paradoja, porque se trataba de una habitación a oscuras utilizada la mayoría de las veces para ver el sol, pero el ojo humano no podía contemplarlo sin ser sumergido para siempre en las tinieblas. Este aspecto metafísico de la invención se acentuó en el Renacimiento, cuando se construyeron camere oscure lo suficientemente grandes como para recibir hombres. Se transformaron así, de algún modo, en el equivalente de los teatros de memoria practicables: inventados como estructuras utilitarias para aplicar el arte de la memoria artificial, esos teatros devinieron lugares de epifanía, extensiones universales y atemporales de la memoria. Asimismo, en una de esas habitaciones a oscuras, concebidas inicialmente como herramientas de investigación de la naturaleza, o como ingegni para ayudar a los artistas, un hombre podía alcanzar un conocimiento metafísico acerca de la relación entre la luz y la materia, así como de su suspensión en el tiempo.
Este aspecto de la camera oscura fue completamente... oscurecido cuando esta fue reinventada y perfeccionada en el S. XIX. Las primeras fotografías de Niepce, tanto como aquellas realizadas según la técnica puesta a punto por Daguerre, se consideraban frutos de un gran avance técnico, a saber, la posibilidad, por medio de una reacción química, de fijar la imagen formada en la caja sobre una materia física, pero este hallazgo fue clasificado como una de las etapas del Progreso, sin consideración alguna por la dimensión espiritual que podía implicar, y ni siquiera, en un primer momento, por sus posibilidades artísticas.
A mediados de siglo, la invención del negativo de colodión húmedo acabó por hacer de la fotografía el medio privilegiado de difusión de imágenes, sucesor moderno del grabado. Pero lo que se apreciaba en la imagen fotográfica era lo que se consideraba su “positivismo”. Se suponía que dejaba poco lugar, o ningún lugar en absoluto, a la “interpretación”, y que constituía, por el contrario, una reproducción “objetiva” del tema, ya fuera un sitio natural o urbano, un cuadro, o un ser humano. La idea de que ese nuevo milagro de la ciencia podía reproducir a un individuo en su realidad material dio lugar al retrato fotográfico, que supuestamente restituía la identidad del sujeto con la misma exactitud objetiva que su estado civil, de tal suerte que se podía dejar una foto como tarjeta de visita. Sin embargo, fue en el ámbito del retrato donde la fotografía demostró por primera vez sus posibilidades artísticas.
Félix Nadar, que practicó la fotografía a lo largo de toda su larga vida (1820-1910), se reveló, en 1855, como un gran maestro del retrato fotográfico, al introducir en ese arte paradójico una antítesis histórica, porque es conocido sobre todo por su galería de grandes figuras del arte romántico, mientras que su propio arte estaba lejos del romanticismo. Nadar fotografiaba a sus retratados sin “hacerlos posar”. Les dejaba instalarse, en una iluminación previamente establecida, y era su ojo el que determinaba el encuadre y el instante preciso de la foto. Dicho de otra forma, lo que interesaba a este fotógrafo no era lo que el sujeto daba a ver, sino más bien su naturaleza general [...]
El principio de la camera oscura, conocido desde la Edad Media, permitía al hombre hacer entrar en una caja la energía de un cuerpo celeste, y ver cómo constituía una imagen aprehensible. Desde el origen, la invención extrajo su legitimidad de una paradoja, porque se trataba de una habitación a oscuras utilizada la mayoría de las veces para ver el sol, pero el ojo humano no podía contemplarlo sin ser sumergido para siempre en las tinieblas. Este aspecto metafísico de la invención se acentuó en el Renacimiento, cuando se construyeron camere oscure lo suficientemente grandes como para recibir hombres. Se transformaron así, de algún modo, en el equivalente de los teatros de memoria practicables: inventados como estructuras utilitarias para aplicar el arte de la memoria artificial, esos teatros devinieron lugares de epifanía, extensiones universales y atemporales de la memoria. Asimismo, en una de esas habitaciones a oscuras, concebidas inicialmente como herramientas de investigación de la naturaleza, o como ingegni para ayudar a los artistas, un hombre podía alcanzar un conocimiento metafísico acerca de la relación entre la luz y la materia, así como de su suspensión en el tiempo.
Este aspecto de la camera oscura fue completamente... oscurecido cuando esta fue reinventada y perfeccionada en el S. XIX. Las primeras fotografías de Niepce, tanto como aquellas realizadas según la técnica puesta a punto por Daguerre, se consideraban frutos de un gran avance técnico, a saber, la posibilidad, por medio de una reacción química, de fijar la imagen formada en la caja sobre una materia física, pero este hallazgo fue clasificado como una de las etapas del Progreso, sin consideración alguna por la dimensión espiritual que podía implicar, y ni siquiera, en un primer momento, por sus posibilidades artísticas.
A mediados de siglo, la invención del negativo de colodión húmedo acabó por hacer de la fotografía el medio privilegiado de difusión de imágenes, sucesor moderno del grabado. Pero lo que se apreciaba en la imagen fotográfica era lo que se consideraba su “positivismo”. Se suponía que dejaba poco lugar, o ningún lugar en absoluto, a la “interpretación”, y que constituía, por el contrario, una reproducción “objetiva” del tema, ya fuera un sitio natural o urbano, un cuadro, o un ser humano. La idea de que ese nuevo milagro de la ciencia podía reproducir a un individuo en su realidad material dio lugar al retrato fotográfico, que supuestamente restituía la identidad del sujeto con la misma exactitud objetiva que su estado civil, de tal suerte que se podía dejar una foto como tarjeta de visita. Sin embargo, fue en el ámbito del retrato donde la fotografía demostró por primera vez sus posibilidades artísticas.
Félix Nadar, que practicó la fotografía a lo largo de toda su larga vida (1820-1910), se reveló, en 1855, como un gran maestro del retrato fotográfico, al introducir en ese arte paradójico una antítesis histórica, porque es conocido sobre todo por su galería de grandes figuras del arte romántico, mientras que su propio arte estaba lejos del romanticismo. Nadar fotografiaba a sus retratados sin “hacerlos posar”. Les dejaba instalarse, en una iluminación previamente establecida, y era su ojo el que determinaba el encuadre y el instante preciso de la foto. Dicho de otra forma, lo que interesaba a este fotógrafo no era lo que el sujeto daba a ver, sino más bien su naturaleza general [...]