EN LA ESPIRAL POSTAL
Javier Rebollo
Es un hermoso y emotivo motivo visual ver dentro de una película a alguien leyendo o escribiendo una carta en una mesa o en la cama, junto a una ventana o en medio de una habitación, mejor si es una mujer o Jean-Pierre Léaud. Es un motivo que ha gustado mucho a la pintura desde siempre y hoy gusta al artista contemporáneo y a la fotografía. Pero no es en estos sino en el cine donde se puede ir más allá de un (e)motivo visual tan potente y rico transcendiéndolo, cargándolo de sentidos ampliados, suspendidos.
El cine, que es mucho más nuevo y moderno que la novela –que tuvo su origen en el género epistolar–, recurre frecuentemente a las cartas como pretexto dramático o argumental pero también, dada su ductilidad, para urdir el relato aunque no sea lo epistolar protagonista, que no sucede muchas veces. Las mejores veces de la correspondencia en el cine son aquellas en las que lo cinematográfico se sabe aprovechar de lo postal de tal manera que se contaminen destruyendo tiempo y espacio, confundiéndolos. Y es que el cine, dada su naturaleza audiovisual y temporal, su fantasmagoría que diría Susan Sontag, obtiene una serie de atributos de lo postal cinematográfico que el intercambio epistolar literario y novelesco no logran, ni por supuesto en la vida. El arte congrega donde la vida dispersa.
Casting a Glance, James Benning, 2007
En la espiral del tiempo.
Con lo postal, el cine narrativo se vuelve flexible para dar cuenta de la desintegración del tiempo, permite una total ubicuidad espacio-temporal favorece o una promiscuidad de sentidos muy saludable para lo cinematográfico narrativo que tantas veces es esclavo, aún en las mejores películas, aún en el cine moderno y postmoderno, de lo vicario de la narración; lo postal funde los tiempos y espacios en un nuevo tiempo, el tiempo epistolar, el tiempo de cristales del cine. Gene Youngblood recordaba en su Cine Expandido que hasta 800 años antes de Cristo pocas culturas pensaban en términos de pasado y futuro. Como San Agustín, la moderna física o los indios Hopi –aquellos guardianes del planeta que para referirse al tiempo solo utilizaban la palabra presente en su lenguaje–, hay algunos cineastas que opinan que pensar en términos de pasado y futuro es limitar el cine. Lo primero que hizo Sylvette Baudrot, la famosa script de Alain Resnais, cuando recibió por correo postal el guión de El año pasado en Marienbad (L’année dernière à Marienbad, 1961) fue llamar a su cuñado, a la postre matemático, por teléfono, para pedirle que desglosara el guión de Robbe-Grillet en un cuadro que redujera el tiempo y la película en un orden de tiempos cerrados, destruyendo el tiempo orgánico y cinematográfico, la poesía [...]